Leo |
En la
actualidad...
Una brisa de aire fresco me revolvió el cabello, impidiendo
que fijara la mirada en la ventana que se iluminaba al otro lado de la calle.
Mis piernas estaban engarrotadas, todos los músculos tensos y la piel tan fría
que apenas podía sentir el contacto de mi pelo sobre la mejilla. Moví los dedos
lentamente, soltando la rama en la que estaba sujeta para apartarme el pelo de
la cara y colocarlo tras mi oreja. Otra
ráfaga de aire hizo que todo mi cuerpo temblara y los dientes comenzaran a
castañear sin poder evitarlo. Resistiendo para no morir de frío escondida entre
las hojas de un árbol ,vi como la luz de la ventana que llevaba observando
durante horas, se apagaba. Inconscientemente suspiré y relajé el cuerpo
permitiéndome unos segundos de alivio. Un grave error. Ya que un tirón en el
gemelo me hizo resbalar y casi caer al suelo . Apretando los dientes por el
dolor me agarré a otra rama mientras con los pies me impulsaba hacía arriba.
-joder- mascullé cuando oí a dos hombres que se dirigían
hacía mi
Subí hasta la última rama, esta vez con mucho sigilo y
escuché como los dos guardias hablaban.
-he oído algo por aquí- comentó uno de ellos
-¿Dónde? – preguntó el otro algo aburrido sin ni siquiera
molestarse en mirar hacía los lados
Los dos hombres se pararon justo debajo mía, menuda suerte,
ya que si hacía el menor movimiento me descubrirían. El árbol, frondoso como
era, me proporcionaba un buen escondite pero para nada seguro. Ahora solo tenía que esperar a que se fueran y rezar
para que no tardaran mucho, ya que el gemelo me rabiaba debido al dolor.
-por aquí- respondió el primer guardia señalando la zona
donde se encontraban.
Al parecer, al otro guardia le picó la curiosidad, porque
también echó una ojeada al jardín , o quizás solo quería verificar que no
pasaba nada para volver al calor de la casa. Para mi mala suerte ,miró hacía
arriba. Me pegué aún más al tronco
completamente rígida intentando que los colores oscuros de mi ropa no les
permitieran ver que yo estaba allí.
Oí como a un par de metros , donde se encontraba otro árbol
, cantaba un búho. Dejaron de mirarme para ir hacía allí.
-era un búho, borrico
Escuché un ruido secó no muy fuerte. Creo que el segundo
guardia le dio un collejón al otro. Pocos segundos después ,los dos se iban por
donde habían venido hablando entre ellos. No sabía que había estado aguantando
la respiración hasta que solté el aire con fuerza al verlos lejos de donde me
encontraba. Levanté la cabeza por encima de las ramas y vi a mi compañero,
Leo, subido en el otro árbol mirándome
con reproche. Le sonreí trémulamente y le guiñe un ojo antes de volver a
esconderme. Casi pude ver la sonrisa que intentaba esconder ,antes de que
recobrara la seriedad habitual que tenía cuando trabajábamos. El ruido de un
motor captó mi atención. Un bmw azul
salía de la casa a toda velocidad. Al fin, pensé aliviada. Sonreí interiormente y salté al
suelo cayendo de cuclillas. Leo ya estaba esperándome.
-pensé que no se iba nunca- le comenté
- llevamos tres horas ahí arriba, ya no sentía ni un músculo
-ah, muy buena idea lo del búho, me has salvado el pellejo-
le dije agradecida mientras caminábamos hacía la entrada.
Lo mire ante la falta de respuesta y vi como se encogía de
hombros quitándole importancia. Dejé el tema a un lado sabiendo que le
incomodaban los agradecimientos. Siempre decía que era su trabajo protegerme. Y
es verdad que sin él, habría muerto ya una par de veces, y aúnn así, nunca
permitía que sacara a colocación esos incidentes ni que se lo agradezca de
ninguna manera. Rodé los ojos para ponerlos en blanco. Manías, todos tenemos
unas cuentas de esas.
-yo buscaré en su despacho que esta en el ala este, tú busca por el ala oeste en su habitación,
aprovechemos que se ha ido ¿de acuerdo?- le pregunté
-sí- accedió él- y ten cuidado
-no lo necesito-( vale ,soy algo arrogante, pero es lo que
hay)
Leo salió corriendo hacía el otro lado de la enorme casa de
dos plantas. Yo, por mi parte, hice
palanca en una de las ventanas. Un chasquido y se abrió. Que seguridad más
pésima, aunque no me esperaba otra casa viniendo de mi anfitrión. Me colé dentro cayendo sobre una alfombra
bien mullida. Lo primero que hice fue cerrar la ventana para que no
sospecharan. Nadie deja las ventanas abiertas a las dos de la madrugada en
pleno invierno. Algo frío y metálico tocó mi nuca haciendo que mis instintos
chillaran por la alarma. Quise girarme pero una voz masculina, evidentemente
enfadada, me ordenó estarme quieta.
-si te mueves apretare el gatillo- (como si no me hubiera
quedado claro)
Levanté las manos
despacio analizando la situación. No tenía miedo, bueno, quizás un poco, pero
no era la hija del mayor mafioso de Italia sin haberme enfrentado a situaciones
como esta anteriormente.
-tranquilo, no voy hacer nada- le respondí con voz sosegada
Me volví lentamente sin hacer ningún movimiento brusco, lo
único que me hacía falta es que apretara el gatillo porque se hubiera asustado.
Poco a poco pude ver a mi adversario. Y joder, ahora si estaba asustada. A
pesar de que en la habitación no había ninguna lámpara encendida, la luz de la
luna se filtraba lo suficiente por la ventana para que me permitiera ver su
cabello negro azabache, sus ojos grises como el humo, unas facciones duras con
la mandíbula apretada y unos labios carnosos, el inferior algo mas grueso que
el de arriba. Debería medir 1´85 y tenía una complexión de atleta, con fuertes
músculos y anchos hombros. Ese hombre podría partirme el cuello en dos segundos
sin que me hubiera enterado. Pero aún así, pensé irritada, era atractivo,
terriblemente atractivo.
Tenía que dejar aun lado esos pensamientos y buscar un modo
para escapar y terminar el trabajo que me había traído hasta aquí. No me
malinterpretéis, no me importa mucho mi profesión, es algo así como el negocio
familiar y cada día lo odio más. Odio las mentiras y los engaños, odio tener
que ir siempre armada, odio tener a los guardias siempre a mi alrededor y odio
no tener libertad. Y creedme cuando os digo que todos los lujos que poseo jamás
lo compensa.
-¿Quién eres y qué haces
aquí?- me preguntó el hombre con voz dura devolviéndome al presente
Mi mente buscó
rápidamente una mentira. Después de tantos años , lo hacía casi
inconscientemente.
-lo…lo siento, yo…yo no quería, es que- apreté los ojos con
fuerza para que me salieran las lágrimas mientras intentaba que mi voz sonara
lo más afligida y asustada posible- un hombre me seguía y ha intentado…- una
lágrima calló por mi mejilla ¡bien!- solo estaba asustada, buscando algún sitio
donde…esconderme
No suelo jugar con estos temas pero era necesario ,además no
me era difícil meterme en el papel ya que… No , ahora no era momento para
recordar malos momentos.
-¿qué hacía por aquí a estas horas?- me preguntó con voz a
una más dura ,si eso era posible
-estaba con mi amiga, habíamos quedado para cenar…su casa no
queda lejos de aquí – me callé para darle algo de drama y limpiarme las
lágrimas con la manga- no me di cuenta de lo tarde que era hasta…hasta que me
encontré sola en la calle y ese hombre intentaba acorralarme.
El hombre no se creía del todo mi cuento, parecía listo, a
diferencia de los que había en el jardín. Pero el torrente de lágrimas que
solté a continuación lo obligó a bajar el arma y acercarse a mi para abrazarme
mientras intentaba tranquilizarme.
-ya estas a salvo
Mierda, a pesar de que mintiera a menudo ,no me gustaba hacerlo .Y ahora sentía el dulce sabor de la
culpabilidad. No había más remedio, me decía para convencerme. Tenía que hacer
mi trabajo.
-lo siento- le dije al oído
Él reaccionó al instante percatándose de que lo había
engañado. Pero yo, ya había cogido un jarrón que tenía a mi derecha y se lo
rompí en la cabeza. El hombre cayó inconsciente al suelo con una herida
sangrándole en la cabeza. Me dirigí a la salida dejándolo ahí, pero tuve un
momento de debilidad, y lo miré. Ya no fui capaz de mover los pies hacía la
puerta, sino que andaban por si solos
hasta él. ¿Desde cuando tengo conciencia? Al parecer se pone a trabajar
de vez en cuando, y esa noche era una de ellas.
Me agaché junto a él y saqué un cuchillo de mi bota. Corte
un pedazo de mi camiseta y se la puse alrededor del corte con cuidado. Tampoco
era necesario que se desangrase. Quise ponerlo sobre la cama pero pesaba
demasiado y no conseguí moverlo apenas unos centímetros. Al mirarle más
detenidamente no parecía tan mayor, quizás unos años más que yo, rondaría los
24 , pero no el hombre que me había parecido en un principio. Aunque a lo mejor
eso se debía a que ya no intimidaba tanto. De repente me di cuenta del peligro
que corría y salí corriendo para encaminarme al pasillo lo más sigilosamente
que podía. Según mis espías el estudio debería de estar…
-aquí- abrí la puerta y asomé la cabeza, cerciorándome de
que estaba vacía.
Una vez comprobada de que fuera segura entré. Empuñé mi
pistola (solo por si acaso) y me acerqué al escritorio para registrarlo.
Gracias a la chimenea que aun estaba encendida se podía ver perfectamente la
estancia. Las estanterías repletas de libros bien ordenados, un sofá de
terciopelo verde junto a una mesita pequeña de cristal donde había un botella
de vino y una copa, la chimenea y al otro lado el escritorio. Abrí el primer
cajón. Facturas de la luz, el agua, teléfonos, etc. El segundo más papeles sin sentido. Fui al otro lateral
y más de lo mismo. Suspiré y me puse a revisar los que tenía sobre el
escritorio, pero solo eran proyectos de trabajo. Maldita fuera, tenían que
estar aquí. Revisé los libros de la estantería pasando rápidamente mis manos
entre unos y otros. Pero no había nada. Me acerqué al fuego para calentar mis
manos y el danzar de las llamas me hipnotizó.
Sabía lo que mi mente hacía. Desconectar para buscar la salida de este
embrollo. Pero esta noche no lograba concentrarme y lo único que estaba
consiguiendo era perder el tiempo .Al ver que no se me acorría nada volví al
escritorio para sacar las facturas de su teléfono y guardármelas, a lo mejor me
servían para algo. Un posible socio o simplemente para tenerlo vigilado. Cerré
el cajón después de guardar las demás pero algo me lo impedía. Lo volví abrir.
(parecía que esa noche no iba hacer más que abrir y cerrar cajones) palpé el interior para encontrar que lo
obstruía. Más no vi nada extraño. Frunciendo el ceño, (gesto que hago cada
vez que me molesto) mire más
detenidamente por los rincones y encontré un cajón falso en la parte superior.
Sonreí con suficiencia. Saqué el cuchillo y quité la parte de arriba, tan solo
era una tablilla de madera y moviéndola varias veces salió con facilidad.
Dentro había tres sobres sin cerrar. En el primero solo había un papel con seis
dígitos. En le segundo encontré varias fotos de él besándose con una rubia veinteañera. Alcé una ceja mientras las
ojeaba. Esa ,desde luego, no era su mujer y si las tenía significaba que lo
había intentado chantajear y había conseguido librarse. Idiota por guardarlas.
Me las guarde junto con las facturas y el otro pepelito. El tercer sobre
contenía un contrato. Sonreí satisfecha. Esto era lo que había venido a buscar.
La puerta se abrió y apareció un hombre mayor de unos
cuarenta años, algo canoso envuelto en una bata burdeos. Dios no quería pensar
que debajo no llevara nada. Se sobresaltó al verme y yo le apunté con la
pistola.
-Isabella- dijo despacio, evaluando la situación supuse
-Diego ¿sorprendido de verme?- le pregunté socarronamente.
Él miró el folio que sostenía con la otra mano y se puso
lívido. Muestra de su nerviosismo fue la mano que aun sujeta al picaporte que
comenzó a temblar visiblemente.
-¿pensaste que no nos enteraríamos?- inquirí intentando
acobardarlo
Diego no respondió, no se si por falta de respuesta o porque
el miedo no le permitía hablar.
-te ofrecemos nuestra casa y tú nos pagas robándonos- no le
iba a decir que lo habíamos puesto a prueba para saber si era digno de
confianza, evidentemente, no la superó- Diego, entra y sientate
El hombre cerró la puerta tras de si y se dejó caer en el
sofá. Yo rodeé el escritorio y me apoyé sobre la chimenea. Leyendo de vez en
cuando el contrato
-dime Diego , ¿que me ofreces por dejarte con vida?
-lo…lo que q…quieras- dijo con dificultad debido al
tartamudeo
-mmm para empezar quiero la daga escarlata- él cada vez estaba más pálido-ya he visto el
contrato y te han pagado una pequeña fortuna por mi reliquia familiar- enfaticé
la palabra mi para que no dará pie a
ninguna duda- y la quiero de vuelta
-pero no puedo-se quejó casi con lágrimas en los ojos
-entonces tendré que matarte, te doy tres días, ese es tu
límite de tiempo
-¿tres días?-preguntó con voz ahogada- no la encontraré y en
todo caso no podré pagarla
Lo miré sin pestañear totalmente seria y cada vez más
cabreada. La daga era una joya muy antigua. La hoja estaba hecha en un
monasterio de china, forjada con el mejor acero y el mango recubierto de oro
con rubíes incrustados de una valor incalculable. Si estaba en el mercado
negro, como creía, no sería difícil encontrarla, otra cosa sería poder pagarla
pero ese era su problema. Yo quería lo mío, ya que era lo único que me quedaba
de mi madre, lo dejó solo para mi y no iba
a permitir perderlo.
-si no lo consigues no solo te torturare hasta matarte, tu
mujer se enterara de tu infidelidad y conseguiré que tus hijas te odien, no me
hagas perder la paciencia- le amenace y me di cuenta que mi voz refundaba odio
-por favor solo dame
más tiempo
-no, y te advierto que si intentas escapar tu familia pagará
por tu deslealtad
Vi exactamente el momento en el que la desesperación se
apoderó de él ,y se abalanzó contra mi directo a darme un puñetazo. Lo esquivé
girando el cuerpo hacía la izquierda y con mi
pierna estirada hice una arco imaginario en el aire para darle en la
mandíbula con toda la fuerza posible. Cayó con un golpe secó agarrándose la
barbilla con fuerza. Creo que se la había roto. Me puse en cuclillas
apuntándole con la pistola. Chasqueé la lengua varias veces antes de decir.
-eso no ha estado bien- y acto seguido le dio con el mango
en la sien.
Al instante comenzó a sangrar. Me levanté y le di la espalda
mientras él se incorporaba.
-tres días, no lo olvides
Diego hizo una especie de gruñido, una mezcla entre dolor y aceptación.
-ah, tienes a uno de tus guardias malherido en la tercera
habitación desde aquí- le dije mirándolo por encima del hombro
-no hay guardias dentro de la casa- dijo confuso
Me giré en redondo para mirarle.
-había un guardia esta noche en la habitación- repliqué
arrastrando las palabras
-y yo te he dicho que no tenemos guardias dentro de la casa-
tenía que ser verdad sino no se atrevería a contradecirme en estas
circunstancias.
Salí corriendo del
estudio hacía la habitación donde había dejado al hombre inconsciente. Algo me
olía mal. Abrí la puerta de un portazo y dirigí mi mirada al suelo donde él ya
no estaba