Capítulo 7, ¿un entierro o una reunión?



Nota de la autora: Aquí va otro capítulo más, sé que es muy cortito y lo siento, pero con todos los exámenes y eso apenas tengo tiempo libre y mucho menos inspiración.
También disculparme por el abandono del blog, sé que tardo mucho en subir capítulos y seguramente tardaré otra eternidad en subir el siguiente :S
Espero que me perdonéis  y que disfrutéis con este séptimo capítulo.
Gracias y besos a tod@s los lectores que me leéis y me apoyáis



La lluvia golpeaba con fuerza sobre mi paraguas para acabar deslizándose por él y llegar a la tierra, la misma tierra en la que estaban enterrando a mi padre. El día había amanecido nublado, con el cielo totalmente encapotado. No tardó en comenzar a llover y pronto llegó la tormenta. Ángel me rodeaba la cintura mostrándome su apoyo, y tanto Leo como Barbara no se habían separado de mí, pero a mí más me daba estar sola o no. Mi interior estaba frío y sin mi padre me sentía abandonada.

La casa se sumió en la tristeza, todos vestían el luto, yo incluida, y nadie se atrevía hablar, solo leves murmullos se escuchaban cuando yo entraba o salía de una habitación. Pero en ese momento, ante mí, veía el hueco en el suelo donde introducían el ataúd. El sentimiento de querer gritar y tirarme al suelo negando que esto no había pasado no desaparecía de mi interior. Quería abrir los ojos y descubrir que solo había sido una terrible pesadilla, que Arabelle me prepararía un taza de chocolate y todo se olvidaría. Pero por mucho que rogaba; no sucedía.

Cerré los ojos para no ver esa imagen, los recuerdos que pase junto a mi padre eran los que debían ocupar mi mente, no el de su cadáver, no el de su pecho ensangrentado con tres disparos, no el de sus ojos sin vida, y no el de su entierro. Escuché los sollozos de Barbara y Peggy pero no hice nada para consolarlas. Otras mujeres conocidas de mi padre también lloraban, incluso vi a Ángel dejar escapar una lágrima, pero yo no, mis ojos estaban secos. Salí del paraguas cuando el cura terminó la misa, la lluvia me empapó la cara y empezó a colarse a través de mi abrigo, sin embargo ,apenas lo noté. No iba a decir ningunas palabras, ya no servirían de nada y todo lo que quise decirle a mi padre ya se lo había dicho en vida. Eso era algo de lo que no me arrepentía.

La rosa blanca que cogía entre mis manos se dobló ligeramente por la lluvia. La apreté contra mi pecho respirando hondo, haciendo que su suave olor me reconfortara. La deje caer observando como se deslizaba hasta chocar contra la madera acompañada por el agua de la lluvia. Pero había algo mal, la rosa no era suficiente. Representaba a mi padre y a nuestra familia pero no mostraba todo el dolor y sufrimiento por su perdida, como el que había sentido el jornalero ante la muerte de su amada. Me agaché sacando de mi bota una daga fina, cogiéndola con la derecha encerré su filo en mi otra mano y lo deslicé hacia abajo. Se escucharon exclamaciones ahogadas entre los presentes cuando abrí la mano y vieron la sangre. Alargué el brazo y apretando con fuerza dejé que la sangre manchara la rosa . El símbolo Vettore no era una rosa blanca, en una rosa sangrando. Leo volvió a acercarse tapándome con su paraguas. Siempre velando por mi. No recordaba ni una solo vez que no hubiera estado ahí cuando lo hubiera necesitado, ni una.

-vamos

Yo asentí. No tenía ganas de escuchar el pésame o las palabras vacías de los que allí había. No me interesaban sus respetos, solo quería encerrarme en mi habitación y no salir.

-¿podemos marcharnos?- le pregunté en un murmullo. Mi voz sonó pastosa y ronca debido a la falta de uso. No había hablado con nadie más de lo necesario. ¿para qué? Me preguntaba.

-aún no-se lamentó- hay alguien con quien tienes que hablar

-no quie...-empecé a protestar pero él me cortó

-es importante, luego nos iremos-y mientras lo dijo, vendó mi mano con una trozo de tela, vagamente me pregunté de donde la habría sacado, tampoco era importante. Cerró la venda en un nudo para evitar que se escapara y apreté los dientes ante el dolor.

Callamos mientras nos alejamos del enterrador. El ruido de la tierra cubrir el ataúd resonaba una y otra vez en mi cabeza. No el dolor de mi herida ni el fría de la lluvia, lo que me turbaba y asustaba era las palas de tierra cubriendo lo que quedaba de mi padre. Ras...pum...ras...pum...Pala en la arena, arena en el ataúd...Ras...pum...ras...pum

-Isabella Vettore,-la voz desconocida que me llamaba interrumpió mis lúgubres pensamientos- mi pobre niña, me duele en el alma esta pérdida, Giorgo fue una gran persona-dijo un hombre mayor agarrándome las manos.

Levanté la vista para encontrarme un rostro cansado y con arrugas. Se encorvaba levemente y del ala del sombrero chorreaba el agua. Sus ojos eran grises apagados, atormentados por la vida, y sus labios eran una fina línea de no sonreír. No lo habría conocido si no fuera por la cicatriz en forma de S que cruzaba su mejilla. Si hubiera sido en cualquier otra situación me habría sentido temerosa, pero hoy no.

-John Simmons, actual jefe de la organización mas grande de mafiosos de Estados Unidos-dije con un timbre irónico-un placer conocerlo

El hombre frunció los labios y sonrió al notar mi tono.

-no soy de tu agrado, lo entiendo, al fin y al cabo ¿por qué iba a importarte las palabras de un viejo como yo que no ha echo nada por ti?-Guardé silencio. Si estaba aquí era por algo, no por su tristeza ante la muerta de mi padre-sé lo que pasó-admitió- solo quería hacerte saber que no descansaré hasta encontrar al culpable de la muerte de tu padre

-¿por qué haría usted eso?-exigí saber con la voz más dura de lo que pretendía

-es una deuda que debo pagar

-no será necesario-repliqué -de eso se encargará su familia- estaba por despedirme para salir de allí lo antes posible cuando un nuevo participante se unió a la conversación. Detrás de mi, Ángel y Leo flaqueaban mi espalda, ellos también le observaban con atención.

-os presento a mi hijo, Dereck Simmons

No podía ser.

No era él.

Pero sí lo era.

Por un momento olvidé el dolor por la muerte de mi padre sustituido por la furia. Pude ocultar todo eso bajo una capa de indiferencia , pero él no ,y todos vimos su cara de sorpresa. Tenía ganas de sacar una pistola y dispararle, por su parte creo que pensaba igual, al menos eso decía su mirada de rencor. Y es que ambos nos habíamos engañado mutuamente. Hacía tan solo unos días ,cuando él se había echo pasar por un guardia en la casa de Diego y yo lo había dejado inconsciente con un jarrón. Aunque, a decir verdad, había conseguido engañar al hijo del mayor mafioso de América , aquel que un día heredaría toda una organización del crimen, me sentía bastante satisfecha con mis dotes de actriz.

-saluda Dereck, es que no te enseñé educación-le regañó su padre, pero entonces se dio cuenta de nuestras miradas cruzadas y empezó a reír- veo que ya os conocéis-y cuando yo ice una mueca de desprecio ante ese comentario ,rió aún más , tanto que empezó a toser con fuerza impidiendo que siguiera con su diversión-me hago viejo-murmuró de mala gana.

Las personas que había a muestro alrededor nos miraban con desaprobación pero nadie se atrevía a comentar. Dereck seguía mirándome con todo el odio que podía y no lo culpaba, había utilizado un truco muy sucio para que no me delatara. Sus ojos grises parecían metal líquido y su mandíbula se apretaba con fuerza. Vale, había herido su orgullo masculino, pero no era para tanto. Tuve que contenerme para no poner los ojos en blanco, hombres, todos iguales. Pero la pregunta era :¿qué hacía él en la casa de Diego?

-es hora de marchar-intervino Ángel percatándose del ambiente tenso

Yo asentí de acuerdo con él.

-necesitarás mi ayuda-añadió John antes de marcharnos-y estaré dispuesto a dártela, solo ven a verme

-todavía no podemos irnos-me informó Ángel cuando todos los mafiosos americanos desaparecieron, incluido Dereck-Mijail Petrov está aquí

Mafia americana, Mafia rusa ¿qué estaba pasando?

Lo único que sabía es que no podía darle un desplante,nuestras casas estaban en la cuerda floja y no quería iniciar una guerra, pero tenía tan pocas ganas, tan poco energía...

Si embargo no podía permitírmelo, con Mijail no existían tratos de paz entre una mafia y otra ,y mucho menos después del incidente de hacía un mes.

-de acuerdo-accedí llevándome una mano a la sien-no tendrás por ahí una aspirina ¿verdad?

Leo esbozó una leve sonrisa antes de asentir.

-haré que te la consigan, no te preocupes

Llamó a uno de los innumerables guardias que ahí había mientras yo me dirigía hacía la parte exterior del cementerio, donde me aguardaban la mafia más extendida y peligrosa hasta el momento. La mafia rusa.

-Isabella, deberás controlar tu lengua con ellos-me advirtió Ángel adelantando el paso hasta igualarse al mío, el resto de guardias venían detrás.

-no me siento con fuerzas ni para pelear

-eso no es lo que parecía hace unos momentos con el hijo de John Simmons, en algún momento tendrás que contarme que sucedió con él

-sí, en algún momento-repetí ausente

Ante mi vista apareció Mijail, llevaba ese nombre en honor a su padre, el anterior jefe de la mafia, que para desgracia de todos ,ya que su hijo resultó ser mucho peor que él, murió hace unos cuatro años. Yo ya estaba acostumbrada a todo tipo de hombres intimidantes pero Mijail tenía algo en la mirada que te hacía preferir ir al infierno que enfrentarte a él. Sus ojos hablaban de terribles torturas y esa sonrisa sádica mostraba que le gustaba.

Ahora estaba serio, vestido con un sobrio traje de chaqueta negra. A su lado, un mujer pelirroja, Tanya, su mano derecha y actual amante, al menos eso decían los rumores. Al resto de los hombres no los reconocía pero por la posición en la que se encontraban se deducía que estaban varios rangos más abajo.

-oh, mi querida Isabella que placer verte-dijo nada más verme, luego añadió- aunque deba de ser en esta lamentable situación- y sonrió. Sonrió con esa sonrisa de tiburón ¿cómo podía tener tantos dientes?Reprimí la mueca de asco aunque no pude sonreír, no era tan buena mentirosa.

-es un honor que hayas venido a presentar tus respetos-dije de forma solemne

-debo admitir que tu padre sabía hacer bien su trabajo, lo respetaba mucho incluso a pesar del problemilla que tuvimos hace unos meses

Respeto y un cuerno, sucia rata. En cambió respondí:

-lo sé, y él también, te agradecemos tu compresión y ayuda con los problemas del pasado, no podíamos permitir que algo tan leve causara una brecha entre nosotros-tuve el descaró de sonreír. Mijail no había movido un dedo, al contrario, la disputa que se ocasionó por nuestra manera de solucionarlo casi crea una guerra entre nuestras familias. Él se tensó ante mi respuesta pero no dejó de esbozar esa sonrisa. Una lástima, me habría gustado ver como se iba al traste esa fachada.

-señora-me llamó uno de mis guardias, me traía una aspirina. Le sonreí agradecida y me la tragué sin agua. Yo no servía para la política, y a decir verdad, mi padre tampoco, nunca le gustaron estas “reuniones”. Harta de tener que seguir aquí me excusé de forma casual-creo que deberíamos irnos, ha sido una tragedia tan inesperada y necesito descansar- aparentar debilidad frente a ellos era algo que ya había echo antes, me convenía que me subestimaran ya que con Mijail Petrov ,nunca podías estar segura de lo que pasaría.

-por supuesto, querida mía , espero que volvamos a encontrarnos- y en esos ojos había una promesa


Capítulo 6, Adiós




Me despertó el peso de una persona sobre mi cuerpo.
-Barbara, déjame dormir-mascullé, empujándola para quitármela de encima
-no, no, no -canturreó saltando sobre mi
La agarré del tobillo y la tiré de la cama. Luego me giré hacia hacía el otro lado abrazando la almohada para volverme a dormir.
-si no son por las buenas, los serán por las malas-me amenazó
La ignoré. Escuché sus pasos alejarse y luego...
-¡Barbara!-grité cuando un vaso de agua fría me cayó en la cara
-¿estás ya despierta?- y la muy descarada me sonrió.
-para mi desgracia,sí- le gruñí a la vez que me levantaba-¿por qué tienes que despertarte con las gallinas?- yo no era precisamente dormilona pero lo de Barbara no era normal. Ya se fuera a la cama a las ocho de la tarde o de madrugada que nunca dormía después de haber salido el sol.
-aquí no hay gallinas
No le contesté, estaba ocupada secándome la cara y fulminándola con la mirada al mismo tiempo.
-¿qué querías?-le pregunté
-tu pantera está acosando a mi gato ¡quiere comérselo!
-seguramente
-¿no vas hacer nada?-exclamó incrédula
Por mi parte me encogí de hombros.
-¿qué quieres que haga?Es el territorio de Kasey
-encierra esa bestia que tiene por mascota
-¿bestia? Así no es como la llamabas antes, es más, recuerdo haberte oído decir que la adorabas
-antes no quería comerse a Bob
Puse los ojos en blanco. Vaya nombre feo para un gato. Bob.
-puedo intentar dejarla en el ala este, pero por muy domesticada que esté, no voy a poder reprimir el instinto de caza, Bob es un lindo juguete para ella
Barbara dio una patada en el suelo irritada.
-haz algo Isbe, tu mascota será lo que tu quieras pero no está domesticada
-sí lo está-entrecerré los ojos amenazadoramente retándola a que me contradijera. Nadie me discutía cuando ponía mi cara de poco amigos.
-no lo está- pero ella lo hizo. Siempre lo hacía.
-que sí
-que no
-¡sí!
-¡no!
Un grito al otro lado de la puerta puso fin a nuestra discusión. Las dos salimos corriendo para encontrarnos a una sirvienta que cargaba las toallas y a mi pantera cortándole el paso.
-se..señora, por favor-
No entendía por que estaba tan asustada. Kasey ni siquiera estaba de mal humor.
-Kasey-la llamé, esta me miró pero luego volvió a fijar su atención en la criada .Movía el rabo sin cesar pidiendo que jugaran con ella. Suspiré.
-ya veo que bien domesticada-se burló Barbara por lo bajo.
La ignoré intentando tranquilizar a la pobre sivienta.
-eres nueva¿verdad?-le pregunté a
Asintió estoicamente sin moverse apenas. Me acerqué a ella y la obligue a moverse. Al principio se resistió con fuerza, me miraba como si estuviera loca y temblaba como un flan, pero poco a poco fue cediendo y caminó hasta la pantera que esperaba pacientemente.
-¿tu nombre?
-Sara, señorita
-bien Sara, está es Kasey-cuando pronuncié su nombre, la pantera se movió acariciándome la pantorrilla con la cabeza, luego hizo lo mismo con Sara. Sin embargo ella se volvió asustar y pegó un brinco hacia atrás.-no, no, solo quiere que la acaricies. No se suele acercar a desconocidos pero al parecer le has gustado
Noté como la joven sirvienta se relajaba acariciando a Kase, incluso sonrió cuando mi pantera movió la cabeza para que le acariciara el cuello.
-siento el susto que te has llevado- me disculpé- Kasey notó que eras nueva y solo quería conocerte
La mujer dijo que no pasaba nada y volvió a erguirse sujetando mejor las toallas. Sonrió una última vez hacía Kasey antes de irse. Acabarían haciéndose amigas, estaba segura. Cuando mi pantera quería era irresistible.
Aproveché que Barbara me había despertado para darme una ducha y bajar hablar con mi padre. Tenía muchas ganas de elegir el sitio al que iríamos. Nunca había ido de vacaciones ,esto era algo realmente nuevo.
Con el pelo aún mojado, un pantalón cualquiera y una camisa gastada fui al despacho de mi padre. Pasaba la mayor parte del día (y de la noche) allí encerrado con el trabajo. A pesar de ser invierno y de que las temperaturas cada vez eran más bajas yo andaba descalza por la casa, gracias al suelo radiante que calentaba cada losa que pisaba, era una de las cosas que más adoraba de mi casa, la piscina climatizada iba detrás.
-¿papa?-pregunté llamando a la puerta
-pasa,cariño ¿qué haces levantada a estas horas? Acaba de amanecer
-Barbara-dije como única respuesta
Mi padre sonrió.
-es un autentico torbellino-luego cambió de tema-¿has pensado ya en un lugar?
-venía a mirarlo contigo
Él asintió guardando los papeles en el cajón inferior del escritorio.
-bien,coge una silla y siéntate a mi lado
Hice lo que me pidió.
-¿y el portátil?-pregunté al no verlo sobre la mesa.
-en la mesa del fondo, no entiendo esos cacharros-dijo fastidiado
-¿quieres que te enseñe?- le pregunté mientras iba a por él
-por Dios no, el padre de Barbara se encarga de todo eso
-como quieras- accedí sabiendo que no cambiaría de parecer. Abrí el portátil y lo encendí.
Esperé a que la sesión comenzara y abrí la pestaña de internet. Busqué varias agencias  y le mostré a mi padre todo tipo de fotos y descripciones de sitios diferentes. Me sorprendí muy gratamente al ver que mi padre se interesaba de veras por el viaje. Miraba tranquilamente las opciones donde podíamos ir y no comentó nada sobre el trabajo. Me parecía extraño que dejara el trabajo de lado, no era propio de él con lo responsable que era, pero no iba a poner objeciones, por una vez tenía la atención de mi padre.
-París parece un buen sitio-comentó mi padre
-sí, pero creo que me gustaría más Nueva York o quizás la India,no, mejor Egipto ¿tú qué crees?
-¿Egipto?-preguntó con fingido horror- pero si nos asaremos como pollos, mejor Nueva York
-bien-le dije cliqueando en una página de turismo sobre esa ciudad-me gusta, tiene muchos sitios que podíamos visitar ¿y a ti?
-sí, creo estará bien
-¿quién vendrá con nosotros?-pregunté planeando mentalmente el viaje
-el pequeño Leonardo
Puse los ojos en blanco al escucharlo.
-Papa, Leo es seis años más mayor que yo, no es pequeño precisamente
-es que tú también eres mi pequeña-adujo sonriendo con satisfacción
No comenté nada, lo conocía y era bastante sobreprotector, ya quedó demostrado tras el incidente con Diego.
-entonces decidido, Nueva York nos espera
Me levanté del asiento guardando de nuevo el portátil y le di un fuerte abrazo. Estaba feliz.
-creo que me voy a ir de compras, si aquí es verano ¿allí es invierno?-levanté una mano para callarlo-no, no me lo digas, compraré de las dos- le informé con una sonrisa traviesa-ya sabes, por si acaso
Mi padre no sabía si reír o regañarme. Al final optó por la primera, al igual que mi pantera ,yo podía ser irresistible cuando quería.
-¿para cuando el viaje?
-compraré los billetes esta tarde, para...-se calló pensativo- ¿dentro de una semana?-me preguntó para saber si estaba de acuerdo con él. Lo estaba.
-perfecto
El teléfono móvil de mi padre sonó. Lo cogió y puso su voz de jefe, autoritaria , segura y peligrosa. Así era mi padre para los demás, pero no siempre era de esa manera. Me despedí de él con un beso y me fui para dejarle trabajar.
Me encontré con Angel por el pasillo. Iba sonriendo mientras se comía una barra de chocolate. Parecía mucho más joven de lo que en verdad era e incluso algo infantil. En ese momento era igual que su hijo Leonardo.
-¿ya has saqueado la cocina?-le pregunté contagiándome de su sonrisa a la vez que le arrebataba una onza de chocolate
Él escondió el chocolate con un ágil movimiento para que no le quitase más. No se que pasaba, pero parecía que todos los habitantes de la casa estaban relajados y disfrutando de las pequeñas cosas. Me alegraba. No solía ver a Ángel ni a mi padre sin el ceño fruncido por algún problema. 
-lo que he podido. Peggy me ha echado de allí a escobazos
-ya la conoces, la cocina es su territorio
-sí-coincidió conmigo-por cierto ¿has hablado ya con tu padre?
-acabo de salir de su despacho, hemos decidido ir a Nueva York ¿crees que le gustará a Leo?
-él estará encantado con el sitio que elijáis, aunque debo admitir que la playa y las chicas con poca ropa van más con él
Reí al escucharlo. No era un secreto que Leo era un seductor en toda regla, Ángel solía bromear diciendo que lo había heredado de él.
-te dejo que sigas con el chocolate voy a renovar el armario para este viaje con Barbara y Leo
-que no te escuche mi hijo , si no se esconderá para que no lo encuentres. Yo iré con tu padre, seguro que me tiene trabajo preparado- farfulló como un niño pequeño.
Riéndome de nuevo subí a mi habitación para ponerme algo más arreglado y busqué a Barbara para ver si le quería venir conmigo. Aceptó, como me esperaba. En cambio Leo había desaparecido y no lo encontraba por ningún lado. De verdad ¿Qué tienen los hombres con salir de compras? Al final nos fuimos sin él.
Debía admitir, aunque no me gustara, que ser mafiosas tenías sus beneficios. Para empezar una cantidad de dinero inacabable, cosa que era un placer cuando una quería darse ciertos caprichos. Otras ventajas eran el respeto con el que te trataba todo el mundo, al menos los que conocían nuestro “negocio”. Aunque claro, para cualquiera que tuviera dinero o estuviera en líos con la policía sabía de nosotros. Era... un secreto a voces.
El guardia que iba tres de mi no paraba de refunfuñar, enfadado por haberlo obligado a venir para cargar con nuestras cosas. Pero con tal de mantener su trabajo no se atrevió a replicar. Las puertas correderas de cristal se abrieron y la temperatura caliente del centro comercial me hizo estremecerme. Hoy estaba haciendo más frío de lo normal y si seguía así volvería a nevar, por suerte no era de las personas que les desagradaba el frío. Barbara me agarró de la mano y se paró delante mía cortándome el paso. Conocía esa expresión y nunca traía anda bueno.
-sueltalo- le pedí. Ella estaba impaciento por decir lo que se le había ocurrido.
-vamos a jugar
-¿jugar a ir de compras?- le pregunté tanteando el terreno. Vete tú a saber que idea loca se le había metido ahora en la cabeza.
-mas o menos, veamos quien comprar más cosas en digamos... ¿una hora?
-¿comprar cualquier cosa?
-sí, bueno no-rectificó- todo lo que compremos tendremos que ponérnoslo, por supuesto
-por supuesto- la imité riéndome de ella y poniendo los ojos en blanco.
-¿sí o qué?-quiso saber ignorando mi broma .
Hice que lo meditaba para tenerla expectante. No sabía que iba hacer con toda la ropa nueva pero nos divertiríamos un rato.
-si es lo que quieres...-accedí – aunque luego no llores si gano, soy más rápida que tú
-pero yo gasto el dinero con mayor rapidez-replicó con suficiencia. Yo reí. Era verdad lo que afirmaba- empezamos en tres...dos...- y echó a correr.
-¿y el uno?-le grité
Su respuesta fue una honda carcajada que hizo eco a través del centro comercial. Decidí no darle más ventaja y entré en una de mis tiendas favoritas. Loui Boiuttoni. Fui directa a la sección de zapatos, tenía predilección por los tacones y mi armario lo demostraba. Como el guardia se había quedado fuera contento de no convertirse en nuestro perchero andante llamé a uno de los dependientes.
-¿qué necesita?
Yo le sonreí dulcemente y él pareció algo nervioso. Era más joven que yo y seguramente este sería uno de sus primero trabajos.
-¿vas a comisión?-le pregunté. El chico me había caído bien a simple vista.
-sí
-entonces hoy es tu día de suerte
El chico no entendía a que me refería así que le expliqué nuestro juego.
-mira-le dije llevándolo hasta la puerta-¿ves aquella chica morena de pelo corto que corre como una posesa?- él asintió- pues hemos echo una apuesta y consiste en comprar todo lo que podamos
Al joven se le iluminó la mirada. Se iba a llevar una buena paga extra este mes.
-¿entonces qué?¿comenzamos?
-por supuesto ¿por dónde quieres empezar?- inquirió el solícito
Esta vez fui yo la que sonrió.
-zapatos, tengo un treinta y ocho
Miramos toda clase de zapatos mientras yo elegía cual quería y cual no, y si alguno me gustaba mucho me lo llevaba en varios colores. Después pasamos a la ropa, trajes de chaqueta,vestidos para diario, para salir, todo ropa elegante. Habían pasado cuarenta minutos y llevaba más ropa de la que ya tenía en mi armario. Entre Barbara y yo habíamos echo un tremendo agujero a la tarjeta de mi padre. Pagué sin ni siquiera mirar el tique y después de lanzar un chiflido al guardia para que cargara con todo me despedí del chico.
-si alguna vez necesitas algo ven a buscarme- le pasé una tarjeta con mi dirección y mi número de teléfono.
-gracias por todo-después de haber vaciado media tienda ya no se sentía tan cohibido. Ese chico era buena persona y estaba en apuros. No había tardado en notarlo, no pasaban ni cinco minutos sin que él mirara hacia la puerta. Ninguno de sus movimientos era relajado y no era bueno escondiendo sus emociones. Estaba asustado por algo. Y la verdad, no me apetecía encontrarme con este chico muerto en un callejón por un ajuste de cuentas.
Rara vez me equivocaba cuando juzgaba a un persona a primera vista, no lo hacía a mala fe ,simplemente, o me causaban buenas vibraciones o no. Y este chico estaba entre los primeros. Si se trataba de un problema de la calle como sospechaba yo podría solucionarlo, nadie tenía más autoridad que mi familia. Ni siquiera la policía.
-¿cuál es tu nombre, chico?-le pregunté cuando las puertas de cristal se abrieron
-Miguel
Le guiñé un ojo amistosamente.
-bien, yo soy Isabella, y no dudes en venir a buscarme si te ves en apuros- le pasé mi tarjeta totalmente seria, sin rastro alguno de sonrisa-puedo ayudarte, créeme
Salí dejando al chico con las preguntas en la boca. Esperaba de veras que no lo hiciera falta llamarme. Me quedaban diez minutos de tiempo pero ya no tenía más ganas de seguir comprando, el tema del chico se había quedado dando vueltas en mi cabeza, así que Barbara seguramente ganaría. El guardia que nos había acompañado no veía por donde andaba debido a la enorme torre de bolsas que cargaba. La imagen era bastante graciosa, sobre todo en ese momento que hacía equilibrio para que no se le cayeran. Me senté en un banco esperando a Barbara, tenía marcas en las manos de sostener las bolsas y las dejé caer estirando los dedos. Mi competidora no tardó en llegar exaltada y sonriendo como una cría, me extrañó que tan solo llevara una bolsa en las manos.
-¿y tus compras?-le pregunté temiendo la respuesta
-espera un momento-miró a su alrededor para no encontrar nada- bueno espera varios momentos- y entonces pareció ver lo que esperaba porque su cara se iluminó por completo. Mire en su dirección para encontrarme con un séquito de dependientes cargados con bolsas y cajas. Gemí en voz alta haciendo reír a Barbara.
-creo que ganaste- alegué observando todas las compras
-sí-afirmó sacando varios billetes y dándole una propina bastante sustanciosa a los que la habían ayudado a cargar las bolsas.
Y en ese momento mientras las dos reíamos por la tontería que habíamos echo y cotilleábamos las bolsas de la otra mirando lo que había comprado, todo cambió. Cambió mi vida para siempre y las de muchos otros, y ese cambió sería algo permanente e irreversible.
Leo apareció por las escaleras mecánicas seguido de tras guardias más, todos serios con los semblantes inescrutables. Dejamos lo que estábamos haciendo al verlo llegar. Cruzamos una mirada que significaba lo mismo: algo malo había pasado.
-tenéis que volver-dijo Leo
-¿qué ha pasado?- le pregunté preocupada, aunque por fuera siguiera tan entera como antes.
-ahora no
Quería exigirle que no me dejara en vela, que me explicara que estaba pasando pero su dura mirada me obligó a morderme la lengua. ¿Qué había podido suceder? Ideas cada vez más terribles pasaban por mi mente pero no me atrevía a preguntar por miedo a montar un escándalo en mitad del centro comercial .Pero cuando montamos en el coche y el silencio me crispo lo nervios casi volviéndome loca no pude aguantar.
-Leo, di que está pasando-le ordené en mi tono más mortífero. Intentaba ocultar el miedo pero la única manera que sabía como hacerlo era ponerme a la defensiva. Por la seriedad que transmitía Leo no podía ser un simple problema en el negocio. Algo malo le había ocurrido a alguien. Intente respirar para relajarme, no podían verme flaquear, aunque tuviera un horrible presentimiento, aunque algo en mi pecho me doliera y estuviera a punto de estallar.
Leo desvió la mirada de la carretera para mirarme, luego volvió a fijarle en frente.
-Isbe..-empezó a decir dándome alguna excusa
-¡ahora!
Noté como Barbara se encogía en el asiento de atrás, pero no me importaba que se asustara de mi genio. Necesitaba saber.
-han disparado a tu padre- y todo mi alrededor se detuvo, el tiempo se paró y mi corazón de desbocó. Porque sabía que esa no era toda la verdad. Ese día había muerto mi padre. Giorgio Vettore.

Capítulo 5 , Un día como otro cualquiera





Le eché una mirada dura porque odiaba que estando de trabajo no dejara entrar a nadie en ese caparazón que se creaba ,pero le hice caso sin rechistar.
Mi padre apenas tardo unos minutos en aparecer donde me había dicho. Tras él, dos guardias traían arrastras a Diego, y guardándoles las espaldas a estos, iban Leo y su padre.
-¿Qué está pasando?- pregunté pasando la mirada de unos a otras hasta pararla en Diego
-no pienso permitir que te pongas en peligro- dijo mi padre- y este cabrón te tenía una trampa preparada
Me acerqué a Diego, quien estaba bastante magullado con casi toda la cara morada y varios cortes en los brazos y el cuello. Se había resistido a que lo atraparan. Apreté los labios hasta que formaron una fina linea, estaba enfadada con Diego por haberme tendido una trampa, con migo misma porque mi padre me había vuelto a demostrar que solo era una niña, y me enfadé con él porque tenía razón. Cogí la botella de whiski que había en el armario con cristalera y lo rocié sobre Diego para despertarlo. Sabía muy bien que cuando el alcohol entrara en contacto con las heridas abiertas el quemazón se le haría insoportable. Y estaba deseando ver su cara de dolor. Para mi satisfacción se retorció por le suelo gimiendo y cuando levantó la cabeza para mirarme con odio le rompí la nariz con mi rodilla, o se la terminé de rematar, porque dudaba seriamente de que estuviera intacta después de la pelea. Diego gemía mientras su sangre chorreaba por la nariz, sin ni siquiera poder limpiársela ya que tenía las manos atadas a su espalda con una brida.
-¿una trampa, Diego? Creí haberte advertido de lo que pasaría si no colaborabas- mi voz tenía una nota de advertencia que era imposible de ignorar, al menos para cualquiera que tuviera algo más que serrín en la cabeza, Diego, sin embargo, tenía que ser un espantapájaros porque no captó la indirecta.
-lo he intentado pero sabía que no me escucharías-su voz sonaba ronca y áspera
-entiendo-dije a la vez que sacaba mi cuchillo de la bota y lo pasaba de una a otra-y la única solución que se te ocurrió fue tenderme una trampa – Diego no contestó, no se movió, ni siquiera respiró porque sabía que estaba tanteando el terreno para hacerlo caer.
Mi padre sentado plácidamente en el sofá observaba la escena y agradecí que me dejara al cargo de la situación. Su cara no mostraba emoción alguna, mostrando su estaba de acuerdo con lo que hacía o no, tenía carta blanca. Volví a mirar atentamente a Diego y una imagen de sus hijas pasó por mi mente ¿Qué pensarían si vieran así a su padre?¿Qué pensarían si supieran lo rata que es?¿Qué pensaría mi madre si me viera en este momento? Esa última pregunta me dejó paralizada. No solía pensar en mi madre, y menos en momentos como estos. Pero haberlo echó le salvo un par de dedos a Diego. El cuchillo cayó de mis manos hasta el suelo donde no hizo ningún ruido debido a la alfombra.
-¿y la daga?-le pregunté
Él no contestó. Leo se adelantó dos pasos y me mostró un cofre de madera. Lo abrí. Envuelto entre terciopelo rojo estaba lo que quedaba de mi daga escarlata. Lo único que me detuvo para no lanzarme contra Diego fue el recuerdo de mi madre que aún persistía en mi mente. La daga escarlata estaba desmontada, cada pieza separada de su compañera y todas las joyas extraídas del mango. Respiré hondo varias veces cerrando los ojos con fuerza. Cuando los abrí salí de la habitación a grandes dejando a tres hombres con la boca abierta y a otro suspirando de alivio.
Me encerré en mi habitación temblando de rabia. Kaseyi sintió mi estado de ánimo y se agazapó en una esquina. Podía matarlo, solo tenía que bajar, coger el cuchillo del suelo y abrirle la garganta. Nadie diría nada, y a ninguno le importaría. Llevé mis manos a las sienes apretándolas con fuerza. ¿por qué no puedo quitarme a mi madre de la cabeza? Nunca la conocí, no debería sentir esta sensación de que no hacía lo correcto.
Alguien dio un par de toques en la puerta y entró. Llamar era un mera formalidad ya que no esperó mi autorización para pasar. Yo seguía aun parada en medio de la habitación con la espalda tensa y ni siquiera me giré.
-si sigues apretando los puños con tanta fuerza, te vas hacer heridas con las uñas de gata que tienes, y la culpa será solo tuya por no guardarte tu ira en vez de desquitarte con ese canalla
La voz femenina me era familiar, tan familiar que la había escuchado reír, llorar, insultar y regañarme desde que tengo memoria. Alicia estaba de vuelta. Me volví hacia ella sonriendo y nos abrazamos fuertemente.
-te eché de menos, ya era hora de que volvieras- le dije cuando nos separamos para seguirnos con las manos unidas
-la verdad es que empezaba a gustarme las playas de Puntacana-
Le pegué un empujón y las dos nos reímos felices de estar otra vez juntas.
-cuatro meses en Puntacana y sigues siendo igual de blanca¿cómo es posible?- exclamó bromeando
La tensión de mi cuerpo se había evaporado e intentaba no pensar en Diego y la daga. Estaba contenta de poder ver de nuevo Alicia. La había extrañado demasiado, era la única chica que podía comprenderla.
-yo tampoco lo entiendo- se quejó ella echándole un vistazo a su brazo
Alicia medía 1'70, apenas unos un par de centímetros más baja que yo. Nuestro pelo era igual de negro, solo que el mio llegaba hasta la cintura y el suyo era muy corto, se lo peinaba con las puntas hacía afuera dándole un toque chic. Ella era más delgada que yo, parecía que una ráfaga de aire se la llevaría en cualquier momento. Mis ojos de un verde grisáceos eran todo lo contrario a los de ella que eran de color ámbar brillante, eso con el contraste de su piel pálida y el cabello negro como la noche era una exótica mezcla que no podías olvidar.
-¿Qué miras tanto?-preguntó ella entrecerrando los ojos
-a ti, eres igual que como te recordaba
-solo me he ido un par de meses, no creo que haya muchos cambios en tan poco tiempo
-¿si? Me pareció una eternidad ¿cuando regresaste?-inquirí con curiosidad, pensaba matarla si no había venido a verme en cuanto llegó
-hace apenas una hora, quizás menos y no volví yo sola- añadí levantándose de la cama y sonriéndome- tu tío Paolo también está aquí
-¿aquí?¿en casa? Hace tanto que no lo veo...
-cuando subí iba hablar con tu padre y Ángel, ya sabes reuniones de emergencia-me contestó poniendo los ojos en blanco. Barbara se levantó y fue hacía la esquina donde estaba agazapada mi pantera.
-Kasey, que bonita estás-le dijo mientras le acariciaba el cuello y la pantera ronroneaba -estás muy grande
-sí-afirmé-ya tiene casi siete años, -luego cambié de tema deseando bajar al salón- voy a ver a mi tío ¿vienes?
Levantó la cabeza para mirarme y se incorporó dejando de acariciar a Kasey.
-ve tú, yo creo que voy a buscar a Leo
-se alegrará de verte
Salí de la habitación con Kasey detrás mía. No tuve que buscar a mi padre y a los demás ya que fue bajar las escaleras y encontrármelos de frente. Mi tío Paolo me sonrió y abrió los brazos para que le abrazara. Me alegraba mucho de verlo ,pero me sentía incómoda abrazando a los hombres, aunque fueran de mi familia. Aunque hice un esfuerzo y acepté su abrazo, si eso se podía considerar abrazo porque me estrechó entre sus brazos con tanta fuerza que me faltó el aire en los pulmones.
-mira a mi pequeña sobrina, aunque ya no es nada pequeña-exclamó soltándome y mirándome de arriba abajo con una sonrisa radiante en el rostro. Así era mi tío, todo sonrisas.
-que me lo digan a mi-murmuró mi padre
Ignorando su comentario le pregunté a Paolo:
-¿qué haces aquí?
Mi tío vivía en Turquía, era diez años más joven que mi padre y solo eran mitad hermanos, por parte de madre. Nunca conocí a mi abuela y ambos hijos eran reacios a hablar de ella, se comportaban como si el pasado no importarse. “mira hacía el futuro y olvida el pasado” decía mi padre cuando yo insistía en saber algún dato sobre su vida de niño, a lo cual yo le contestaba “el pasado nos hace aprender de nuestros errores para no repetirlos en el futuro” y así podíamos pasarnos tardes enteras, sin que ninguno diera su brazo.
-ah decir verdad, ha sido tu padre quien me ha llamado-contestó mi tío devolviéndome de nuevo al presente.
Miré interrogante a mi padre pero éste no contestó, y de repente a mi tío le pareció fascinante el techo de mi casa
-¿Qué está pasando?-inquirí ,fulminándolos con la mirada y los brazos en jarras.
-a mi no me mires, es tu padre quien tiene que contártelo , lo que sí puedo decirte es que son buenas noticias
Mi padre siguió sin decir nada. Aún estaba enfadado por mi escapada y la discusión de después.
-vamos Giorgio-exclamó mi tío- deja de ser tan tozudo y cuéntaselo a tu hija que se va alegrar
-papa ¿esas noticias de las que habla el tío Paolo son las que viniste a decirme la noche que me colé en casa de Antonio?
-sí-contestó al fin mi padre de mala gana- he estado hablando con Ángel y lo he dejado todo preparado para irnos de vacaciones
Los ojos casi se me salen de las orbitas por la sorpresa.
-¿va...vacaciones?-pregunté sin poder creermelo
-sí,-contestó mi tío-yo he venido para echar una mano, aunque la verdad es que soy innecesario
-vacaciones-repetí- todavía estaba sorprendida. Jamás había ido de vacaciones con mi padre, siempre estaba ocupado con el trabajo, la seguridad, y las reuniones a altas horas de la noche .Nunca habíamos podido tener algo de tiempo para hacer cosas juntos. Pero no por eso le quería menos.
Estaba que no cabía en mi de gozo, podía hacerme una idea de lo que debía de costar dejarlo todo preparado para su ausencia. Mi padre lo controlaba todo, no toleraba que se hiciera nada sin antes pasar por su beneplácito, un poco autoritario ,pero era la única manera de que el negocio fuera a la perfección y luego no hubiera improvistos. Improvisto para mi padre solían ser problemas muy gordos con la policía u otras mafias menores. Ambos hermanos me miraron preocupados al ver que yo no decía nada más, y seguía en estado de shock. Comprender, estás cosas no solían pasarme. Poco a poco una lenta sonrisa apareció en mis labios y después de que cruzaran una mirada los dos hombres se relajaron.
-¿te parece buena idea?-preguntó mi padre pasado un rato
-¿buena idea?¿buena idea?es genial, oh papa gracias-le agradecí emocionada-¿a dónde vamos? ¿cuánto tiempo? Podré llevarme a Kasey ¿verdad? Oh claro que sí no puedo dejarla aquí, y tengo que hacer las maletas
Subí corriendo las escaleras sin dejarles contestar, al menos llegué hasta la mitad cuando me di cuenta de que no sabía que meter en la maleta. ¡Si no sabía donde iba!
-emmm ¿dónde has dicho que íbamos?
-aun no lo he decidido, he pensado que te gustaría que viéramos varias posibilidades
-sí- accedí contenta
-bien, mañana miraremos por internet cual te gusta más, ahora es tarde y me gustaría descansar
-tienes razón-otra tema totalmente diferente vino a mi mente, algo más importante que el viaje-¿qué vas a hacer con Diego?
-aun no le he decidido-admitió mi padre frotándose la barbilla
-déjalo libre- le pedí
-no puedo, no solo nos ha robado, sino que ha intentado matarte. Tiene que pagar las consecuencias, si lo dejara libre otras familias con las que estamos enemistados podrían tomarlo como ejemplo, no podemos permitir que crean que estoy perdiendo poder.
Me mordí el labio inferior con fuerza. Sabía que eso era lo que tenía que hacer, las reglas en este trabajo eran así y yo me había criado sabiéndolas.
-entiendo-no podíamos parecer débiles y tener compasión-no quiero saberlo, hagas lo que hagas no quiero enterarme
Mi padre asintió y yo me fui a dormir apartando de mi mente la imagen de Diego. Había sido un estúpido en sus acciones y ahora tendría que pagar las consecuencias. En esta jungla solo podía sobrevivir los más fuertes.

Capítulo 4, tienes alma




Tres días, tres días llevaba mi padre sin hablarme, y empezaba a estar más que harta. No comía conmigo y prácticamente me evitaba . Él era el padre, se suponía que tenía que ser el maduro y responsable, pero no había manera de estar con él más que unos minutos. Y para colmo, hoy acababa el plazo de Diego, esta noche iría a visitarlo. Por su bien  más le valía que tuviera mi daga.
Entré en el salón para tomar el desayuno y como me esperaba, mi padre no se encontraba en el. Suspiré resignada y me senté al final de la enorme mesa. Esperé varios minutos pero ninguno de los sirvientes venía, cosa extraña, todo el servicio estaba muy bien organizado gracias a Arabella. Opté por   bajar a la cocina en vez de quedarme ahí sentada, picaría cualquier cosa y me iría. Andaba sola por el pasillo, ya que a pesar de las amenazas de mi padre, al final no me puso los guardias, cosa que agradecí enormemente aunque aún no se lo había podido decir. Mi estómago no paraba de rugir debido al hambre, y solo de pensar en la suculenta comida que había en la nevera o en los manjares que preparaba Peggy, nuestra cocinera, se me hacía la boca agua. Ya estaba en el ala de la casa donde residían los criados, y podía ver las dos puertas plateados con una ventana circular en cada una ,que daban a la cocina. Las abrí y una ráfaga de aire caliente me golpeó. Los hornos estaban encendidos preparando la comida. Peggy estaba sentada tomándose un café. Medía apenas un metro y medio, rechoncha con una cara ovalada y grandes mofletes.
-Peggy, ¿dónde están las sirvientas de la comida?
Ella levantó la mirada de su café y me miró con cariño, tenía 40 años y llevaba trabajando para nosotros desde los 16. Conocía todos nuestros gustos, y sus manos hacían milagros con un trozo de carne.
-mandé a dos a comprar, las demás haciendo sus tareas ¿Por qué?
-tengo hambre y no había nadie en el salón para tomar el desayuno
-cariño- dijo ella levantándose y depositando la taza en el lavavajillas- es medio día, nadie esperaba que fueras a por el desayuno en un hora tan tardía
-no puede ser tan tarde-miré el reloj que colgaba en la pared y así era- yo nunca duermo tanto
-cierto, Arabella me ha preguntado si te encontrabas bien, estaba a punto de subir, no estas enferma ¿ verdad cielo?
Puso sus manos en mis mejillas girándome la cara hacía un lado y el otro.
-sí, creo que estas bien, tienes buen color- sentenció soltándome
-sí, ahora lo único que me pasa es que estoy famélica
Me acerqué a la nevera pero Peggy me impidió el paso poniendo los brazos en jarras. Así, me recordó a una de las taberneras que había visto en los pueblos de los alrededores, ella controlaban a los borrachos con una mano mientras con la otra servían las copas, de verdad que eran dignas de admiración solo por aguantar tantas bromas subidas de tonos de los hombres. Yo acabará arruinando el local, mi carácter para esos temas era bastante agrio. Peggy llevaba el delantal blanco de volantes manchado, y su moño estaba torcido pero erguía la cabeza como una reina.
-ah, no, señorita, la comida estará en un hora y no pienso permitir que te sacies ahora con porquería y luego no pruebes mi rosbif
Mi estómago rugió como si quisiera protestar de la única manera que podía, pero yo si podía reivindicar mis derechos, al menos en lo referente a la nevera y su contenido.
-si no como algo me  voy a desfallecer- me quejé
-no- negó rotundamente
-por dios, es mi cocina, no puedes impedir que me coma un par de tostadas- le repliqué exasperada
-sí, sí que puedo, en la cocina mandó yo, y me da igual cuento te enrabietes 
Salí de la cocina enfada. No había ningún criado cerca así que tendría que conseguir algo de comer por mi cuenta. Por la santa iglesia, maldije,solo quería picar algo. Asomé la cabeza por las escaleras buscando a alguien en particular.
-Kasey-grité
Mi pantera bajó corriendo las escaleras saltando varios escalones con sus zarpas hasta llegar a mi lado. Me miró interrogante y yo le sonreí. Adoraba a mi mascota. Me la regaló mi tío Paolo en uno de sus viajes por las selvas africanas cuando tan solo tenía diez años, os puedo asegurar que a mi padre no le sentó nada bien esa sorpresa pero al final conseguimos convencerlo.
-vamos a una pequeña misión, baby- le dije guiñándole un ojo
Estaba animada de nuevo. Kasey tenía ese efecto tranquilizante sobre mí. Irónico ¿verdad?. A pesar de ser invierno hoy el sol brillaba, el aire era algo frío, sí, pero era un buen día para pasear. Según recuerdo a estas horas el panadero iría de vuelta a su casa después de haber repartido el pan por los bares y restaurantes más cercanos, era una manera de mantener a sus clientes contentos y fieles a su negocio.  Esto lo sabía porque uno de mis compañeros del colegio ayudaba a su padre en la  panadería y el bocazas pesado se pasaba horas diciendo como hacer pan. Para él, era el oficio más fascinante que podría existir, dudo mucho de que siga pensando igual. Aunque es fácil recordar sus sermones, eran casi tan pesados como las misas de los domingos a las que nunca iba.
Me senté en uno de los bancos que había dos calles más abajo de mi casa y esperé a que pasara la furgoneta blanca con el logo de un panadero  con una barra de pan en la mano (lo sé, la originalidad no abunda por estas zonas) Kasey se sentó a mi lado moviendo el rabo juguetona.
No tuve que esperar mucho hasta que la furgoneta apareció al final de la calle.
-venga, Kasey es tú turno
Esta identificó mi señal y se cruzó en medio de la carretera. El panadero frenó  estrepitosamente temblando como un flan  mientras que yo abría las puertas y sacaba dos cruasanes. Una para mi y otro para Kasey, se lo había ganado. Cerré las puertas justo cuando el coche arrancó. Me escondí a toda prisa tras unos matorrales. Le pegué un bocado al cruasán observando al pálido panadero que agarraba el volante con todas sus fuerzas. Miró hacía los lados varias veces en busca de alguna señal de mi pantera, a pesar de que el coche estaba arrancado no era capaz de moverse. Seguramente creía que se lo había imaginado. Esto me sacó una sonrisa. Era divertido jugar de vez en cuando. Pensando en mi pantera me preocupé ¿ Dónde estaba? El coche por fin se fue y sus ojos amarillos aparecieron entre el follaje de los arbustos en la otra acera. Sin darme cuenta pegué un salto. Por mucho que quisiera a Kasey llegaba a darme algún susto que otro. Pero, por los clavo de Cristo, se me había resbalado uno de los cruasanes y ahora estaba remojado en barro.
-mierda, mierda y más mierda- miré con pena como el dulce se hundían en uno de los charcos que habían dejado las lluvias  de estos días atrás.
-eso es el karma- exclamó una voz detrás de mi
Me giré hacía el hombre que había hablado, y me encontré con Leo recostado en un árbol con la pierna derecha  apoyada en el. Me levanté del suelo sacudiéndome la suciedad y le bufé como si fuera un gato y quisiera abalanzarme sobre él.
-si existiera el karma yo estaría mucho peor- repliqué
Leo movió la cabeza de un lado a otro negando pon pesar.
-tu alma no es tan negra como tu te crees- me dijo con tristeza  en la voz
Este era un tema delicado, del cual nunca hablaría con Leo ni con nadie. Así que me encogí de hombros como si no importara.
-si tú lo dices- le comenté
Kasey ya estaba de vuelta a mi lado y le di la mitad del cruasán que quedaba, yo me comí el resto.
-¿Quieres un poco?-le pregunté a Leo pasándole el cruasán por debajo de sus narices, aún estaba calentito y despedía un olor riquísimo.
-no, gracias
-bien, porque no te iba a dar de todas maneras- seguí andando dejándolo ahí, me había puesto de mal humor sin saber muy bien porqué. Pero antes de que me alejara lo suficiente él exclamó
-he visto el billete de cinco euros que has dejado en la furgoneta, con eso te llegaba para muchos cruasanes-bromeó- no eres tan mala como quieres hacernos creer
Gruñí  interiormente.
-imbécil- mascullé sin girarme, importándome poco si lo oía o no. Estaba segura de que sonreía de oreja a oreja. Casi podía sentir como se jactaba a mis espaldas.

Era ya de noche cuando mi padre entró en mi habitación. Habíamos cenado en silencio y retirado de la mesa en cuanto acabamos. Estaba lista para salir. Armada hasta los dientes y preparada para cualquier ataque, y eso, mi padre lo sabía.
-vas a casa de Diego- la voz de mi padre era suave, cavilando las palabras que decía
-sí- no había sido un pregunta pero contesté igual- llevó dos guardias y a Leo
Mis palabras sonaron algo más duras de lo que pretendía. Pero cada vez que mencionaban a mi madre Giorgo se pasaba días ausente, esta harta de eso.
-yo puedo encargarme de eso- aseguró él
-pero quiero hacerlo yo
-espera un hora, tan solo eso- me pidió
Lo miré sin comprender. Pero para variar, me lo estaba pidiendo y no ordenando . Su carácter autoritario era bien conocido en esta casa y fuera de ella, que hiciera un esfuerzo para que no siguiéramos peleados después de tres días sin hablarnos era importante para mí. Podía concederle una hora.
-de acuerdo, pero una hora, no más- accedí
Él asintió y salió del cuarto, no sin antes fulminar a Kasey que acababa de aparecer en el vano de la puerta, esta le enseñó los dientes como respuesta, pero eso no amilanó a mi padre. Nada asustaba a Giorgo Vettore.
-debes portarte mejor con papa- le pedí cariñosamente acariciándola
Esperé una hora. Esperé mientras hace la cama, ordené la el cuarto, recogí la cama y escondí los papeles de Diego en uno de los cajones de mi escritorio por si algún día volvía a necesitarlos. Ya se que esto podía hacerlo cualquiera de las criadas ,pero yo tenía prohibida la entrada a mi habitación , además de que muy pocos se atrevían a entrar con Kasey dentro.
Cuando las manecillas del reloj apuntaron la una de la madrugada salí de la habitación. Mi padre se había retrasado una hora y no podía seguir esperando. Bajé las escaleras a toda prisa poniéndome la chaqueta justo en el momento en que Leo entraba  por la puerta principal.
-ve al estudio del salón blanco y espera ahí, tu padre se reunirá contigo en seguida- me ordenó
-¿para qué? Tengo que...
-ve Isabella- me cortó él ,algo en su mirada me retuvo de que siguiera protestando, cuando estaba tan serio era porque había recibido órdenes.
Le eché una mirada dura porque odiaba que estando de trabajo no dejara entrar a nadie en ese caparazón que se creaba ,pero le hice caso sin rechistar.
Mi padre apenas tardo unos minutos en aparecer donde me había dicho. Tras él, dos guardias  traían arrastras a Diego, y guardándoles las espaldas a estos, iban  Leo y su padre.i

Capítulo 3 ,padre e hija







Nota de la autora : Le dedico el capítulo a mi amiga Zule (la xula) jajajajaja pa' que no se aburra esos días que no puedo salir.
Para todos los que leíais mi historia, aquí tenéis el nuevo capítulo, que después de todo el verano dudo de que os acordéis del resto de los capítulos, pero por si acaso ;)
Un beso y espero que os guste.

El coche pasó sobre un camino de grava rodeando una gran fuente en el centro del patio, se detuvo justo en la puerta ,donde el ama de llaves, Arabella, la madre de Leo, nos esperaba vestida con un suave vestido celeste y su enorme cabellera recogida en un moño.
-estaba preocupada por vosotros- dijo Arabella, nada más bajarnos del coche
Se acercó rápidamente para darme un abrazo y besó a su hijo en la mejilla. Arabella era un alma dulce, la única que podía poner algo de orden y controlar los instintos salvajes de esta familia. Ella, su marido, y Leo, se mudaron aquí hace diez años, cuando Leo tan solo tenía catorce. Su padre comenzó a ser el segundo al mando, y no solo porque era totalmente eficaz en lo que hacía, el padre de Leo era de los pocos hombres a los que mi padre consideraba un amigo. Cuando Arabella nos encontró una mañana, a mi y a Barbara, peleándonos en el barro como dos muchachos en vez de dos niñas, decidió hacerse cargo de nosotras. Desde eso momento nos trató como si fuéramos sus hijas, ella compensó la faltad de cariño que dejó mi madre. Era ella quien me curaba las heridas cuando me caía y la que me preparaba un chocolate caliente cuando tenía pesadillas, contándome cuentos hasta que por fin conseguía conciliar el sueño.
- ha salido todo bastante bien- le dije para sosegarla, se ponía terriblemente nerviosa cuando salíamos hacer algún trabajo-aunque deberías curarle el labio a tu hijo, ya sabes que no puede evitar meterse en problemas

Leo hizo un gruñido por lo bajo mientras yo y su madre nos reíamos.
El mayordomo apareció ante nosotros, y como siempre, llevaba puesto un traje elegante de color negro y blanco. De pequeña le había insistido hasta más no poder para que se comprara algo de cualquier otro color, pero él siempre se negaba, afirmando que el negro le daba un aspecto más sobrio y formal. Y eso era verdad. Así que un día me rendí y dejé al pobre hombre, que estaba totalmente harto de mi, hacer su trabajo. Cuando llegó donde nos encontrábamos, hizo un pequeña inclinación con la cabeza, nunca entendí su tozudez a seguir con las antiguas reglas del decoro y las clases sociales.
-señorita- me dijo sin expresión alguna en el rostro- el señor la espera en la sala de su dormitorio
Tradución: Su padre está que se lo llevan los diablos y se ha tomado media botella de whiski francés para no salir detrás de usted y matarla con sus propias manos.
Me quedé en el sitio mirando la cara de Felix atentamente, y cuando cerró los ojos también supe porqué. Me había costado años interpretar cualquier gesto de Felix, ya que él era un mayordomo muy servicial de los que nunca se metían donde no los llaman pero que estaba al tanto de todo en la casa. Gracias a él y sus gestos, podía prepararme para cuando mi padre estaba de muy mal humor o sucedía cualquier contratiempo. Por supuesto Felix no sabía que lo psicoanalizaba de esta manera sino le habría dado un síncope.
Puse mala cara y me despedí de Leo y su madre, hiendo directamente hacía la habitación de mi padre. Conocía de primera mano su carácter y era mejor afrontarlo y acabar pronto que darle largas, además, yo no soy de las que se esconden. Entré en la casa y lo primero que vi fue el enorme recibidor, todo muy pulcramente limpio, otra muestra del nerviosismo de Arabella,dado que cada vez que algo le preocupaba se ponía a limpiar frenéticamente. Justo enfrente del recibidor había unas escaleras con una alfombra roja muy fina y barandilla de madera clara, esta se abrían en dos direcciones separando una parte de la casa de la otra. Desde cualquier parte de arriba podías ver el vestíbulo, con la enorme lampara de telaraña que lo iluminaba todo. Subí las escaleras decidida y gire a la izquierda, donde se encontraba otra pasillo con habitaciones a cada lado y con cuadros de paisajes decorando las paredes de color crema. Abrí la segundo puerta sin remilgos y pasé adentro. El dormitorio decorado con tonos blancos y granates con todo el mobiliario en madera caoba estaba totalmente oscuro, pero las puertas correderas dejaban pasar la luz de la otra estancia. Mi padre estaba en su estudio esperándome.
- entra Isabella
Hice lo que me ordenó. Giorgio estaba de pie, con el traje de chaqueta gris aún puesto llenándose una copa de cristal de un brandy muy caro, al parecer se había agotado el whiski francés.
-¿querías verme?- le pregunté contenta de que mi voz no temblara, mi padre jamás me pondría una mano encima .Más no hacía falta eso para temblar cuando lo veías enfadado.
Mi padre se giró, pero no pude ver ninguna emoción en su rostro, esa cualidad era un don muy provechoso para este trabajo, un don que yo también había heredado.
-¿Qué harías tú si vienes de una reunión importante y cuando vas a la habitación de tu hija para darle las buenas nuevas, no vieras a nadie en su cama, y más tarde descubrieras que Leo, su compañero de aventuras tampoco está? Porque si fuerais un par de enamorados entendería las escapadas a mitad de la noche-
Mi sorpresa ante el comentario fue evidente, Leo es la persona en la que más confió en este planeta a excepción de mi padre, somos como hermanos, no existe un ápice de amor entre nosotros que no sea fraternal pero no objeté nada , mi padre parecía que estaba haciendo un esfuerzo sobre humano para controlar su carácter
-pero no- siguió diciendo él- mi hija jamás se escaparía para algo tan simple como tener una cita- en eso tenía razón pensé para mis adentros- ella solo asalta una casa para recuperar un joya, cosa que podría hacer cualquiera de mis hombres- su voz fue subiendo el volumen a cada frase hasta que acabó gritándome cuando me preguntó- ¡dime! ¡¿tú qué harías?!
¿la pregunta era retórica o tenía que contestar? Dijera lo que dijera lo enfurecería más y si no lo hacía explotaría de todas maneras, así que contesté con voz calmada sin perder los nervios
-yo esperaría y confiaría en mi hija- una vez dije la frase casi me entraron ganas de reír, si alguien de mi familia estuviera en aparente peligro aunque fue por su voluntad no me quedaría sentada, y mi padre lo sabía. Sin embargo esta noche no había corrido ningún peligro ,al menos ninguna que él sospechara. El color de la cara de mi padre pasó del blanco al rojo, oh, oh, iba a explotar, debería haberme quedado callada
-¿confiar en ti pa' que no te metan una puñetera bala en la cabeza? ¿ qué clase de confianza es esa ?- estaba hablando con el típico lenguaje de la calle, y eso solo lo hacía cuando perdía los estribos y se cabreaba de verdad, cosa que sucedía en muy raras ocasiones ya que mi padre tenía un férreo control sobre sus emociones.
-he podido colarme en su casa sin problemas y he salido sin un rasguño, no estaba en peligro
-¡eres mi hija! No puedes pedirme que te deje hacer misiones sin siquiera guardias, Dios mio tan solo tienes 19 años
-¡he ido con Leo!- grité, al final había perdido la compostura- no iba sola, además tú elegiste esta vida por mi, yo no tuve elección ,no puedes pretender que me quede al margen de todo esto
-elegí los lujos, la vida fácil, no tener que preocuparte si encontraras algo de comer en una cubo de basura o en que cartón dormirás esa noche, en ningún momento quise que te involucraras en el contrabando o en las guerras de la calle
Si me hubiera pegado un patada no me habría sorprendido menos. Ya sabía que mi padre había vivido en los bajos fondos de niño ,pero a pesar de la buena relación que tenía él nunca me hablaba de su pasado. Saber que había tenido que pasar esas cosas no era un plato de buen gusto. Mi padre respiró varias veces bajando y subiendo su pecho.
Giorgio tenía 44 años y se conservaba muy bien, su pelo era negro azabache, eso también lo heredé de él al igual que sus labios ni muy finos ni muy gruesos ,pero el parecido físico acaba ahí. En cuanto a la forma de ser eramos iguales, tozudos, orgullosos, desconfiados, fuertes de voluntad y con cabeza fría. A pesar de que estuviéramos hechos de la misma pasta por dentro, el embase de mi padre era más osco, era casi un gorila ,no estaba gordo pero medía casi 1'90 y era un armario. Anchos hombros, gran espalda, fuertes músculos y puños enormes. Mi padre es el hombre al que llaman para boxear, aunque por la nariz rota que nunca se ha vuelto a reconstruir bien, ha tenido que pelear demasiadas veces para conseguir el prestigio que hoy tiene. Ya que en la mafia si no te haces respetar jamás permitirán que actúes como su líder, esto es la jungla, y en la jungla solo vence el más fuerte. Y mi padre incluso envuelto en una traje de chaqueta de 3.000 € trasmitía esa fuerza.
Pensándolo un poco mejor, quizás me había pasado de la raya. Mi padre ya estaba planeando como recuperar mi daga pero yo quería estar en primera fila de ataque. Esa daga era algo personal y no quería dejarla en manos de segundos. Quizás si se lo explicaba me entendería y no se enfadaría tanto. No iba a pedir perdón, no me arrepentía ,pero podría intentar calmarlo.
- no estuvo bien que me fuera pero era la daga de madre, lo único que me queda de ella
-una daga, por valiosa que sea, no justifica que pongas tu vida en riesgo- me contestó cortante
-pero es lo único que me dejó ella antes de morir- casi le supliqué para que lo entendiera
Pero él en cambio pareció enfadarse aún más. Golpeó la mesa con el puño tirando el vaso del que había estado bebiendo al suelo y derramando su contenido.
-no quiero oír hablar más de tu madre, lo único que espero es que éste incidente no vuelva a repetirse, hasta que pueda confiar en que no hagas otra tontería tendrás dos guardias en todo momento
-¡eso no es justo!- le grité con rabia, ya no tenía ocho años para tener que ir con guardaespaldas
-es por tu bien- replicó él algo más calmado.
Ya no me miraba con tanta dureza como había echo hacía escasos segundos, eso solo le ocurría cuando hablábamos de mi madre , una estupidez mía haberla nombrado. Nunca se mencionaba nada sobre ella, y desde que murió hizo como si todo lo que vivió con ella no hubiera existido. Yo no se mucho sobre eso, apenas tenía unos meses cuando un trágico accidente de coche se la llevó, pero cuando era pequeña escuchaba los cuchicheos de las sirvientas, eran eso, simples susurros que se decían entre ellas a la hora de del descanso, siempre se callaban cuando me veían aparecer y jamás se les ocurría mencionar a mi madre con Giorgo delante. Al principio no entendía las miradas de compasión que me dirigían, pero cuando crecí ,odié ese sentimiento, no necesitaba la pena de nadie, había perdido a mi madre eso era verdad, pero mi padre siempre me cuidó y me dio todo lo que necesitaba.No era un padre afectivo y apenas tenía tiempo para mi ,pero sabía que me quería,y si necesitaba del consejo de un madre siempre estuvo Arabella.Muchas familias sufrían cosas peores todos los días. Sin embargo, mi padre nunca superó la muerte de mi madre, y esa era su manera de demostrarlo. Aun sabiendo todo esto, no podía evitar enfadarme por que me pusieran dos niñeras o que no hiciera un esfuerzo por entenderme, habían pasado casi veinte años desde la muerte de mi madre y siempre me dio la sensación de estar en segundo lugar, siempre detrás de ella.

-esto no es por mi bien, sabes que se defenderme y que disparo mejor que nadie ,no necesito ayuda , todo esto lo haces para tenerme controlada como si fuera un perro, ¡yo no soy mama! olvídala y vive, no puedes compararlo todo con lo que sucedió hace tantos años y si algo tiene que pasar ,dos guardaespaldas no podrán evitarlo, me tienes prisionera en una jaula de oro,- respire agitadamente sintiendo como me corrían las lágrimas por las mejillas de la impotencia, nunca lloraba por el dolor pero el sentimiento de no poder hacer nada me mataba por dentro-no te das cuenta, no eres capaz de verlo, pero me estas ahogando
No quería herirle pero cada vez que me enfada no podía controlar esta maldita lengua y acababa diciendo cosas que en realidad no pensaba, o las que si pensaba las decía con menos tacto que un ladrillo. Barbara siempre decía que tener esta lengua afilada era un arma muy útil para depende que situaciones, más yo lo odiaba. Me arrepentí de haber abierto la boca, no quería recordarle como él no puedo hacer nada para evitarlo.
-papa...
-dejalo, vete a tu habitación- dijo resignado y abatido
Hice lo que me pidió.
En el interior de mi habitación se escuchaban arañazos rasgando la madera de la puerta. Me reprendí por haber sido tan tonta, Kasey (pronunciado algo así como Keisi) era muy empática con mis emociones y seguro que se había despertado cuando me había marchado en plena noche. Abrí la puerta y el felino negro se sentó en el suelo moviendo la cola mientras me miraba con sus ojos amarillos. Casi podía sentir como me reprochaba haberme ido sin ella. Pero no era buena idea llevarme una pantera para asaltar un casa.
-vamos Kasey, no me mires así- le acaricié la cabeza y pareció algo más tranquila
Me quité la ropa y la dejé caer en una esquina. Mañana la recogería. Pasé al otro lado de la habitación para entrar a baño, darme una ducha relajante y entrar en calor. Luego me puse mi pijama de seda roja y me acurruqué en la cama. Un hondo suspiro escapó de mis labios cuando el sueño empezó a vencerme. Kase se subió a la cama y se durmió en mis pies.
-buenas noches, Kasey- le dije antes de cerrar los ojos por completo

Capítulo 2, El símbolo Vettore





 Encendí el interruptor del cuarto y este se iluminó. Diego apareció detrás mía pero no dijo ni una palabra. Más le valía no hacerlo porque en este momento tenía muchas ganas de pegarle un puñetazo a alguien. La alfombra todavía tenía manchas de sangre fresca y los trozos del jarrón estaban esparcidos por toda la alfombra. Increíble, y encima tuve remordimientos, pensé exasperada a la vez que molesta. Vale, yo le había mentido pero y él ¿Qué?  Me giré furiosa hacía Diego.
-más te vale hacer una lista de tus enemigos, al parecer tienes unos cuantos
Me fui de allí y saqué el móvil. Oh dios, siete llamadas perdidas de mi padre, cuando llegara iba a estar muy cabreado, tenía la esperanza de que no se enterase de esta escapada, pero eso no iba a ser posible. Tecleé nueve números y esperé escuchando los pitidos a través del móvil.
-¿ Isbe que pasa?
-Leo, ya esta todo resuelto, vámonos
-esto…estoy un…poco…ocupado- oí el ruido de una pelea y luego a Leo jadeando- voy a tardar algo
- voy para ya ¿Dónde estás?- le pregunté con urgencia
Sin embargo él no contestó y la llamada se cortó. Guardé el teléfono con rabia y empecé a buscar por todas las habitaciones de la casa, ya no me importaba quien hubiera o dejara de haber allí, tenía que encontrar a Leo antes de que le pasase algo. Mientras pasaba a toda prisa por unos de los salones se escuchó un gritó de dolor y después varios insultos. Cambie de dirección y abrí la puerta que estaba al final. Ahí encontré a Leo peleándose con cuatro hombres. En el suelo yacían dos sin sentido y jodido sea, acababa de tumbar a otro. Pero mi amigo estaba agotado, lo veía respirando con dificultad y sus movimientos cada vez eran más lentos y menos precisos. Agarré por el cuello a uno de los guardias  tomándolo por sorpresa,  ninguno se había percatado de mi presencia, y mediante una llave lo tire al suelo de espaldas. Un golpe tan fuerte te corta la respiración y tardas bastante en volver a la normalidad. Luego cogí a otro y lo empujé contra la ventana. La cual, se hizo pedazos y el guardia calló al vacío. Me asomé  para ver los daños (suerte que era un primero)el guardia no pensaba lo mismo porque me miraba con todo el odio que podía. Si las miradas matasen…A pesar del dolor se levantó, creo que para intentar matarme, pero pareció pensárselo porque se volvió a sentar quitándose los cristales de la pierna, esta no paraba de echar y echar sangre.
Un jadeo me hizo darme la vuelta justo para ver como Leo, sentado a horcajadas sobre el otro hombre le asestaba un puñetazo con tal fuerza que incluso a mi me dejó sin habla. Luego se desplomó en el suelo al lado del cuerpo aún vivo (o eso creo).
-¿Cómo estas?- le pregunté tocándole el labio partido.
Él esbozó una sonrisa torcidas debido al ojo morado que se estaba hinchando por segundos.
-podré moverme en un momento- me aseguró con desgana,  le revolví el pelo castaño algo largo  y saqué la pistola que había guardado hacía escasos minutos. Al cargarla Leo levantó la cabeza.- ¿es una indirecta?- preguntó sonriendo  con los ojos cerrados
-¿para marcharnos? No, descansa todo los que necesites  a lo mejor a nuestro anfitrión Diego le apetece invitarnos a una vinito- aunque lo dijera con ironía no pensaba moverme hasta que él recuperara las fuerzas y si tenía que enfrentarme a otros seis guardias , que así fuera.
Leo abrió sus enormes ojos color miel y se puso serio de nuevo- ¿encontraste lo que querías?
-sí, bueno, más o menos, luego te explico
Él asintió y se levantó
-vámonos
Los dos salimos por la ventana y pasamos como si nada delante del guardia que se había desmayado debido a la perdida de sangre. Sentí algo moverse en mi interior ¿la conciencia?¿otra vez? Esta vez la descarté  sin remordimientos, siempre me daba demasiados problemas, y esta noche había quedado demostrado.

Estábamos casi a fuera del recinto cuando oímos el ajetreo de la casa.
-parece que han encontrado nuestro pequeño estropicio-le dije riendo
-¿ Crees que nos seguirán?
-lo dudo, Diego sabe que eso no le conviene
-quería hablar contigo antes de volver- me dijo parándose en seco y mirándome sin rastro de la sonrisa que tenía hacía tan solo un minuto
-dispara
- Isbe se que no te gusta esta vida-comenzó él
-¿de verdad?no se de donde has sacado esa idea
Él me miró ceñudo por haberlo interrumpido. Decidí mejor cerrar la boca y esperar que soltara lo que tenía que decirme. Suspiró y me agarró las manos antes de continuar.
-no hace falta que seas sarcástica- me regañó-lo que quiero decir es que aunque no te gusté este mundo en el que vivimos formas parte de él ,y lo que es peor ,estas hecha para esto
-no se a que te refieres- le contesté intentando parecer inocente, desde luego que sabía a que se estaba refiriendo  pero no tenía muchas ganas de hablar sobre eso
-sí, sí que lo sabes, eres más madura que cualquiera de tu edad
-eso no es lo que diría mi padre
Leo siguió hablando como si no me  hubiera escuchado
-sabes mantener la cabeza fría bajo cualquier situación, nunca te he visto que entres en pánico o que te pongas nerviosa, por Dios ni siquiera te he visto llorar desde no se cuanto tiempo y ese genio tuyo dominaría a cualquiera
Me quede clavada en el sitio como una estatua. Conocía a Leo desde hacía 10 años y este no era un tema de conversación habitual entre nosotros, al igual que a él no le gustan los agradecimientos a mi no me gusta que me halagasen, y para é,l eso eran halagos. No me habría dicho esto sin no hubiera un razón detrás y sabía muy bien cual era.
-¿cómo te has enterado?- le pregunté cuando recuperé la compostura
Leo esbozó una pequeña sonrisa al darse cuenta de que lo había pillado
-es difícil guardar un secreto como ese- me contestó
Leo había descubierto que pensaba irme de mi casa, no lo tenía del todo decidido pero quería viajar por todo Europa y más tarde recorrer Estados Unidos. Todo con la intención de alejarme del “negocio”. A pesar de lo que acababa de decirme Leo, yo tenía le sensación de que ese no era mi sitio y  prefería estar un tiempo fuera de Italia para ver que más cosas podía hacer. Se habría ante mi un abanico de posibilidades que nada tenía que ver con la mafia.
-Leo, se que quieres convencerme de que me quede, pero esta vida me asfixia, no puedo seguir así
Él me soltó las manos y andó hacía el vehículo que había aparcado no muy lejos de allí. Sacó la llave de subolsillo y lo abrió, todo con movimientos bruscos y evidentemente  enfadado. Yo me monté  en el asiento del copiloto sin decir nada, esperando que se le pasara un poco, sabía muy bien que si intentaba hacerle saber como me sentía él no lo entendería y acabaríamos aún peor.
- estaré bien Leo, se que siempre estas protegiéndome pero sabes que puedo apañármelas muy bien sola, además con Barbara tendrás más que suficiente tarea para que te olvides de mi- le dije para quitarle hierro al asunto
Él intentó reprimir la sonrisa pero no pudo. Los dos sabíamos que Barbara era un tornado. Ella tenía un año menos que yo y su padre era el jefe de seguridad de Giorgio (mi padre) y al igual que su progenitor, Barbara era una verdadera superdotada de los ordenadores. Ella y  yo éramos totalmente diferentes,  tanto como la Luna y el Sol, pero las dos coincidíamos en una cosa, las madres de ambas murieron cuando éramos muy pequeñas aunque por causas diferentes, y ella junto a su padre  se mudaron a  nuestra casa tras ese trágico suceso. Barbara era lo más parecido a una hermana que había tenido, ella y Leo por supuesto, los tres éramos inseparables, sobre todo en nuestra infancia, a pesar de que Leo me sacara cinco años. Desde pequeño él adoptó un aire protector sobre nosotras y ese aire fue convirtiéndose en un vendaval según crecíamos.
Con el ambiente ya menos tenso que antes  volvimos  a mi casa-mansión- chalet de lujo, donde vivía. Apenas hablamos por el camino, pero eso era habitual en nosotros, no malgastábamos el tiempo hablando de frivolidades sobre el  día hacía  o cosas así, pero cuando estaba de bajón o de mal humor él era  el único que conseguía levantarlo, y yo hacía lo mismo cada vez que podía por él. Mi casa apareció ante mi vista, una casa que solo podía estar en un  barrió de lujo por su gran esplendor, pero lo que más destacaba eran las verjas. No eran simples barras  metal con puntas arriba, no, cada  barra era un trenza entrelaza con púas y una punta afilada al final. Eran hermosas a la vez que terroríficas. Las puertas de metal tenían una V  enzarzada en una rosa sangrando. Este símbolo, es el símbolo de los Vettore y al igual que todo en mi familia, tiene una historia detrás.

“ Según cuenta la leyenda la muchacha más hermosa jamás vista vivía en un pueblecito de Italia, todos los hombres suspiraban al verla y hacían todo lo que se les ocurría para que ella tan solo les dedicara una sonrisa, más ella solo tenía ojos para un jornalero, el cual le profesaba el mismo amor. Para demostrárselo todos los días el jornalero le llevaba una rosa blanca  a su casa, todos los días sin faltar ninguno. Los dos, enamorados como estaban, decidieron casarse cuando la cosecha de los viñedos terminara. La noticia fue recibida con gran alegría e ilusión por todo el pueblo, y aunque había numerosos hombres entristecidos por perderla, vieron lo felices que eran y se rindieron sin molestar, contentos de que la muchacha estuviera en buenas manos. Sin embargo, uno de los señores feudales que había salido a cabalgar esa mañana la vio, y al instante quiso tenerla para si. Sin dudarlo un momento la secuestró  y la forzó tantas veces como quiso mientras ella suplicaba clemencia. Cuando el señor la hubo usado la liberó echándola como a un perro sin compasión y  ella volvió a  su hogar donde la esperaba su jornalero. Si ella hubiese contado sus pesares  y dudas él la habría ayudado, superando juntos todo el dolor, pero la muchacha sentía pena por si misma, por haber sido deshonrada contra su voluntad . Era incapaz de mirar a su amado sin sentirse sucia, por eso cuando el jornalero pasó por su casa con su rosa blanca diaria ella lloró desconsoladamente y en un acto desesperado, se suicidó. La joven muchacha  murió al instante debido a la caída desde su balcón. Él la encontró al día siguiente muerta en el piso aferrando la rosa ,ahora manchada de sangr,e con las dos manos. El jornalero se sumió en un terrible tristeza de donde nadie podía sacarlo, pensando día y noche en por qué su amada lo había abandonado de tan cruel manera. Hasta que un día un hombre mayor se acercó a él diciéndole ser un siervo del señor feudal que vivía cerca de allí, el anciano le contó toda la historia, ya que él, lo había visto todo sin poder hacer nada para evitarlo. Lleno de furia el muchacho juró vengarse y en una noche de tormenta se filtró en el castillo y mató al hombre que le había arrebatado a su amada, con tan poca piedad como él tuvo con la joven. Los criados que encontraron el cuerpo de su señor juraban que era la cosa mas horrible que podían haber imaginado ,pero era un secreto a voces quien había sido el culpable, ya que junto al cuerpo había una rosa blanca cubierta de sangre”

Ese es nuestro símbolo, ya que el pobre jornalero ,era un Vettore.