Encendí el
interruptor del cuarto y este se iluminó. Diego apareció detrás mía pero no
dijo ni una palabra. Más le valía no hacerlo porque en este momento tenía
muchas ganas de pegarle un puñetazo a alguien. La alfombra todavía tenía manchas
de sangre fresca y los trozos del jarrón estaban esparcidos por toda la
alfombra. Increíble, y encima tuve remordimientos, pensé exasperada a la vez
que molesta. Vale, yo le había mentido pero y él ¿Qué? Me giré furiosa hacía Diego.
-más te vale hacer una lista de tus enemigos, al parecer
tienes unos cuantos
Me fui de allí y saqué el móvil. Oh dios, siete llamadas
perdidas de mi padre, cuando llegara iba a estar muy cabreado, tenía la
esperanza de que no se enterase de esta escapada, pero eso no iba a ser
posible. Tecleé nueve números y esperé escuchando los pitidos a través del
móvil.
-¿ Isbe que pasa?
-Leo, ya esta todo resuelto, vámonos
-esto…estoy un…poco…ocupado- oí el ruido de una pelea y
luego a Leo jadeando- voy a tardar algo
- voy para ya ¿Dónde estás?- le pregunté con urgencia
Sin embargo él no contestó y la llamada se cortó. Guardé el
teléfono con rabia y empecé a buscar por todas las habitaciones de la casa, ya
no me importaba quien hubiera o dejara de haber allí, tenía que encontrar a Leo
antes de que le pasase algo. Mientras pasaba a toda prisa por unos de los
salones se escuchó un gritó de dolor y después varios insultos. Cambie de
dirección y abrí la puerta que estaba al final. Ahí encontré a Leo peleándose
con cuatro hombres. En el suelo yacían dos sin sentido y jodido sea, acababa de
tumbar a otro. Pero mi amigo estaba agotado, lo veía respirando con dificultad
y sus movimientos cada vez eran más lentos y menos precisos. Agarré por el
cuello a uno de los guardias tomándolo
por sorpresa, ninguno se había percatado
de mi presencia, y mediante una llave lo tire al suelo de espaldas. Un golpe
tan fuerte te corta la respiración y tardas bastante en volver a la normalidad.
Luego cogí a otro y lo empujé contra la ventana. La cual, se hizo pedazos y el
guardia calló al vacío. Me asomé para
ver los daños (suerte que era un primero)el guardia no pensaba lo mismo porque
me miraba con todo el odio que podía. Si las miradas matasen…A pesar del dolor
se levantó, creo que para intentar matarme, pero pareció pensárselo porque se
volvió a sentar quitándose los cristales de la pierna, esta no paraba de echar
y echar sangre.
Un jadeo me hizo darme la vuelta justo para ver como Leo,
sentado a horcajadas sobre el otro hombre le asestaba un puñetazo con tal fuerza
que incluso a mi me dejó sin habla. Luego se desplomó en el suelo al lado del
cuerpo aún vivo (o eso creo).
-¿Cómo estas?- le pregunté tocándole el labio partido.
Él esbozó una sonrisa torcidas debido al ojo morado que se
estaba hinchando por segundos.
-podré moverme en un momento- me aseguró con desgana, le revolví el pelo castaño algo largo y saqué la pistola que había guardado hacía
escasos minutos. Al cargarla Leo levantó la cabeza.- ¿es una indirecta?- preguntó
sonriendo con los ojos cerrados
-¿para marcharnos? No, descansa todo los que necesites a lo mejor a nuestro anfitrión Diego le
apetece invitarnos a una vinito- aunque lo dijera con ironía no pensaba moverme
hasta que él recuperara las fuerzas y si tenía que enfrentarme a otros seis guardias
, que así fuera.
Leo abrió sus enormes ojos color miel y se puso serio de
nuevo- ¿encontraste lo que querías?
-sí, bueno, más o menos, luego te explico
Él asintió y se levantó
-vámonos
Los dos salimos por la ventana y pasamos como si nada
delante del guardia que se había desmayado debido a la perdida de sangre. Sentí
algo moverse en mi interior ¿la conciencia?¿otra vez? Esta vez la descarté sin remordimientos, siempre me daba
demasiados problemas, y esta noche había quedado demostrado.
Estábamos casi a fuera del recinto cuando oímos el ajetreo
de la casa.
-parece que han encontrado nuestro pequeño estropicio-le
dije riendo
-¿ Crees que nos seguirán?
-lo dudo, Diego sabe que eso no le conviene
-quería hablar contigo antes de volver- me dijo parándose en
seco y mirándome sin rastro de la sonrisa que tenía hacía tan solo un minuto
-dispara
- Isbe se que no te gusta esta vida-comenzó él
-¿de verdad?no se de donde has sacado esa idea
Él me miró ceñudo por haberlo interrumpido. Decidí mejor
cerrar la boca y esperar que soltara lo que tenía que decirme. Suspiró y me
agarró las manos antes de continuar.
-no hace falta que seas sarcástica- me regañó-lo que quiero
decir es que aunque no te gusté este mundo en el que vivimos formas parte de él
,y lo que es peor ,estas hecha para esto
-no se a que te refieres- le contesté intentando parecer
inocente, desde luego que sabía a que se estaba refiriendo pero no tenía muchas ganas de hablar sobre
eso
-sí, sí que lo sabes, eres más madura que cualquiera de tu
edad
-eso no es lo que diría mi padre
Leo siguió hablando como si no me hubiera escuchado
-sabes mantener la cabeza fría bajo cualquier situación,
nunca te he visto que entres en pánico o que te pongas nerviosa, por Dios ni
siquiera te he visto llorar desde no se cuanto tiempo y ese genio tuyo
dominaría a cualquiera
Me quede clavada en el sitio como una estatua. Conocía a Leo
desde hacía 10 años y este no era un tema de conversación habitual entre
nosotros, al igual que a él no le gustan los agradecimientos a mi no me gusta
que me halagasen, y para é,l eso eran halagos. No me habría dicho esto sin no
hubiera un razón detrás y sabía muy bien cual era.
-¿cómo te has enterado?- le pregunté cuando recuperé la
compostura
Leo esbozó una pequeña sonrisa al darse cuenta de que lo
había pillado
-es difícil guardar un secreto como ese- me contestó
Leo había descubierto que pensaba irme de mi casa, no lo
tenía del todo decidido pero quería viajar por todo Europa y más tarde recorrer
Estados Unidos. Todo con la intención de alejarme del “negocio”. A pesar de lo
que acababa de decirme Leo, yo tenía le sensación de que ese no era mi sitio
y prefería estar un tiempo fuera de
Italia para ver que más cosas podía hacer. Se habría ante mi un abanico de
posibilidades que nada tenía que ver con la mafia.
-Leo, se que quieres convencerme de que me quede, pero esta
vida me asfixia, no puedo seguir así
Él me soltó las manos y andó hacía el vehículo que había
aparcado no muy lejos de allí. Sacó la llave de subolsillo y lo abrió, todo con
movimientos bruscos y evidentemente enfadado. Yo me monté en el asiento del copiloto sin decir nada,
esperando que se le pasara un poco, sabía muy bien que si intentaba hacerle
saber como me sentía él no lo entendería y acabaríamos aún peor.
- estaré bien Leo, se que siempre estas protegiéndome pero
sabes que puedo apañármelas muy bien sola, además con Barbara tendrás más que
suficiente tarea para que te olvides de mi- le dije para quitarle hierro al
asunto
Él intentó reprimir la sonrisa pero no pudo. Los dos
sabíamos que Barbara era un tornado. Ella tenía un año menos que yo y su padre
era el jefe de seguridad de Giorgio (mi padre) y al igual que su progenitor,
Barbara era una verdadera superdotada de los ordenadores. Ella y yo éramos totalmente diferentes, tanto como la Luna y el Sol, pero las dos coincidíamos
en una cosa, las madres de ambas murieron cuando éramos muy pequeñas aunque por
causas diferentes, y ella junto a su padre
se mudaron a nuestra casa tras
ese trágico suceso. Barbara era lo más parecido a una hermana que había tenido,
ella y Leo por supuesto, los tres éramos inseparables, sobre todo en nuestra
infancia, a pesar de que Leo me sacara cinco años. Desde pequeño él adoptó un
aire protector sobre nosotras y ese aire fue convirtiéndose en un vendaval
según crecíamos.
Con el ambiente ya menos tenso que antes volvimos
a mi casa-mansión- chalet de lujo, donde vivía. Apenas hablamos por el
camino, pero eso era habitual en nosotros, no malgastábamos el tiempo hablando
de frivolidades sobre el día hacía o cosas así, pero cuando estaba de bajón o de
mal humor él era el único que conseguía
levantarlo, y yo hacía lo mismo cada vez que podía por él. Mi casa apareció
ante mi vista, una casa que solo podía estar en un barrió de lujo por su gran esplendor, pero lo
que más destacaba eran las verjas. No eran simples barras metal con puntas arriba, no, cada barra era un trenza entrelaza con púas y una
punta afilada al final. Eran hermosas a la vez que terroríficas. Las puertas de
metal tenían una V enzarzada en una rosa sangrando.
Este símbolo, es el símbolo de los Vettore y al igual que todo en mi familia,
tiene una historia detrás.
“ Según cuenta la leyenda la muchacha más hermosa jamás
vista vivía en un pueblecito de Italia, todos los hombres suspiraban al verla y
hacían todo lo que se les ocurría para que ella tan solo les dedicara una
sonrisa, más ella solo tenía ojos para un jornalero, el cual le profesaba el
mismo amor. Para demostrárselo todos los días el jornalero le llevaba una rosa
blanca a su casa, todos los días sin
faltar ninguno. Los dos, enamorados como estaban, decidieron casarse cuando la
cosecha de los viñedos terminara. La noticia fue recibida con gran alegría e
ilusión por todo el pueblo, y aunque había numerosos hombres entristecidos por
perderla, vieron lo felices que eran y se rindieron sin molestar, contentos de
que la muchacha estuviera en buenas manos. Sin embargo, uno de los señores
feudales que había salido a cabalgar esa mañana la vio, y al instante quiso
tenerla para si. Sin dudarlo un momento la secuestró y la forzó tantas veces como quiso mientras
ella suplicaba clemencia. Cuando el señor la hubo usado la liberó echándola
como a un perro sin compasión y ella
volvió a su hogar donde la esperaba su jornalero.
Si ella hubiese contado sus pesares y
dudas él la habría ayudado, superando juntos todo el dolor, pero la muchacha
sentía pena por si misma, por haber sido deshonrada contra su voluntad . Era
incapaz de mirar a su amado sin sentirse sucia, por eso cuando el jornalero
pasó por su casa con su rosa blanca diaria ella lloró desconsoladamente y en un
acto desesperado, se suicidó. La joven muchacha
murió al instante debido a la caída desde su balcón. Él la encontró al
día siguiente muerta en el piso aferrando la rosa ,ahora manchada de sangr,e
con las dos manos. El jornalero se sumió en un terrible tristeza de donde nadie
podía sacarlo, pensando día y noche en por qué su amada lo había abandonado de
tan cruel manera. Hasta que un día un hombre mayor se acercó a él diciéndole
ser un siervo del señor feudal que vivía cerca de allí, el anciano le contó
toda la historia, ya que él, lo había visto todo sin poder hacer nada para
evitarlo. Lleno de furia el muchacho juró vengarse y en una noche de tormenta
se filtró en el castillo y mató al hombre que le había arrebatado a su amada,
con tan poca piedad como él tuvo con la joven. Los criados que encontraron el
cuerpo de su señor juraban que era la cosa mas horrible que podían haber
imaginado ,pero era un secreto a voces quien había sido el culpable, ya que
junto al cuerpo había una rosa blanca cubierta de sangre”
Ese es nuestro símbolo, ya que el pobre jornalero ,era un
Vettore.