Capítulo 5 , Un día como otro cualquiera





Le eché una mirada dura porque odiaba que estando de trabajo no dejara entrar a nadie en ese caparazón que se creaba ,pero le hice caso sin rechistar.
Mi padre apenas tardo unos minutos en aparecer donde me había dicho. Tras él, dos guardias traían arrastras a Diego, y guardándoles las espaldas a estos, iban Leo y su padre.
-¿Qué está pasando?- pregunté pasando la mirada de unos a otras hasta pararla en Diego
-no pienso permitir que te pongas en peligro- dijo mi padre- y este cabrón te tenía una trampa preparada
Me acerqué a Diego, quien estaba bastante magullado con casi toda la cara morada y varios cortes en los brazos y el cuello. Se había resistido a que lo atraparan. Apreté los labios hasta que formaron una fina linea, estaba enfadada con Diego por haberme tendido una trampa, con migo misma porque mi padre me había vuelto a demostrar que solo era una niña, y me enfadé con él porque tenía razón. Cogí la botella de whiski que había en el armario con cristalera y lo rocié sobre Diego para despertarlo. Sabía muy bien que cuando el alcohol entrara en contacto con las heridas abiertas el quemazón se le haría insoportable. Y estaba deseando ver su cara de dolor. Para mi satisfacción se retorció por le suelo gimiendo y cuando levantó la cabeza para mirarme con odio le rompí la nariz con mi rodilla, o se la terminé de rematar, porque dudaba seriamente de que estuviera intacta después de la pelea. Diego gemía mientras su sangre chorreaba por la nariz, sin ni siquiera poder limpiársela ya que tenía las manos atadas a su espalda con una brida.
-¿una trampa, Diego? Creí haberte advertido de lo que pasaría si no colaborabas- mi voz tenía una nota de advertencia que era imposible de ignorar, al menos para cualquiera que tuviera algo más que serrín en la cabeza, Diego, sin embargo, tenía que ser un espantapájaros porque no captó la indirecta.
-lo he intentado pero sabía que no me escucharías-su voz sonaba ronca y áspera
-entiendo-dije a la vez que sacaba mi cuchillo de la bota y lo pasaba de una a otra-y la única solución que se te ocurrió fue tenderme una trampa – Diego no contestó, no se movió, ni siquiera respiró porque sabía que estaba tanteando el terreno para hacerlo caer.
Mi padre sentado plácidamente en el sofá observaba la escena y agradecí que me dejara al cargo de la situación. Su cara no mostraba emoción alguna, mostrando su estaba de acuerdo con lo que hacía o no, tenía carta blanca. Volví a mirar atentamente a Diego y una imagen de sus hijas pasó por mi mente ¿Qué pensarían si vieran así a su padre?¿Qué pensarían si supieran lo rata que es?¿Qué pensaría mi madre si me viera en este momento? Esa última pregunta me dejó paralizada. No solía pensar en mi madre, y menos en momentos como estos. Pero haberlo echó le salvo un par de dedos a Diego. El cuchillo cayó de mis manos hasta el suelo donde no hizo ningún ruido debido a la alfombra.
-¿y la daga?-le pregunté
Él no contestó. Leo se adelantó dos pasos y me mostró un cofre de madera. Lo abrí. Envuelto entre terciopelo rojo estaba lo que quedaba de mi daga escarlata. Lo único que me detuvo para no lanzarme contra Diego fue el recuerdo de mi madre que aún persistía en mi mente. La daga escarlata estaba desmontada, cada pieza separada de su compañera y todas las joyas extraídas del mango. Respiré hondo varias veces cerrando los ojos con fuerza. Cuando los abrí salí de la habitación a grandes dejando a tres hombres con la boca abierta y a otro suspirando de alivio.
Me encerré en mi habitación temblando de rabia. Kaseyi sintió mi estado de ánimo y se agazapó en una esquina. Podía matarlo, solo tenía que bajar, coger el cuchillo del suelo y abrirle la garganta. Nadie diría nada, y a ninguno le importaría. Llevé mis manos a las sienes apretándolas con fuerza. ¿por qué no puedo quitarme a mi madre de la cabeza? Nunca la conocí, no debería sentir esta sensación de que no hacía lo correcto.
Alguien dio un par de toques en la puerta y entró. Llamar era un mera formalidad ya que no esperó mi autorización para pasar. Yo seguía aun parada en medio de la habitación con la espalda tensa y ni siquiera me giré.
-si sigues apretando los puños con tanta fuerza, te vas hacer heridas con las uñas de gata que tienes, y la culpa será solo tuya por no guardarte tu ira en vez de desquitarte con ese canalla
La voz femenina me era familiar, tan familiar que la había escuchado reír, llorar, insultar y regañarme desde que tengo memoria. Alicia estaba de vuelta. Me volví hacia ella sonriendo y nos abrazamos fuertemente.
-te eché de menos, ya era hora de que volvieras- le dije cuando nos separamos para seguirnos con las manos unidas
-la verdad es que empezaba a gustarme las playas de Puntacana-
Le pegué un empujón y las dos nos reímos felices de estar otra vez juntas.
-cuatro meses en Puntacana y sigues siendo igual de blanca¿cómo es posible?- exclamó bromeando
La tensión de mi cuerpo se había evaporado e intentaba no pensar en Diego y la daga. Estaba contenta de poder ver de nuevo Alicia. La había extrañado demasiado, era la única chica que podía comprenderla.
-yo tampoco lo entiendo- se quejó ella echándole un vistazo a su brazo
Alicia medía 1'70, apenas unos un par de centímetros más baja que yo. Nuestro pelo era igual de negro, solo que el mio llegaba hasta la cintura y el suyo era muy corto, se lo peinaba con las puntas hacía afuera dándole un toque chic. Ella era más delgada que yo, parecía que una ráfaga de aire se la llevaría en cualquier momento. Mis ojos de un verde grisáceos eran todo lo contrario a los de ella que eran de color ámbar brillante, eso con el contraste de su piel pálida y el cabello negro como la noche era una exótica mezcla que no podías olvidar.
-¿Qué miras tanto?-preguntó ella entrecerrando los ojos
-a ti, eres igual que como te recordaba
-solo me he ido un par de meses, no creo que haya muchos cambios en tan poco tiempo
-¿si? Me pareció una eternidad ¿cuando regresaste?-inquirí con curiosidad, pensaba matarla si no había venido a verme en cuanto llegó
-hace apenas una hora, quizás menos y no volví yo sola- añadí levantándose de la cama y sonriéndome- tu tío Paolo también está aquí
-¿aquí?¿en casa? Hace tanto que no lo veo...
-cuando subí iba hablar con tu padre y Ángel, ya sabes reuniones de emergencia-me contestó poniendo los ojos en blanco. Barbara se levantó y fue hacía la esquina donde estaba agazapada mi pantera.
-Kasey, que bonita estás-le dijo mientras le acariciaba el cuello y la pantera ronroneaba -estás muy grande
-sí-afirmé-ya tiene casi siete años, -luego cambié de tema deseando bajar al salón- voy a ver a mi tío ¿vienes?
Levantó la cabeza para mirarme y se incorporó dejando de acariciar a Kasey.
-ve tú, yo creo que voy a buscar a Leo
-se alegrará de verte
Salí de la habitación con Kasey detrás mía. No tuve que buscar a mi padre y a los demás ya que fue bajar las escaleras y encontrármelos de frente. Mi tío Paolo me sonrió y abrió los brazos para que le abrazara. Me alegraba mucho de verlo ,pero me sentía incómoda abrazando a los hombres, aunque fueran de mi familia. Aunque hice un esfuerzo y acepté su abrazo, si eso se podía considerar abrazo porque me estrechó entre sus brazos con tanta fuerza que me faltó el aire en los pulmones.
-mira a mi pequeña sobrina, aunque ya no es nada pequeña-exclamó soltándome y mirándome de arriba abajo con una sonrisa radiante en el rostro. Así era mi tío, todo sonrisas.
-que me lo digan a mi-murmuró mi padre
Ignorando su comentario le pregunté a Paolo:
-¿qué haces aquí?
Mi tío vivía en Turquía, era diez años más joven que mi padre y solo eran mitad hermanos, por parte de madre. Nunca conocí a mi abuela y ambos hijos eran reacios a hablar de ella, se comportaban como si el pasado no importarse. “mira hacía el futuro y olvida el pasado” decía mi padre cuando yo insistía en saber algún dato sobre su vida de niño, a lo cual yo le contestaba “el pasado nos hace aprender de nuestros errores para no repetirlos en el futuro” y así podíamos pasarnos tardes enteras, sin que ninguno diera su brazo.
-ah decir verdad, ha sido tu padre quien me ha llamado-contestó mi tío devolviéndome de nuevo al presente.
Miré interrogante a mi padre pero éste no contestó, y de repente a mi tío le pareció fascinante el techo de mi casa
-¿Qué está pasando?-inquirí ,fulminándolos con la mirada y los brazos en jarras.
-a mi no me mires, es tu padre quien tiene que contártelo , lo que sí puedo decirte es que son buenas noticias
Mi padre siguió sin decir nada. Aún estaba enfadado por mi escapada y la discusión de después.
-vamos Giorgio-exclamó mi tío- deja de ser tan tozudo y cuéntaselo a tu hija que se va alegrar
-papa ¿esas noticias de las que habla el tío Paolo son las que viniste a decirme la noche que me colé en casa de Antonio?
-sí-contestó al fin mi padre de mala gana- he estado hablando con Ángel y lo he dejado todo preparado para irnos de vacaciones
Los ojos casi se me salen de las orbitas por la sorpresa.
-¿va...vacaciones?-pregunté sin poder creermelo
-sí,-contestó mi tío-yo he venido para echar una mano, aunque la verdad es que soy innecesario
-vacaciones-repetí- todavía estaba sorprendida. Jamás había ido de vacaciones con mi padre, siempre estaba ocupado con el trabajo, la seguridad, y las reuniones a altas horas de la noche .Nunca habíamos podido tener algo de tiempo para hacer cosas juntos. Pero no por eso le quería menos.
Estaba que no cabía en mi de gozo, podía hacerme una idea de lo que debía de costar dejarlo todo preparado para su ausencia. Mi padre lo controlaba todo, no toleraba que se hiciera nada sin antes pasar por su beneplácito, un poco autoritario ,pero era la única manera de que el negocio fuera a la perfección y luego no hubiera improvistos. Improvisto para mi padre solían ser problemas muy gordos con la policía u otras mafias menores. Ambos hermanos me miraron preocupados al ver que yo no decía nada más, y seguía en estado de shock. Comprender, estás cosas no solían pasarme. Poco a poco una lenta sonrisa apareció en mis labios y después de que cruzaran una mirada los dos hombres se relajaron.
-¿te parece buena idea?-preguntó mi padre pasado un rato
-¿buena idea?¿buena idea?es genial, oh papa gracias-le agradecí emocionada-¿a dónde vamos? ¿cuánto tiempo? Podré llevarme a Kasey ¿verdad? Oh claro que sí no puedo dejarla aquí, y tengo que hacer las maletas
Subí corriendo las escaleras sin dejarles contestar, al menos llegué hasta la mitad cuando me di cuenta de que no sabía que meter en la maleta. ¡Si no sabía donde iba!
-emmm ¿dónde has dicho que íbamos?
-aun no lo he decidido, he pensado que te gustaría que viéramos varias posibilidades
-sí- accedí contenta
-bien, mañana miraremos por internet cual te gusta más, ahora es tarde y me gustaría descansar
-tienes razón-otra tema totalmente diferente vino a mi mente, algo más importante que el viaje-¿qué vas a hacer con Diego?
-aun no le he decidido-admitió mi padre frotándose la barbilla
-déjalo libre- le pedí
-no puedo, no solo nos ha robado, sino que ha intentado matarte. Tiene que pagar las consecuencias, si lo dejara libre otras familias con las que estamos enemistados podrían tomarlo como ejemplo, no podemos permitir que crean que estoy perdiendo poder.
Me mordí el labio inferior con fuerza. Sabía que eso era lo que tenía que hacer, las reglas en este trabajo eran así y yo me había criado sabiéndolas.
-entiendo-no podíamos parecer débiles y tener compasión-no quiero saberlo, hagas lo que hagas no quiero enterarme
Mi padre asintió y yo me fui a dormir apartando de mi mente la imagen de Diego. Había sido un estúpido en sus acciones y ahora tendría que pagar las consecuencias. En esta jungla solo podía sobrevivir los más fuertes.

Capítulo 4, tienes alma




Tres días, tres días llevaba mi padre sin hablarme, y empezaba a estar más que harta. No comía conmigo y prácticamente me evitaba . Él era el padre, se suponía que tenía que ser el maduro y responsable, pero no había manera de estar con él más que unos minutos. Y para colmo, hoy acababa el plazo de Diego, esta noche iría a visitarlo. Por su bien  más le valía que tuviera mi daga.
Entré en el salón para tomar el desayuno y como me esperaba, mi padre no se encontraba en el. Suspiré resignada y me senté al final de la enorme mesa. Esperé varios minutos pero ninguno de los sirvientes venía, cosa extraña, todo el servicio estaba muy bien organizado gracias a Arabella. Opté por   bajar a la cocina en vez de quedarme ahí sentada, picaría cualquier cosa y me iría. Andaba sola por el pasillo, ya que a pesar de las amenazas de mi padre, al final no me puso los guardias, cosa que agradecí enormemente aunque aún no se lo había podido decir. Mi estómago no paraba de rugir debido al hambre, y solo de pensar en la suculenta comida que había en la nevera o en los manjares que preparaba Peggy, nuestra cocinera, se me hacía la boca agua. Ya estaba en el ala de la casa donde residían los criados, y podía ver las dos puertas plateados con una ventana circular en cada una ,que daban a la cocina. Las abrí y una ráfaga de aire caliente me golpeó. Los hornos estaban encendidos preparando la comida. Peggy estaba sentada tomándose un café. Medía apenas un metro y medio, rechoncha con una cara ovalada y grandes mofletes.
-Peggy, ¿dónde están las sirvientas de la comida?
Ella levantó la mirada de su café y me miró con cariño, tenía 40 años y llevaba trabajando para nosotros desde los 16. Conocía todos nuestros gustos, y sus manos hacían milagros con un trozo de carne.
-mandé a dos a comprar, las demás haciendo sus tareas ¿Por qué?
-tengo hambre y no había nadie en el salón para tomar el desayuno
-cariño- dijo ella levantándose y depositando la taza en el lavavajillas- es medio día, nadie esperaba que fueras a por el desayuno en un hora tan tardía
-no puede ser tan tarde-miré el reloj que colgaba en la pared y así era- yo nunca duermo tanto
-cierto, Arabella me ha preguntado si te encontrabas bien, estaba a punto de subir, no estas enferma ¿ verdad cielo?
Puso sus manos en mis mejillas girándome la cara hacía un lado y el otro.
-sí, creo que estas bien, tienes buen color- sentenció soltándome
-sí, ahora lo único que me pasa es que estoy famélica
Me acerqué a la nevera pero Peggy me impidió el paso poniendo los brazos en jarras. Así, me recordó a una de las taberneras que había visto en los pueblos de los alrededores, ella controlaban a los borrachos con una mano mientras con la otra servían las copas, de verdad que eran dignas de admiración solo por aguantar tantas bromas subidas de tonos de los hombres. Yo acabará arruinando el local, mi carácter para esos temas era bastante agrio. Peggy llevaba el delantal blanco de volantes manchado, y su moño estaba torcido pero erguía la cabeza como una reina.
-ah, no, señorita, la comida estará en un hora y no pienso permitir que te sacies ahora con porquería y luego no pruebes mi rosbif
Mi estómago rugió como si quisiera protestar de la única manera que podía, pero yo si podía reivindicar mis derechos, al menos en lo referente a la nevera y su contenido.
-si no como algo me  voy a desfallecer- me quejé
-no- negó rotundamente
-por dios, es mi cocina, no puedes impedir que me coma un par de tostadas- le repliqué exasperada
-sí, sí que puedo, en la cocina mandó yo, y me da igual cuento te enrabietes 
Salí de la cocina enfada. No había ningún criado cerca así que tendría que conseguir algo de comer por mi cuenta. Por la santa iglesia, maldije,solo quería picar algo. Asomé la cabeza por las escaleras buscando a alguien en particular.
-Kasey-grité
Mi pantera bajó corriendo las escaleras saltando varios escalones con sus zarpas hasta llegar a mi lado. Me miró interrogante y yo le sonreí. Adoraba a mi mascota. Me la regaló mi tío Paolo en uno de sus viajes por las selvas africanas cuando tan solo tenía diez años, os puedo asegurar que a mi padre no le sentó nada bien esa sorpresa pero al final conseguimos convencerlo.
-vamos a una pequeña misión, baby- le dije guiñándole un ojo
Estaba animada de nuevo. Kasey tenía ese efecto tranquilizante sobre mí. Irónico ¿verdad?. A pesar de ser invierno hoy el sol brillaba, el aire era algo frío, sí, pero era un buen día para pasear. Según recuerdo a estas horas el panadero iría de vuelta a su casa después de haber repartido el pan por los bares y restaurantes más cercanos, era una manera de mantener a sus clientes contentos y fieles a su negocio.  Esto lo sabía porque uno de mis compañeros del colegio ayudaba a su padre en la  panadería y el bocazas pesado se pasaba horas diciendo como hacer pan. Para él, era el oficio más fascinante que podría existir, dudo mucho de que siga pensando igual. Aunque es fácil recordar sus sermones, eran casi tan pesados como las misas de los domingos a las que nunca iba.
Me senté en uno de los bancos que había dos calles más abajo de mi casa y esperé a que pasara la furgoneta blanca con el logo de un panadero  con una barra de pan en la mano (lo sé, la originalidad no abunda por estas zonas) Kasey se sentó a mi lado moviendo el rabo juguetona.
No tuve que esperar mucho hasta que la furgoneta apareció al final de la calle.
-venga, Kasey es tú turno
Esta identificó mi señal y se cruzó en medio de la carretera. El panadero frenó  estrepitosamente temblando como un flan  mientras que yo abría las puertas y sacaba dos cruasanes. Una para mi y otro para Kasey, se lo había ganado. Cerré las puertas justo cuando el coche arrancó. Me escondí a toda prisa tras unos matorrales. Le pegué un bocado al cruasán observando al pálido panadero que agarraba el volante con todas sus fuerzas. Miró hacía los lados varias veces en busca de alguna señal de mi pantera, a pesar de que el coche estaba arrancado no era capaz de moverse. Seguramente creía que se lo había imaginado. Esto me sacó una sonrisa. Era divertido jugar de vez en cuando. Pensando en mi pantera me preocupé ¿ Dónde estaba? El coche por fin se fue y sus ojos amarillos aparecieron entre el follaje de los arbustos en la otra acera. Sin darme cuenta pegué un salto. Por mucho que quisiera a Kasey llegaba a darme algún susto que otro. Pero, por los clavo de Cristo, se me había resbalado uno de los cruasanes y ahora estaba remojado en barro.
-mierda, mierda y más mierda- miré con pena como el dulce se hundían en uno de los charcos que habían dejado las lluvias  de estos días atrás.
-eso es el karma- exclamó una voz detrás de mi
Me giré hacía el hombre que había hablado, y me encontré con Leo recostado en un árbol con la pierna derecha  apoyada en el. Me levanté del suelo sacudiéndome la suciedad y le bufé como si fuera un gato y quisiera abalanzarme sobre él.
-si existiera el karma yo estaría mucho peor- repliqué
Leo movió la cabeza de un lado a otro negando pon pesar.
-tu alma no es tan negra como tu te crees- me dijo con tristeza  en la voz
Este era un tema delicado, del cual nunca hablaría con Leo ni con nadie. Así que me encogí de hombros como si no importara.
-si tú lo dices- le comenté
Kasey ya estaba de vuelta a mi lado y le di la mitad del cruasán que quedaba, yo me comí el resto.
-¿Quieres un poco?-le pregunté a Leo pasándole el cruasán por debajo de sus narices, aún estaba calentito y despedía un olor riquísimo.
-no, gracias
-bien, porque no te iba a dar de todas maneras- seguí andando dejándolo ahí, me había puesto de mal humor sin saber muy bien porqué. Pero antes de que me alejara lo suficiente él exclamó
-he visto el billete de cinco euros que has dejado en la furgoneta, con eso te llegaba para muchos cruasanes-bromeó- no eres tan mala como quieres hacernos creer
Gruñí  interiormente.
-imbécil- mascullé sin girarme, importándome poco si lo oía o no. Estaba segura de que sonreía de oreja a oreja. Casi podía sentir como se jactaba a mis espaldas.

Era ya de noche cuando mi padre entró en mi habitación. Habíamos cenado en silencio y retirado de la mesa en cuanto acabamos. Estaba lista para salir. Armada hasta los dientes y preparada para cualquier ataque, y eso, mi padre lo sabía.
-vas a casa de Diego- la voz de mi padre era suave, cavilando las palabras que decía
-sí- no había sido un pregunta pero contesté igual- llevó dos guardias y a Leo
Mis palabras sonaron algo más duras de lo que pretendía. Pero cada vez que mencionaban a mi madre Giorgo se pasaba días ausente, esta harta de eso.
-yo puedo encargarme de eso- aseguró él
-pero quiero hacerlo yo
-espera un hora, tan solo eso- me pidió
Lo miré sin comprender. Pero para variar, me lo estaba pidiendo y no ordenando . Su carácter autoritario era bien conocido en esta casa y fuera de ella, que hiciera un esfuerzo para que no siguiéramos peleados después de tres días sin hablarnos era importante para mí. Podía concederle una hora.
-de acuerdo, pero una hora, no más- accedí
Él asintió y salió del cuarto, no sin antes fulminar a Kasey que acababa de aparecer en el vano de la puerta, esta le enseñó los dientes como respuesta, pero eso no amilanó a mi padre. Nada asustaba a Giorgo Vettore.
-debes portarte mejor con papa- le pedí cariñosamente acariciándola
Esperé una hora. Esperé mientras hace la cama, ordené la el cuarto, recogí la cama y escondí los papeles de Diego en uno de los cajones de mi escritorio por si algún día volvía a necesitarlos. Ya se que esto podía hacerlo cualquiera de las criadas ,pero yo tenía prohibida la entrada a mi habitación , además de que muy pocos se atrevían a entrar con Kasey dentro.
Cuando las manecillas del reloj apuntaron la una de la madrugada salí de la habitación. Mi padre se había retrasado una hora y no podía seguir esperando. Bajé las escaleras a toda prisa poniéndome la chaqueta justo en el momento en que Leo entraba  por la puerta principal.
-ve al estudio del salón blanco y espera ahí, tu padre se reunirá contigo en seguida- me ordenó
-¿para qué? Tengo que...
-ve Isabella- me cortó él ,algo en su mirada me retuvo de que siguiera protestando, cuando estaba tan serio era porque había recibido órdenes.
Le eché una mirada dura porque odiaba que estando de trabajo no dejara entrar a nadie en ese caparazón que se creaba ,pero le hice caso sin rechistar.
Mi padre apenas tardo unos minutos en aparecer donde me había dicho. Tras él, dos guardias  traían arrastras a Diego, y guardándoles las espaldas a estos, iban  Leo y su padre.i

Capítulo 3 ,padre e hija







Nota de la autora : Le dedico el capítulo a mi amiga Zule (la xula) jajajajaja pa' que no se aburra esos días que no puedo salir.
Para todos los que leíais mi historia, aquí tenéis el nuevo capítulo, que después de todo el verano dudo de que os acordéis del resto de los capítulos, pero por si acaso ;)
Un beso y espero que os guste.

El coche pasó sobre un camino de grava rodeando una gran fuente en el centro del patio, se detuvo justo en la puerta ,donde el ama de llaves, Arabella, la madre de Leo, nos esperaba vestida con un suave vestido celeste y su enorme cabellera recogida en un moño.
-estaba preocupada por vosotros- dijo Arabella, nada más bajarnos del coche
Se acercó rápidamente para darme un abrazo y besó a su hijo en la mejilla. Arabella era un alma dulce, la única que podía poner algo de orden y controlar los instintos salvajes de esta familia. Ella, su marido, y Leo, se mudaron aquí hace diez años, cuando Leo tan solo tenía catorce. Su padre comenzó a ser el segundo al mando, y no solo porque era totalmente eficaz en lo que hacía, el padre de Leo era de los pocos hombres a los que mi padre consideraba un amigo. Cuando Arabella nos encontró una mañana, a mi y a Barbara, peleándonos en el barro como dos muchachos en vez de dos niñas, decidió hacerse cargo de nosotras. Desde eso momento nos trató como si fuéramos sus hijas, ella compensó la faltad de cariño que dejó mi madre. Era ella quien me curaba las heridas cuando me caía y la que me preparaba un chocolate caliente cuando tenía pesadillas, contándome cuentos hasta que por fin conseguía conciliar el sueño.
- ha salido todo bastante bien- le dije para sosegarla, se ponía terriblemente nerviosa cuando salíamos hacer algún trabajo-aunque deberías curarle el labio a tu hijo, ya sabes que no puede evitar meterse en problemas

Leo hizo un gruñido por lo bajo mientras yo y su madre nos reíamos.
El mayordomo apareció ante nosotros, y como siempre, llevaba puesto un traje elegante de color negro y blanco. De pequeña le había insistido hasta más no poder para que se comprara algo de cualquier otro color, pero él siempre se negaba, afirmando que el negro le daba un aspecto más sobrio y formal. Y eso era verdad. Así que un día me rendí y dejé al pobre hombre, que estaba totalmente harto de mi, hacer su trabajo. Cuando llegó donde nos encontrábamos, hizo un pequeña inclinación con la cabeza, nunca entendí su tozudez a seguir con las antiguas reglas del decoro y las clases sociales.
-señorita- me dijo sin expresión alguna en el rostro- el señor la espera en la sala de su dormitorio
Tradución: Su padre está que se lo llevan los diablos y se ha tomado media botella de whiski francés para no salir detrás de usted y matarla con sus propias manos.
Me quedé en el sitio mirando la cara de Felix atentamente, y cuando cerró los ojos también supe porqué. Me había costado años interpretar cualquier gesto de Felix, ya que él era un mayordomo muy servicial de los que nunca se metían donde no los llaman pero que estaba al tanto de todo en la casa. Gracias a él y sus gestos, podía prepararme para cuando mi padre estaba de muy mal humor o sucedía cualquier contratiempo. Por supuesto Felix no sabía que lo psicoanalizaba de esta manera sino le habría dado un síncope.
Puse mala cara y me despedí de Leo y su madre, hiendo directamente hacía la habitación de mi padre. Conocía de primera mano su carácter y era mejor afrontarlo y acabar pronto que darle largas, además, yo no soy de las que se esconden. Entré en la casa y lo primero que vi fue el enorme recibidor, todo muy pulcramente limpio, otra muestra del nerviosismo de Arabella,dado que cada vez que algo le preocupaba se ponía a limpiar frenéticamente. Justo enfrente del recibidor había unas escaleras con una alfombra roja muy fina y barandilla de madera clara, esta se abrían en dos direcciones separando una parte de la casa de la otra. Desde cualquier parte de arriba podías ver el vestíbulo, con la enorme lampara de telaraña que lo iluminaba todo. Subí las escaleras decidida y gire a la izquierda, donde se encontraba otra pasillo con habitaciones a cada lado y con cuadros de paisajes decorando las paredes de color crema. Abrí la segundo puerta sin remilgos y pasé adentro. El dormitorio decorado con tonos blancos y granates con todo el mobiliario en madera caoba estaba totalmente oscuro, pero las puertas correderas dejaban pasar la luz de la otra estancia. Mi padre estaba en su estudio esperándome.
- entra Isabella
Hice lo que me ordenó. Giorgio estaba de pie, con el traje de chaqueta gris aún puesto llenándose una copa de cristal de un brandy muy caro, al parecer se había agotado el whiski francés.
-¿querías verme?- le pregunté contenta de que mi voz no temblara, mi padre jamás me pondría una mano encima .Más no hacía falta eso para temblar cuando lo veías enfadado.
Mi padre se giró, pero no pude ver ninguna emoción en su rostro, esa cualidad era un don muy provechoso para este trabajo, un don que yo también había heredado.
-¿Qué harías tú si vienes de una reunión importante y cuando vas a la habitación de tu hija para darle las buenas nuevas, no vieras a nadie en su cama, y más tarde descubrieras que Leo, su compañero de aventuras tampoco está? Porque si fuerais un par de enamorados entendería las escapadas a mitad de la noche-
Mi sorpresa ante el comentario fue evidente, Leo es la persona en la que más confió en este planeta a excepción de mi padre, somos como hermanos, no existe un ápice de amor entre nosotros que no sea fraternal pero no objeté nada , mi padre parecía que estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para controlar su carácter
-pero no- siguió diciendo él- mi hija jamás se escaparía para algo tan simple como tener una cita- en eso tenía razón pensé para mis adentros- ella solo asalta una casa para recuperar un joya, cosa que podría hacer cualquiera de mis hombres- su voz fue subiendo el volumen a cada frase hasta que acabó gritándome cuando me preguntó- ¡dime! ¡¿tú qué harías?!
¿la pregunta era retórica o tenía que contestar? Dijera lo que dijera lo enfurecería más y si no lo hacía explotaría de todas maneras, así que contesté con voz calmada sin perder los nervios
-yo esperaría y confiaría en mi hija- una vez dije la frase casi me entraron ganas de reír, si alguien de mi familia estuviera en aparente peligro aunque fue por su voluntad no me quedaría sentada, y mi padre lo sabía. Sin embargo esta noche no había corrido ningún peligro ,al menos ninguna que él sospechara. El color de la cara de mi padre pasó del blanco al rojo, oh, oh, iba a explotar, debería haberme quedado callada
-¿confiar en ti pa' que no te metan una puñetera bala en la cabeza? ¿ qué clase de confianza es esa ?- estaba hablando con el típico lenguaje de la calle, y eso solo lo hacía cuando perdía los estribos y se cabreaba de verdad, cosa que sucedía en muy raras ocasiones ya que mi padre tenía un férreo control sobre sus emociones.
-he podido colarme en su casa sin problemas y he salido sin un rasguño, no estaba en peligro
-¡eres mi hija! No puedes pedirme que te deje hacer misiones sin siquiera guardias, Dios mio tan solo tienes 19 años
-¡he ido con Leo!- grité, al final había perdido la compostura- no iba sola, además tú elegiste esta vida por mi, yo no tuve elección ,no puedes pretender que me quede al margen de todo esto
-elegí los lujos, la vida fácil, no tener que preocuparte si encontraras algo de comer en una cubo de basura o en que cartón dormirás esa noche, en ningún momento quise que te involucraras en el contrabando o en las guerras de la calle
Si me hubiera pegado un patada no me habría sorprendido menos. Ya sabía que mi padre había vivido en los bajos fondos de niño ,pero a pesar de la buena relación que tenía él nunca me hablaba de su pasado. Saber que había tenido que pasar esas cosas no era un plato de buen gusto. Mi padre respiró varias veces bajando y subiendo su pecho.
Giorgio tenía 44 años y se conservaba muy bien, su pelo era negro azabache, eso también lo heredé de él al igual que sus labios ni muy finos ni muy gruesos ,pero el parecido físico acaba ahí. En cuanto a la forma de ser eramos iguales, tozudos, orgullosos, desconfiados, fuertes de voluntad y con cabeza fría. A pesar de que estuviéramos hechos de la misma pasta por dentro, el embase de mi padre era más osco, era casi un gorila ,no estaba gordo pero medía casi 1'90 y era un armario. Anchos hombros, gran espalda, fuertes músculos y puños enormes. Mi padre es el hombre al que llaman para boxear, aunque por la nariz rota que nunca se ha vuelto a reconstruir bien, ha tenido que pelear demasiadas veces para conseguir el prestigio que hoy tiene. Ya que en la mafia si no te haces respetar jamás permitirán que actúes como su líder, esto es la jungla, y en la jungla solo vence el más fuerte. Y mi padre incluso envuelto en una traje de chaqueta de 3.000 € trasmitía esa fuerza.
Pensándolo un poco mejor, quizás me había pasado de la raya. Mi padre ya estaba planeando como recuperar mi daga pero yo quería estar en primera fila de ataque. Esa daga era algo personal y no quería dejarla en manos de segundos. Quizás si se lo explicaba me entendería y no se enfadaría tanto. No iba a pedir perdón, no me arrepentía ,pero podría intentar calmarlo.
- no estuvo bien que me fuera pero era la daga de madre, lo único que me queda de ella
-una daga, por valiosa que sea, no justifica que pongas tu vida en riesgo- me contestó cortante
-pero es lo único que me dejó ella antes de morir- casi le supliqué para que lo entendiera
Pero él en cambio pareció enfadarse aún más. Golpeó la mesa con el puño tirando el vaso del que había estado bebiendo al suelo y derramando su contenido.
-no quiero oír hablar más de tu madre, lo único que espero es que éste incidente no vuelva a repetirse, hasta que pueda confiar en que no hagas otra tontería tendrás dos guardias en todo momento
-¡eso no es justo!- le grité con rabia, ya no tenía ocho años para tener que ir con guardaespaldas
-es por tu bien- replicó él algo más calmado.
Ya no me miraba con tanta dureza como había echo hacía escasos segundos, eso solo le ocurría cuando hablábamos de mi madre , una estupidez mía haberla nombrado. Nunca se mencionaba nada sobre ella, y desde que murió hizo como si todo lo que vivió con ella no hubiera existido. Yo no se mucho sobre eso, apenas tenía unos meses cuando un trágico accidente de coche se la llevó, pero cuando era pequeña escuchaba los cuchicheos de las sirvientas, eran eso, simples susurros que se decían entre ellas a la hora de del descanso, siempre se callaban cuando me veían aparecer y jamás se les ocurría mencionar a mi madre con Giorgo delante. Al principio no entendía las miradas de compasión que me dirigían, pero cuando crecí ,odié ese sentimiento, no necesitaba la pena de nadie, había perdido a mi madre eso era verdad, pero mi padre siempre me cuidó y me dio todo lo que necesitaba.No era un padre afectivo y apenas tenía tiempo para mi ,pero sabía que me quería,y si necesitaba del consejo de un madre siempre estuvo Arabella.Muchas familias sufrían cosas peores todos los días. Sin embargo, mi padre nunca superó la muerte de mi madre, y esa era su manera de demostrarlo. Aun sabiendo todo esto, no podía evitar enfadarme por que me pusieran dos niñeras o que no hiciera un esfuerzo por entenderme, habían pasado casi veinte años desde la muerte de mi madre y siempre me dio la sensación de estar en segundo lugar, siempre detrás de ella.

-esto no es por mi bien, sabes que se defenderme y que disparo mejor que nadie ,no necesito ayuda , todo esto lo haces para tenerme controlada como si fuera un perro, ¡yo no soy mama! olvídala y vive, no puedes compararlo todo con lo que sucedió hace tantos años y si algo tiene que pasar ,dos guardaespaldas no podrán evitarlo, me tienes prisionera en una jaula de oro,- respire agitadamente sintiendo como me corrían las lágrimas por las mejillas de la impotencia, nunca lloraba por el dolor pero el sentimiento de no poder hacer nada me mataba por dentro-no te das cuenta, no eres capaz de verlo, pero me estas ahogando
No quería herirle pero cada vez que me enfada no podía controlar esta maldita lengua y acababa diciendo cosas que en realidad no pensaba, o las que si pensaba las decía con menos tacto que un ladrillo. Barbara siempre decía que tener esta lengua afilada era un arma muy útil para depende que situaciones, más yo lo odiaba. Me arrepentí de haber abierto la boca, no quería recordarle como él no puedo hacer nada para evitarlo.
-papa...
-dejalo, vete a tu habitación- dijo resignado y abatido
Hice lo que me pidió.
En el interior de mi habitación se escuchaban arañazos rasgando la madera de la puerta. Me reprendí por haber sido tan tonta, Kasey (pronunciado algo así como Keisi) era muy empática con mis emociones y seguro que se había despertado cuando me había marchado en plena noche. Abrí la puerta y el felino negro se sentó en el suelo moviendo la cola mientras me miraba con sus ojos amarillos. Casi podía sentir como me reprochaba haberme ido sin ella. Pero no era buena idea llevarme una pantera para asaltar un casa.
-vamos Kasey, no me mires así- le acaricié la cabeza y pareció algo más tranquila
Me quité la ropa y la dejé caer en una esquina. Mañana la recogería. Pasé al otro lado de la habitación para entrar a baño, darme una ducha relajante y entrar en calor. Luego me puse mi pijama de seda roja y me acurruqué en la cama. Un hondo suspiro escapó de mis labios cuando el sueño empezó a vencerme. Kase se subió a la cama y se durmió en mis pies.
-buenas noches, Kasey- le dije antes de cerrar los ojos por completo

Capítulo 2, El símbolo Vettore





 Encendí el interruptor del cuarto y este se iluminó. Diego apareció detrás mía pero no dijo ni una palabra. Más le valía no hacerlo porque en este momento tenía muchas ganas de pegarle un puñetazo a alguien. La alfombra todavía tenía manchas de sangre fresca y los trozos del jarrón estaban esparcidos por toda la alfombra. Increíble, y encima tuve remordimientos, pensé exasperada a la vez que molesta. Vale, yo le había mentido pero y él ¿Qué?  Me giré furiosa hacía Diego.
-más te vale hacer una lista de tus enemigos, al parecer tienes unos cuantos
Me fui de allí y saqué el móvil. Oh dios, siete llamadas perdidas de mi padre, cuando llegara iba a estar muy cabreado, tenía la esperanza de que no se enterase de esta escapada, pero eso no iba a ser posible. Tecleé nueve números y esperé escuchando los pitidos a través del móvil.
-¿ Isbe que pasa?
-Leo, ya esta todo resuelto, vámonos
-esto…estoy un…poco…ocupado- oí el ruido de una pelea y luego a Leo jadeando- voy a tardar algo
- voy para ya ¿Dónde estás?- le pregunté con urgencia
Sin embargo él no contestó y la llamada se cortó. Guardé el teléfono con rabia y empecé a buscar por todas las habitaciones de la casa, ya no me importaba quien hubiera o dejara de haber allí, tenía que encontrar a Leo antes de que le pasase algo. Mientras pasaba a toda prisa por unos de los salones se escuchó un gritó de dolor y después varios insultos. Cambie de dirección y abrí la puerta que estaba al final. Ahí encontré a Leo peleándose con cuatro hombres. En el suelo yacían dos sin sentido y jodido sea, acababa de tumbar a otro. Pero mi amigo estaba agotado, lo veía respirando con dificultad y sus movimientos cada vez eran más lentos y menos precisos. Agarré por el cuello a uno de los guardias  tomándolo por sorpresa,  ninguno se había percatado de mi presencia, y mediante una llave lo tire al suelo de espaldas. Un golpe tan fuerte te corta la respiración y tardas bastante en volver a la normalidad. Luego cogí a otro y lo empujé contra la ventana. La cual, se hizo pedazos y el guardia calló al vacío. Me asomé  para ver los daños (suerte que era un primero)el guardia no pensaba lo mismo porque me miraba con todo el odio que podía. Si las miradas matasen…A pesar del dolor se levantó, creo que para intentar matarme, pero pareció pensárselo porque se volvió a sentar quitándose los cristales de la pierna, esta no paraba de echar y echar sangre.
Un jadeo me hizo darme la vuelta justo para ver como Leo, sentado a horcajadas sobre el otro hombre le asestaba un puñetazo con tal fuerza que incluso a mi me dejó sin habla. Luego se desplomó en el suelo al lado del cuerpo aún vivo (o eso creo).
-¿Cómo estas?- le pregunté tocándole el labio partido.
Él esbozó una sonrisa torcidas debido al ojo morado que se estaba hinchando por segundos.
-podré moverme en un momento- me aseguró con desgana,  le revolví el pelo castaño algo largo  y saqué la pistola que había guardado hacía escasos minutos. Al cargarla Leo levantó la cabeza.- ¿es una indirecta?- preguntó sonriendo  con los ojos cerrados
-¿para marcharnos? No, descansa todo los que necesites  a lo mejor a nuestro anfitrión Diego le apetece invitarnos a una vinito- aunque lo dijera con ironía no pensaba moverme hasta que él recuperara las fuerzas y si tenía que enfrentarme a otros seis guardias , que así fuera.
Leo abrió sus enormes ojos color miel y se puso serio de nuevo- ¿encontraste lo que querías?
-sí, bueno, más o menos, luego te explico
Él asintió y se levantó
-vámonos
Los dos salimos por la ventana y pasamos como si nada delante del guardia que se había desmayado debido a la perdida de sangre. Sentí algo moverse en mi interior ¿la conciencia?¿otra vez? Esta vez la descarté  sin remordimientos, siempre me daba demasiados problemas, y esta noche había quedado demostrado.

Estábamos casi a fuera del recinto cuando oímos el ajetreo de la casa.
-parece que han encontrado nuestro pequeño estropicio-le dije riendo
-¿ Crees que nos seguirán?
-lo dudo, Diego sabe que eso no le conviene
-quería hablar contigo antes de volver- me dijo parándose en seco y mirándome sin rastro de la sonrisa que tenía hacía tan solo un minuto
-dispara
- Isbe se que no te gusta esta vida-comenzó él
-¿de verdad?no se de donde has sacado esa idea
Él me miró ceñudo por haberlo interrumpido. Decidí mejor cerrar la boca y esperar que soltara lo que tenía que decirme. Suspiró y me agarró las manos antes de continuar.
-no hace falta que seas sarcástica- me regañó-lo que quiero decir es que aunque no te gusté este mundo en el que vivimos formas parte de él ,y lo que es peor ,estas hecha para esto
-no se a que te refieres- le contesté intentando parecer inocente, desde luego que sabía a que se estaba refiriendo  pero no tenía muchas ganas de hablar sobre eso
-sí, sí que lo sabes, eres más madura que cualquiera de tu edad
-eso no es lo que diría mi padre
Leo siguió hablando como si no me  hubiera escuchado
-sabes mantener la cabeza fría bajo cualquier situación, nunca te he visto que entres en pánico o que te pongas nerviosa, por Dios ni siquiera te he visto llorar desde no se cuanto tiempo y ese genio tuyo dominaría a cualquiera
Me quede clavada en el sitio como una estatua. Conocía a Leo desde hacía 10 años y este no era un tema de conversación habitual entre nosotros, al igual que a él no le gustan los agradecimientos a mi no me gusta que me halagasen, y para é,l eso eran halagos. No me habría dicho esto sin no hubiera un razón detrás y sabía muy bien cual era.
-¿cómo te has enterado?- le pregunté cuando recuperé la compostura
Leo esbozó una pequeña sonrisa al darse cuenta de que lo había pillado
-es difícil guardar un secreto como ese- me contestó
Leo había descubierto que pensaba irme de mi casa, no lo tenía del todo decidido pero quería viajar por todo Europa y más tarde recorrer Estados Unidos. Todo con la intención de alejarme del “negocio”. A pesar de lo que acababa de decirme Leo, yo tenía le sensación de que ese no era mi sitio y  prefería estar un tiempo fuera de Italia para ver que más cosas podía hacer. Se habría ante mi un abanico de posibilidades que nada tenía que ver con la mafia.
-Leo, se que quieres convencerme de que me quede, pero esta vida me asfixia, no puedo seguir así
Él me soltó las manos y andó hacía el vehículo que había aparcado no muy lejos de allí. Sacó la llave de subolsillo y lo abrió, todo con movimientos bruscos y evidentemente  enfadado. Yo me monté  en el asiento del copiloto sin decir nada, esperando que se le pasara un poco, sabía muy bien que si intentaba hacerle saber como me sentía él no lo entendería y acabaríamos aún peor.
- estaré bien Leo, se que siempre estas protegiéndome pero sabes que puedo apañármelas muy bien sola, además con Barbara tendrás más que suficiente tarea para que te olvides de mi- le dije para quitarle hierro al asunto
Él intentó reprimir la sonrisa pero no pudo. Los dos sabíamos que Barbara era un tornado. Ella tenía un año menos que yo y su padre era el jefe de seguridad de Giorgio (mi padre) y al igual que su progenitor, Barbara era una verdadera superdotada de los ordenadores. Ella y  yo éramos totalmente diferentes,  tanto como la Luna y el Sol, pero las dos coincidíamos en una cosa, las madres de ambas murieron cuando éramos muy pequeñas aunque por causas diferentes, y ella junto a su padre  se mudaron a  nuestra casa tras ese trágico suceso. Barbara era lo más parecido a una hermana que había tenido, ella y Leo por supuesto, los tres éramos inseparables, sobre todo en nuestra infancia, a pesar de que Leo me sacara cinco años. Desde pequeño él adoptó un aire protector sobre nosotras y ese aire fue convirtiéndose en un vendaval según crecíamos.
Con el ambiente ya menos tenso que antes  volvimos  a mi casa-mansión- chalet de lujo, donde vivía. Apenas hablamos por el camino, pero eso era habitual en nosotros, no malgastábamos el tiempo hablando de frivolidades sobre el  día hacía  o cosas así, pero cuando estaba de bajón o de mal humor él era  el único que conseguía levantarlo, y yo hacía lo mismo cada vez que podía por él. Mi casa apareció ante mi vista, una casa que solo podía estar en un  barrió de lujo por su gran esplendor, pero lo que más destacaba eran las verjas. No eran simples barras  metal con puntas arriba, no, cada  barra era un trenza entrelaza con púas y una punta afilada al final. Eran hermosas a la vez que terroríficas. Las puertas de metal tenían una V  enzarzada en una rosa sangrando. Este símbolo, es el símbolo de los Vettore y al igual que todo en mi familia, tiene una historia detrás.

“ Según cuenta la leyenda la muchacha más hermosa jamás vista vivía en un pueblecito de Italia, todos los hombres suspiraban al verla y hacían todo lo que se les ocurría para que ella tan solo les dedicara una sonrisa, más ella solo tenía ojos para un jornalero, el cual le profesaba el mismo amor. Para demostrárselo todos los días el jornalero le llevaba una rosa blanca  a su casa, todos los días sin faltar ninguno. Los dos, enamorados como estaban, decidieron casarse cuando la cosecha de los viñedos terminara. La noticia fue recibida con gran alegría e ilusión por todo el pueblo, y aunque había numerosos hombres entristecidos por perderla, vieron lo felices que eran y se rindieron sin molestar, contentos de que la muchacha estuviera en buenas manos. Sin embargo, uno de los señores feudales que había salido a cabalgar esa mañana la vio, y al instante quiso tenerla para si. Sin dudarlo un momento la secuestró  y la forzó tantas veces como quiso mientras ella suplicaba clemencia. Cuando el señor la hubo usado la liberó echándola como a un perro sin compasión y  ella volvió a  su hogar donde la esperaba su jornalero. Si ella hubiese contado sus pesares  y dudas él la habría ayudado, superando juntos todo el dolor, pero la muchacha sentía pena por si misma, por haber sido deshonrada contra su voluntad . Era incapaz de mirar a su amado sin sentirse sucia, por eso cuando el jornalero pasó por su casa con su rosa blanca diaria ella lloró desconsoladamente y en un acto desesperado, se suicidó. La joven muchacha  murió al instante debido a la caída desde su balcón. Él la encontró al día siguiente muerta en el piso aferrando la rosa ,ahora manchada de sangr,e con las dos manos. El jornalero se sumió en un terrible tristeza de donde nadie podía sacarlo, pensando día y noche en por qué su amada lo había abandonado de tan cruel manera. Hasta que un día un hombre mayor se acercó a él diciéndole ser un siervo del señor feudal que vivía cerca de allí, el anciano le contó toda la historia, ya que él, lo había visto todo sin poder hacer nada para evitarlo. Lleno de furia el muchacho juró vengarse y en una noche de tormenta se filtró en el castillo y mató al hombre que le había arrebatado a su amada, con tan poca piedad como él tuvo con la joven. Los criados que encontraron el cuerpo de su señor juraban que era la cosa mas horrible que podían haber imaginado ,pero era un secreto a voces quien había sido el culpable, ya que junto al cuerpo había una rosa blanca cubierta de sangre”

Ese es nuestro símbolo, ya que el pobre jornalero ,era un Vettore.

Capítulo 1 Allanamiento de morada


Leo





En la actualidad...

Una brisa de aire fresco me revolvió el cabello, impidiendo que fijara la mirada en la ventana que se iluminaba al otro lado de la calle. Mis piernas estaban engarrotadas, todos los músculos tensos y la piel tan fría que apenas podía sentir el contacto de mi pelo sobre la mejilla. Moví los dedos lentamente, soltando la rama en la que estaba sujeta para apartarme el pelo de la cara y  colocarlo tras mi oreja. Otra ráfaga de aire hizo que todo mi cuerpo temblara y los dientes comenzaran a castañear sin poder evitarlo. Resistiendo para no morir de frío escondida entre las hojas de un árbol ,vi como la luz de la ventana que llevaba observando durante horas, se apagaba. Inconscientemente suspiré y relajé el cuerpo permitiéndome unos segundos de alivio. Un grave error. Ya que un tirón en el gemelo me hizo resbalar y casi caer al suelo . Apretando los dientes por el dolor me agarré a otra rama mientras con los pies me impulsaba hacía arriba.
-joder- mascullé cuando oí a dos hombres que se dirigían hacía mi
Subí hasta la última rama, esta vez con mucho sigilo y escuché como los dos guardias hablaban.
-he oído algo por aquí- comentó uno de ellos
-¿Dónde? – preguntó el otro algo aburrido sin ni siquiera molestarse en mirar hacía los lados
Los dos hombres se pararon justo debajo mía, menuda suerte, ya que si hacía el menor movimiento me descubrirían. El árbol, frondoso como era, me proporcionaba un buen escondite pero para nada seguro. Ahora solo  tenía que esperar a que se fueran y rezar para que no tardaran mucho, ya que el gemelo me rabiaba debido al dolor.
-por aquí- respondió el primer guardia señalando la zona donde se encontraban.
Al parecer, al otro guardia le picó la curiosidad, porque también echó una ojeada al jardín , o quizás solo quería verificar que no pasaba nada para volver al calor de la casa. Para mi mala suerte ,miró hacía arriba. Me pegué  aún más al tronco completamente rígida intentando que los colores oscuros de mi ropa no les permitieran ver que yo estaba allí.
Oí como a un par de metros , donde se encontraba otro árbol , cantaba un búho. Dejaron de mirarme para ir hacía allí.
-era un búho, borrico
Escuché un ruido secó no muy fuerte. Creo que el segundo guardia le dio un collejón al otro. Pocos segundos después ,los dos se iban por donde habían venido hablando entre ellos. No sabía que había estado aguantando la respiración hasta que solté el aire con fuerza al verlos lejos de donde me encontraba. Levanté la cabeza por encima de las ramas y vi a mi compañero, Leo,  subido en el otro árbol mirándome con reproche. Le sonreí trémulamente y le guiñe un ojo antes de volver a esconderme. Casi pude ver la sonrisa que intentaba esconder ,antes de que recobrara la seriedad habitual que tenía cuando trabajábamos. El ruido de un motor captó mi atención. Un bmw azul  salía de la casa a toda velocidad. Al fin, pensé  aliviada. Sonreí interiormente y salté al suelo cayendo de cuclillas. Leo ya estaba esperándome.
-pensé que no se iba nunca- le comenté
- llevamos tres horas ahí arriba, ya no sentía ni un músculo
-ah, muy buena idea lo del búho, me has salvado el pellejo- le dije agradecida mientras caminábamos hacía la entrada.
Lo mire ante la falta de respuesta y vi como se encogía de hombros quitándole importancia. Dejé el tema a un lado sabiendo que le incomodaban los agradecimientos. Siempre decía que era su trabajo protegerme. Y es verdad que sin él, habría muerto ya una par de veces, y aúnn así, nunca permitía que sacara a colocación esos incidentes ni que se lo agradezca de ninguna manera. Rodé los ojos para ponerlos en blanco. Manías, todos tenemos unas cuentas de esas.
-yo buscaré en su despacho que esta en el ala este,  tú busca por el ala oeste en su habitación, aprovechemos que se ha ido ¿de acuerdo?- le pregunté
-sí- accedió él- y ten cuidado
-no lo necesito-( vale ,soy algo arrogante, pero es lo que hay)
Leo salió corriendo hacía el otro lado de la enorme casa de dos plantas.  Yo, por mi parte, hice palanca en una de las ventanas. Un chasquido y se abrió. Que seguridad más pésima, aunque no me esperaba otra casa viniendo de mi anfitrión.  Me colé dentro cayendo sobre una alfombra bien mullida. Lo primero que hice fue cerrar la ventana para que no sospecharan. Nadie deja las ventanas abiertas a las dos de la madrugada en pleno invierno. Algo frío y metálico tocó mi nuca haciendo que mis instintos chillaran por la alarma. Quise girarme pero una voz masculina, evidentemente enfadada, me ordenó estarme quieta.
-si te mueves apretare el gatillo- (como si no me hubiera quedado claro)
Levanté las  manos despacio analizando la situación. No tenía miedo, bueno, quizás un poco, pero no era la hija del mayor mafioso de Italia sin haberme enfrentado a situaciones como esta anteriormente.
-tranquilo, no voy hacer nada- le respondí con voz sosegada
Me volví lentamente sin hacer ningún movimiento brusco, lo único que me hacía falta es que apretara el gatillo porque se hubiera asustado. Poco a poco pude ver a mi adversario. Y joder, ahora si estaba asustada. A pesar de que en la habitación no había ninguna lámpara encendida, la luz de la luna se filtraba lo suficiente por la ventana para que me permitiera ver su cabello negro azabache, sus ojos grises como el humo, unas facciones duras con la mandíbula apretada y unos labios carnosos, el inferior algo mas grueso que el de arriba. Debería medir 1´85 y tenía una complexión de atleta, con fuertes músculos y anchos hombros. Ese hombre podría partirme el cuello en dos segundos sin que me hubiera enterado. Pero aún así, pensé irritada, era atractivo, terriblemente atractivo.
Tenía que dejar aun lado esos pensamientos y buscar un modo para escapar y terminar el trabajo que me había traído hasta aquí. No me malinterpretéis, no me importa mucho mi profesión, es algo así como el negocio familiar y cada día lo odio más. Odio las mentiras y los engaños, odio tener que ir siempre armada, odio tener a los guardias siempre a mi alrededor y odio no tener libertad. Y creedme cuando os digo que todos los lujos que poseo jamás lo compensa.
-¿Quién eres y qué haces  aquí?- me preguntó el hombre con voz dura devolviéndome al presente
Mi mente buscó  rápidamente una mentira. Después de tantos años , lo hacía casi inconscientemente.
-lo…lo siento, yo…yo no quería, es que- apreté los ojos con fuerza para que me salieran las lágrimas mientras intentaba que mi voz sonara lo más afligida y asustada posible- un hombre me seguía y ha intentado…- una lágrima calló por mi mejilla ¡bien!- solo estaba asustada, buscando algún sitio donde…esconderme
No suelo jugar con estos temas pero era necesario ,además no me era difícil meterme en el papel ya que… No , ahora no era momento para recordar malos momentos.
-¿qué hacía por aquí a estas horas?- me preguntó con voz a una más dura ,si eso era posible
-estaba con mi amiga, habíamos quedado para cenar…su casa no queda lejos de aquí – me callé para darle algo de drama y limpiarme las lágrimas con la manga- no me di cuenta de lo tarde que era hasta…hasta que me encontré sola en la calle y ese hombre intentaba acorralarme.
El hombre no se creía del todo mi cuento, parecía listo, a diferencia de los que había en el jardín. Pero el torrente de lágrimas que solté a continuación lo obligó a bajar el arma y acercarse a mi para abrazarme mientras intentaba tranquilizarme.
-ya estas a salvo
Mierda, a pesar de que mintiera a menudo ,no me gustaba  hacerlo .Y ahora sentía el dulce sabor de la culpabilidad. No había más remedio, me decía para convencerme. Tenía que hacer mi trabajo.
-lo siento- le dije al oído
Él reaccionó al instante percatándose de que lo había engañado. Pero yo, ya había cogido un jarrón que tenía a mi derecha y se lo rompí en la cabeza. El hombre cayó inconsciente al suelo con una herida sangrándole en la cabeza. Me dirigí a la salida dejándolo ahí, pero tuve un momento de debilidad, y lo miré. Ya no fui capaz de mover los pies hacía la puerta, sino que andaban por si solos  hasta él. ¿Desde cuando tengo conciencia? Al parecer se pone a trabajar de vez en cuando, y esa noche era una de ellas.
Me agaché junto a él y saqué un cuchillo de mi bota. Corte un pedazo de mi camiseta y se la puse alrededor del corte con cuidado. Tampoco era necesario que se desangrase. Quise ponerlo sobre la cama pero pesaba demasiado y no conseguí moverlo apenas unos centímetros. Al mirarle más detenidamente no parecía tan mayor, quizás unos años más que yo, rondaría los 24 , pero no el hombre que me había parecido en un principio. Aunque a lo mejor eso se debía a que ya no intimidaba tanto. De repente me di cuenta del peligro que corría y salí corriendo para encaminarme al pasillo lo más sigilosamente que podía. Según mis espías el estudio debería de estar…
-aquí- abrí la puerta y asomé la cabeza, cerciorándome de que estaba vacía.
Una vez comprobada de que fuera segura entré. Empuñé mi pistola (solo por si acaso) y me acerqué al escritorio para registrarlo. Gracias a la chimenea que aun estaba encendida se podía ver perfectamente la estancia. Las estanterías repletas de libros bien ordenados, un sofá de terciopelo verde junto a una mesita pequeña de cristal donde había un botella de vino y una copa, la chimenea y al otro lado el escritorio. Abrí el primer cajón. Facturas de la luz, el agua, teléfonos, etc. El segundo  más papeles sin sentido. Fui al otro lateral y más de lo mismo. Suspiré y me puse a revisar los que tenía sobre el escritorio, pero solo eran proyectos de trabajo. Maldita fuera, tenían que estar aquí. Revisé los libros de la estantería pasando rápidamente mis manos entre unos y otros. Pero no había nada. Me acerqué al fuego para calentar mis manos  y el danzar de las llamas me hipnotizó. Sabía lo que mi mente hacía. Desconectar para buscar la salida de este embrollo. Pero esta noche no lograba concentrarme y lo único que estaba consiguiendo era perder el tiempo .Al ver que no se me acorría nada volví al escritorio para sacar las facturas de su teléfono y guardármelas, a lo mejor me servían para algo. Un posible socio o simplemente para tenerlo vigilado. Cerré el cajón después de guardar las demás pero algo me lo impedía. Lo volví abrir. (parecía que esa noche no iba hacer más que abrir y cerrar cajones)  palpé el interior para encontrar que lo obstruía. Más no vi nada extraño. Frunciendo el ceño, (gesto que hago cada vez  que me molesto) mire más detenidamente por los rincones y encontré un cajón falso en la parte superior. Sonreí con suficiencia. Saqué el cuchillo y quité la parte de arriba, tan solo era una tablilla de madera y moviéndola varias veces salió con facilidad. Dentro había tres sobres sin cerrar. En el primero solo había un papel con seis dígitos. En le segundo encontré varias fotos de él besándose con una rubia  veinteañera. Alcé una ceja mientras las ojeaba. Esa ,desde luego, no era su mujer y si las tenía significaba que lo había intentado chantajear y había conseguido librarse. Idiota por guardarlas. Me las guarde junto con las facturas y el otro pepelito. El tercer sobre contenía un contrato. Sonreí satisfecha. Esto era lo que había venido a buscar.
La puerta se abrió y apareció un hombre mayor de unos cuarenta años, algo canoso envuelto en una bata burdeos. Dios no quería pensar que debajo no llevara nada. Se sobresaltó al verme y yo le apunté con la pistola.
-Isabella- dijo despacio, evaluando la situación supuse
-Diego ¿sorprendido de verme?- le pregunté socarronamente.
Él miró el folio que sostenía con la otra mano y se puso lívido. Muestra de su nerviosismo fue la mano que aun sujeta al picaporte que comenzó a temblar visiblemente.
-¿pensaste que no nos enteraríamos?- inquirí intentando acobardarlo
Diego no respondió, no se si por falta de respuesta o porque el miedo no le permitía hablar.
-te ofrecemos nuestra casa y tú nos pagas robándonos- no le iba a decir que lo habíamos puesto a prueba para saber si era digno de confianza, evidentemente, no la superó- Diego, entra y sientate
El hombre cerró la puerta tras de si y se dejó caer en el sofá. Yo rodeé el escritorio y me apoyé sobre la chimenea. Leyendo de vez en cuando el contrato
-dime Diego , ¿que me ofreces por dejarte con vida?
-lo…lo que q…quieras- dijo con dificultad debido al tartamudeo
-mmm para empezar quiero la daga escarlata- él  cada vez estaba más pálido-ya he visto el contrato y te han pagado una pequeña fortuna por mi reliquia familiar- enfaticé la palabra mi para que no dará pie a ninguna duda- y la quiero de vuelta
-pero no puedo-se quejó casi con lágrimas en los ojos
-entonces tendré que matarte, te doy tres días, ese es tu límite de tiempo
-¿tres días?-preguntó con voz ahogada- no la encontraré y en todo caso no podré pagarla
Lo miré sin pestañear totalmente seria y cada vez más cabreada. La daga era una joya muy antigua. La hoja estaba hecha en un monasterio de china, forjada con el mejor acero y el mango recubierto de oro con rubíes incrustados de una valor incalculable. Si estaba en el mercado negro, como creía, no sería difícil encontrarla, otra cosa sería poder pagarla pero ese era su problema. Yo quería lo mío, ya que era lo único que me quedaba de mi madre, lo dejó solo para mi y no iba  a permitir perderlo.
-si no lo consigues no solo te torturare hasta matarte, tu mujer se enterara de tu infidelidad y conseguiré que tus hijas te odien, no me hagas perder la paciencia- le amenace y me di cuenta que mi voz refundaba odio
-por favor  solo dame más tiempo
-no, y te advierto que si intentas escapar tu familia pagará por tu deslealtad
Vi exactamente el momento en el que la desesperación se apoderó de él ,y se abalanzó contra mi directo a darme un puñetazo. Lo esquivé girando el cuerpo hacía la izquierda y con mi  pierna estirada hice una arco imaginario en el aire para darle en la mandíbula con toda la fuerza posible. Cayó con un golpe secó agarrándose la barbilla con fuerza. Creo que se la había roto. Me puse en cuclillas apuntándole con la pistola. Chasqueé la lengua varias veces antes de decir.
-eso no ha estado bien- y acto seguido le dio con el mango en la sien.
Al instante comenzó a sangrar. Me levanté y le di la espalda mientras él se incorporaba.
-tres días, no lo olvides
Diego hizo una especie de gruñido,  una mezcla entre dolor y aceptación.
-ah, tienes a uno de tus guardias malherido en la tercera habitación desde aquí- le dije mirándolo por encima del hombro
-no hay guardias dentro de la casa- dijo confuso
Me giré en redondo para mirarle.
-había un guardia esta noche en la habitación- repliqué arrastrando las palabras
-y yo te he dicho que no tenemos guardias dentro de la casa- tenía que ser verdad sino no se atrevería a contradecirme en estas circunstancias.
Salí corriendo del estudio hacía la habitación donde había dejado al hombre inconsciente. Algo me olía mal. Abrí la puerta de un portazo y dirigí mi mirada al suelo donde él ya no estaba

Prólogo




Hace 19 años..

Lo que menos me apetecía esta noche era tener que ir a esa reunión, era un noche de frió invierno donde el aire te congelaba los dedos sin que te diera tiempo a enterarte . Cerré mi abrigo más fuertemente y me froté las manos para meterlas en calor, algo que no daba mucho resultado, y acabé por meterlas de nuevo en los bolsillos. Caminé más rápidamente para llegar lo antes posible a la plaza  donde había quedado con mi fiel amigo ,Ángel. Mientras andaba recordé lo cómodo que estaría ahora en el sofá junto a mi mujer y mi pequeña hija recién nacida, Isabella, pensar que algo tan hermoso lo había creado yo junto a mi mujer era algo que no entendía. Tenía muchísimas ganas dar media vuelta e ir hacía mi casa para reunirme con ellas, pero sabía muy bien que si no me presentaba a esa reunión  sería dejar  a un amigo colgado y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir. Al girar la calle llegué a mi destino. En el centro de la plaza había una enorme estatua de piedra, le escena representaba a un humano de rodillas con la cabeza agachada y de pie un ángel de enormes alas apuntándole con una espada “justicia divina” se llamaba la estatua , y apoyado sobre ella estaba Ángel junto con dos hombre más.
-ya era hora de que aparecieras, Giorgio- dijo Ángel acercándose a mi
-he salido en cuento me has llamada y he venido sin coche no podía ir más rápido
-ya, ya lo se¿ sabes lo que se esta cociendo esta noche en los bajos fondos de la ciudad?- me preguntó yendo directamente al grano, una cualidad que admiraba mucho en él
-algo he oído, se rumorea que se están reuniendo los mayores jefes del crimen organizado
- exacto y se donde- afirmó él lleno de satisfacción
- Ángel, aunque este metido en el negocio del  contrabando, no tengo la más mínima intención de subir los estaños para ser el jefe de esta zona – le expliqué pacientemente
-lo se, lo se, llevo contigo desde que eramos niños y robábamos en los muelles para poder comer y se que no tienes ínfulas de poder, yo tampoco a decir verdad, ya sabes que me gusta mantenerme al margen mientras tú das las ordenes
-eso lo se de buena tinta- me quejé aunque lo hice sonriendo
Él me devolvió la sonrisa antes de seguir.
-si te he llamado ha sido porque fuentes muy fiables me han confirmado que Antonio estará presente
Dejé de sonreír al escuchar eso. Antonio era otro contrabandista de esta zona con el que habíamos tenido innumerables problemas. En más  de una ocasión habíamos salido con heridas de bala y perdiendo a algún compañero por culpa de un chivatazo que había llegado a oídos de  Antonio, si él pensaba reunirse con los altos mandos nada bueno podía salir de ahí.
-esto no me da buena espina- le comenté a Ángel
-pensé que te interesaría saberlo
-y acertaste-le dije- como siempre, déjame pensar un momento a solas
Ángel asintió y se fue hacía la estatua donde los otros dos hombres lo seguían esperando. Caminé en círculos  asimilando la noticia que me había dado. Una reunión de las mafias era algo a tener en cuenta, aquello debería estar más protegido  que la casa real y armados hasta la médula, pero si era verdad que Antonio estaba allí tenía que hacer algo, sino tomaría represalias contra nosotros por todos los problemas que nos habíamos causado mutuamente ,y teniendo el apoyo de uno de los grandes ya podía ir eligiendo el ataúd con el que quería enterrarme. Tenía la posibilidad de huir, coger las maletas y desaparecer, pero no podía hacer eso, no podía condenar a mi hija a una vida de huida y exilio. No obstante, la parte de mi mismo que recordaba cada mañana al despertar la sonrisa de un niña de doce años ,solo para que esa preciosa imagen se reemplazara  por otra más negra  y cruel,  la imagen de la misma niña muerta a manos de Antonio, esa parte ya había tomado una decisión. La parte que no olvidaba, clamaba venganza desde hacía dos años, y a hora era una oportunidad para poder realizarla. Toqué la pistola que tenía en el bolsillo de la chaqueta y suspiré, mi mujer, mi hija, mi hogar,todo lo estaba arriesgando esta noche.
-Ángel- lo llamé mientras me iba acercando hacía él
-quiero que sepas que te apoyare en lo que decidas- me dijo
Asentí agradeciendo su confianza y lo miré largo rato antes de hablar.
-vamos a ir, dime todo lo que sepas
-bien, estos son José y Angelo, José es el propietario del bar donde se encuentran y Angelo es un camello, su proveedor es Antonio
-si eso es verdad ¿ Qué haces aquí?- le pregunté a Angelo con la mirada dura
El hombre se puso nervioso bajo mi mirada y tragó compulsivamente. Era un muchacho delgaducho que acaba de entrar en la adolescencia, otro niño que vivía en los bajos fondos.
- Antonio mató a mi hermana, señor 
No le respondí, en cambio le pregunté a Ángel.
-¿ es de fiar?
La pregunta era mera formalidad, Ángel es un maniático  de la seguridad y no lo habría traído aquí si no fuera de confianza
-sí- declaró él totalmente seguro- ¿ qué plan has pensado?
-dejamelo a mí, yo iré a mi casa a por unos documentos tú consigue reunir a todo el que este de nuestro lado, aunque dudo de que sirva de algo ,nos encontraremos en el bar de José dentro de una hora y media
Pasó el tiempo pactado y yo esperaba dentro del antro de José, no podía calificarse como otra cosa y me extrañaba de sobre manera que las mafias más poderosas se hubieran reunido allí. Era inevitable pensar que me estaban tendiendo una trampa, pero el instinto le decía todo lo contrario. La puerta se abrió y Ángel entró junto con diez hombres más, todos con aspecto amenazador y armados. Con una inclinación de cabeza mi amigo me indicó que subiera las escaleras hacía la zona privada donde estaban todos reunidos. A fuera del bar había varios guardias apostados y admiré como  nuestros aliados habían entrado sin armar el menor escandalo. Me levanté y subí las escaleras con ellos detrás. Los dos primeros guardias que aparecieron los dejé inconscientes antes de que consiguieran dar la alarma. Los cuatro siguientes tenían las armas cargadas y estaban apuntándonos dispuestos a matarnos, pero nosotros estábamos preparados y los cuatro murieron, sin embargo, los disparos habían alertado a los demás. La puerta se abrió dando paso a tres hombres que empezaron a disparar, nos tiramos al suelo y nos ocultamos en una pared, cinco a un lado y cinco enfrente mía, ocultos en otra pared, entre ellos Ángel. No, no eramos cinco, a uno le habían disparado en el pecho varias veces  y caía rodando por las escaleras. Los disparos cesaron, pero no me atrevía a mirar, los otros hombres tenían que estar a la espera para aniquilarnos a la primera de cambio. Le hice una señal a Ángel  y este  asintió. Cargué la pistola y salí fuera de la pared, los tres hombres estaban preparados pero fui más rápido, le dispare a uno en la frente y cayó al suelo antes de que pudiera apretar el gatillo, Ángel me cubrió las espaldas matando al que me estaba apuntando, pero quedaba uno que comenzó a disparar sin siquiera apuntar sabiendo que estaba acorralado,nos ocultamos de nuevo en la pared más no hacía falta, los hombres contratados por Ángel eran realmente eficientes, lo eliminaron antes de que nos hubiéramos puesto a salvo, lamentablemente uno de los nuestros había caído. Se hizo un tenso silencio mientras terminábamos se subir las escaleras. Pegué una patada a la puerta y me aparté, al instante comenzaron los disparos, como ya esperaba. No iban a parar y mucho menos dejarme acercarme a ellos para que me escucharan, tenía que hacer algo que no esperaran. Dejé a los hombre allí mientras corría hacía la ventana, muchos me miraron sin poder creerselo los estaba abandonando. Salí por la ventana y me monté en la tapia.
-no mires abajo, en las películas siempre dicen que no mires abajo- me murmuraba mientras andaba por la repisa de apenas 30 centímetros de ancho con la espalda apoyada en la pared.
Mi objetivo estaba en la otra ventana que había a mi lado, estaba a tan solo unos pasos pero me  parecía que cada vez estaba más lejos. Solté un suspiro cuando toqué el marco de la ventana. Estaba cerrada.
-me cago en los tontos
Con el culo de la pistola rompí el cristal y salté dentro antes de que se giraran a por mi. Derribé de un puñetazo al hombre que estaba más cerca y agarré por el cuello a uno de los que estaba sentado apuntándole con la pistola en la sien. No le veía la cara pero por su porte y su fría tranquilidad se notaba que era uno de los jefes, la respuesta de los demás hombres me lo confirmaron ya que se quedaron paralizados sin saber que hacer.
-¿ qué es lo que quiere?- me preguntó el que tenía aprisionado
-hablar- observé a todos y cada uno de los presentes en la habitación y no tarde en localizar a Antonio en una esquina
-te has tomado muchas molestias para eso ¿no crees?- el que habló estaba sentado enfrente y rodeado por diez hombres, tenían un ligero acento pero hablaba a la perfección el Italiano- diga pues que es lo que necesitaba decir con tanta urgencia
Me extrañé de que el que tuviera la palabra fuera ese hombre  y no al que apuntaba. Mirando de reojo a los demás hombres hice que se girara mi prisionero. Luciano Caraveti, el padre de las mafias Italianas, el regente de todo. Estaba muerto, este no era un jefe cualquiera al que Antonio había pedido ayuda, este era el más grande y más temible. No dejé entrever mi sorpresa, pero seguía sin saber por qué Luciano no me mataba y permitía hablar a el otro hombre sentado. Este estaba oculto en la oscuridad y cuando se levantó mostrándome su rostro se me heló la sangre. Jonh Simmons, el gran magnate de la mafia estado unidense. Era imposible que saliera con vida de aquí ,esos hombres eran los más temidos del plantea junto con Nicolai Petrov el jefe ruso. Las demás mafias por mucho dinero e influencias que poseyeran no tenían ni la mitad de poder que estos tres hombres ,y por suerte el último no se encontraba aquí. Aunque la única diferencia sería que recibiría un disparo más que menos. Ocultando todo eso bajo mi expresión hablé lo más tranquilo que pude.
-¿ Por qué está él aquí?- pregunté señalando a Antonio
Jonh rió asperamente
- no estas en condiciones de exigir ni de preguntar, muchacho- me dijo este
Luciano, al que estaba apuntando estaba empezando a perder la paciencia y haciendo algo que nadie esperaba lo solté y dejé mi pistola sobre la mesa. Jonh me miró interesado pero Luciano en seguida levantó la mano con un cuchillo en ella para matarme. El jefe Italiano era más mayor de lo que esperaba rondaría los 55 y a pesar de que aún tenía un complexión que muchos envidiarían ,no estaba en condiciones para enfrentarse a mi. Otra cantar  era los seis guardias que había a su alrededor o el mismísimo Antonio.
- dejemosle que hable- intervino Jonh antes de que Luciano me atacara
La baza que había pensado usar habría sido más que suficiente con otro cualquiera e incluso con Luciano ya que era referente a él, pero si no me creía... bueno prefería no pensar en eso.
Ángel junto a los demás hombre entraron mientras  yo comenzaba hablar.
-estoy aquí porque tengo información sobre Antonio que le interesará- contesté con voz neutra mirando  a Luciano.
Metí la mano dentro de mi chaqueta y al instante todas las armas que había en la habitación me apuntaron, no hice ningún movimiento brusco y me moví lentamente para sacar el sobre marrón  que tenía guardado y tirarlo sobre la mesa. No aparté los ojos de Luciano mientras este lo abría y miraba su contenido.
-¿Por qué debería importarme esta mujer ? Con tantos golpes no la reconocería ni su madre, no me interesa a quien haya matado Antonio - dijo Luciano dejando la foto sobre la mesa
-le interesa porque esa mujer era María Caraveti, su mujer desaparecido hace seis meses
Lo siguiente pasó tan rápido que no acerté a comprenderlo del todo. Lo primero que ví fue como Antonio sacaba su pistola y disparaba a Luciano matándolo. Los guardias reaccionaron tarde los muy estúpidos, pero después del primer disparo Antonio no pudo hacer un segundo, lo acribillaron a  balazos sin la más mínima piedad, porque si era como creía, acababan de matar a su jefe, y eso se pagaba muy caro. Los guardias de Jonh hicieron una muralla a su alrededor protegiéndolo, mis hombres se quitaron de la linea de fuego todos bien armados y yo, por mi parte , me tiré hacía la mesa agarrando el arma. Todo habría acabado ahí sino fuera porque Antonio no estaba solo y tres hombres que estaban a nuestras espaldas dispararon también, mis hombres eran los que los tenían más a tiro y acabaron con ellos con rapidez solo uno consiguió esquivar las balas usando de escudo a uno de los hombres de Jonh Simmons, aprovechando el hueco entre las defensas del jefe intentó matarlo, no se porque me moví o porque corrí pero el caso es que salté sobre Jonh  evitando que la bala le diera en el pecho y rodando por el suelo esquivando las balas le disparé en la rodilla al otro hombre, era lo único a lo que podía apuntar. Cayó al suelo gritando y uno de los que protegía a Luciano dio el golpe final para matarlo. Todo se quedó en silencio después de eso. Los guardias de Jonh  se pusieron en movimiento rápidamente para ayudar a su jefe mientras que los de Luciano comprobaban si el jefe de la mafia Italiana estaba muerto,y así era. Yo me levanté sacudiéndome el polvo y me acerqué hasta lo que quedaba de Antonio, ya que después de tantos balazos su cuerpo estaba realmente agujereado y todo el suelo estaba cubierto de su sangre. No sentía ninguna pena por él, solo lamentaba no haberlo matado yo al igual que hizo él con mi pequeña hermana hacía dos años, o con la hermana de José, el niño que había visto esta noche, o incluso como lo que le había echo a la mujer de Luciano y a tantas más que no sabían.
-muchaho- dijo Jonh rodeado de nuevo por sus hombres, jamás me imagine que me llamaría muchacho, nadie lo hacía desde que cumplí los dieciséis, ya que a esa edad ya era más gran y con más hombros que cualquiera de más edad, y eso a pesar de que mi alimentación no era muy buen.- ¿ Qué edad tienes?
-veinticinco- respondí, Ángel ya estaba a mi lado poniendo un mano en el hombro en señal de apoyo, había visto en el tiroteo como él me había cubrido mientras yo cogía la pistola
-me has salvado la vida, haciendo algo que ni mis propios hombres habrían echo, siempre tendré una deuda contigo- no le contesté, no necesitaba nada,excepto irme de aquí y no volver a tener que reunirme con los hombres más temibles del planeta en la misma habitación. Al ver que no decía nada él me preguntó- ¿por qué estabas aquí esta noche?
-para salvar mi pellejo, mi negocio y a mi familia,pero sobre todo por venganza
Jonh se puso una mano en la perilla que tenía frotándose la barbilla mientras me miraba.
-llegaras lejos, eres joven, asumes el riesgo de este oficio y pareces tener más cabeza que ese- y señaló con la cabeza al cuerpo inerte de Antonio luego pasó la mirada hacía Luciano pero no mostró ningún sentimiento- una pena que haya muerto, teníamos un trato, pero en fin, las cosas seguirán como antes
Me moría por preguntar a que se debía esta reunión pero sabía que pronunciar mis dudas en voz alta era peligroso.
-sabes muchacho- dijo dirigiéndose de nuevo hacia mi- Italia se ha quedado sin jefe, empezará una guerra por el pode
Yo asentí, era lo primero que había pensado al ver muerto a Luciano.
-algo me dice que un día de estos tú ocuparas el sitio que esta noche a quedado vacio
¿estaba diciendo que yo llegaría ser el jefe de todas las mafias de Italia? Lo dudaba mucho, y no tenía especial interés en ese futuro.
-gracias por  el halago, pero no lo creo, yo no quiero eso
Jonh chasqueó la lengua negando con la cabeza.
-habrá otros como Antonio, y si quieres proteger a ti y a tu familia, como has dicho antes- me recordó- necesitaras estar en la cima, no es seguro, este trabajo nunca lo es, pero todos te temerán y nadie se atreverá a desafiarte.
Esa idea se me coló en la mente como un gusanillo que se va comiendo la superficie de la manzana para entrar en su interior. Pero luego la descarté, yo no sería un jefe de la mafia, no teniendo a mi familia esperándome en casa.
-eso no le sirvió de mucho a Luciano