Capítulo 5 , Un día como otro cualquiera





Le eché una mirada dura porque odiaba que estando de trabajo no dejara entrar a nadie en ese caparazón que se creaba ,pero le hice caso sin rechistar.
Mi padre apenas tardo unos minutos en aparecer donde me había dicho. Tras él, dos guardias traían arrastras a Diego, y guardándoles las espaldas a estos, iban Leo y su padre.
-¿Qué está pasando?- pregunté pasando la mirada de unos a otras hasta pararla en Diego
-no pienso permitir que te pongas en peligro- dijo mi padre- y este cabrón te tenía una trampa preparada
Me acerqué a Diego, quien estaba bastante magullado con casi toda la cara morada y varios cortes en los brazos y el cuello. Se había resistido a que lo atraparan. Apreté los labios hasta que formaron una fina linea, estaba enfadada con Diego por haberme tendido una trampa, con migo misma porque mi padre me había vuelto a demostrar que solo era una niña, y me enfadé con él porque tenía razón. Cogí la botella de whiski que había en el armario con cristalera y lo rocié sobre Diego para despertarlo. Sabía muy bien que cuando el alcohol entrara en contacto con las heridas abiertas el quemazón se le haría insoportable. Y estaba deseando ver su cara de dolor. Para mi satisfacción se retorció por le suelo gimiendo y cuando levantó la cabeza para mirarme con odio le rompí la nariz con mi rodilla, o se la terminé de rematar, porque dudaba seriamente de que estuviera intacta después de la pelea. Diego gemía mientras su sangre chorreaba por la nariz, sin ni siquiera poder limpiársela ya que tenía las manos atadas a su espalda con una brida.
-¿una trampa, Diego? Creí haberte advertido de lo que pasaría si no colaborabas- mi voz tenía una nota de advertencia que era imposible de ignorar, al menos para cualquiera que tuviera algo más que serrín en la cabeza, Diego, sin embargo, tenía que ser un espantapájaros porque no captó la indirecta.
-lo he intentado pero sabía que no me escucharías-su voz sonaba ronca y áspera
-entiendo-dije a la vez que sacaba mi cuchillo de la bota y lo pasaba de una a otra-y la única solución que se te ocurrió fue tenderme una trampa – Diego no contestó, no se movió, ni siquiera respiró porque sabía que estaba tanteando el terreno para hacerlo caer.
Mi padre sentado plácidamente en el sofá observaba la escena y agradecí que me dejara al cargo de la situación. Su cara no mostraba emoción alguna, mostrando su estaba de acuerdo con lo que hacía o no, tenía carta blanca. Volví a mirar atentamente a Diego y una imagen de sus hijas pasó por mi mente ¿Qué pensarían si vieran así a su padre?¿Qué pensarían si supieran lo rata que es?¿Qué pensaría mi madre si me viera en este momento? Esa última pregunta me dejó paralizada. No solía pensar en mi madre, y menos en momentos como estos. Pero haberlo echó le salvo un par de dedos a Diego. El cuchillo cayó de mis manos hasta el suelo donde no hizo ningún ruido debido a la alfombra.
-¿y la daga?-le pregunté
Él no contestó. Leo se adelantó dos pasos y me mostró un cofre de madera. Lo abrí. Envuelto entre terciopelo rojo estaba lo que quedaba de mi daga escarlata. Lo único que me detuvo para no lanzarme contra Diego fue el recuerdo de mi madre que aún persistía en mi mente. La daga escarlata estaba desmontada, cada pieza separada de su compañera y todas las joyas extraídas del mango. Respiré hondo varias veces cerrando los ojos con fuerza. Cuando los abrí salí de la habitación a grandes dejando a tres hombres con la boca abierta y a otro suspirando de alivio.
Me encerré en mi habitación temblando de rabia. Kaseyi sintió mi estado de ánimo y se agazapó en una esquina. Podía matarlo, solo tenía que bajar, coger el cuchillo del suelo y abrirle la garganta. Nadie diría nada, y a ninguno le importaría. Llevé mis manos a las sienes apretándolas con fuerza. ¿por qué no puedo quitarme a mi madre de la cabeza? Nunca la conocí, no debería sentir esta sensación de que no hacía lo correcto.
Alguien dio un par de toques en la puerta y entró. Llamar era un mera formalidad ya que no esperó mi autorización para pasar. Yo seguía aun parada en medio de la habitación con la espalda tensa y ni siquiera me giré.
-si sigues apretando los puños con tanta fuerza, te vas hacer heridas con las uñas de gata que tienes, y la culpa será solo tuya por no guardarte tu ira en vez de desquitarte con ese canalla
La voz femenina me era familiar, tan familiar que la había escuchado reír, llorar, insultar y regañarme desde que tengo memoria. Alicia estaba de vuelta. Me volví hacia ella sonriendo y nos abrazamos fuertemente.
-te eché de menos, ya era hora de que volvieras- le dije cuando nos separamos para seguirnos con las manos unidas
-la verdad es que empezaba a gustarme las playas de Puntacana-
Le pegué un empujón y las dos nos reímos felices de estar otra vez juntas.
-cuatro meses en Puntacana y sigues siendo igual de blanca¿cómo es posible?- exclamó bromeando
La tensión de mi cuerpo se había evaporado e intentaba no pensar en Diego y la daga. Estaba contenta de poder ver de nuevo Alicia. La había extrañado demasiado, era la única chica que podía comprenderla.
-yo tampoco lo entiendo- se quejó ella echándole un vistazo a su brazo
Alicia medía 1'70, apenas unos un par de centímetros más baja que yo. Nuestro pelo era igual de negro, solo que el mio llegaba hasta la cintura y el suyo era muy corto, se lo peinaba con las puntas hacía afuera dándole un toque chic. Ella era más delgada que yo, parecía que una ráfaga de aire se la llevaría en cualquier momento. Mis ojos de un verde grisáceos eran todo lo contrario a los de ella que eran de color ámbar brillante, eso con el contraste de su piel pálida y el cabello negro como la noche era una exótica mezcla que no podías olvidar.
-¿Qué miras tanto?-preguntó ella entrecerrando los ojos
-a ti, eres igual que como te recordaba
-solo me he ido un par de meses, no creo que haya muchos cambios en tan poco tiempo
-¿si? Me pareció una eternidad ¿cuando regresaste?-inquirí con curiosidad, pensaba matarla si no había venido a verme en cuanto llegó
-hace apenas una hora, quizás menos y no volví yo sola- añadí levantándose de la cama y sonriéndome- tu tío Paolo también está aquí
-¿aquí?¿en casa? Hace tanto que no lo veo...
-cuando subí iba hablar con tu padre y Ángel, ya sabes reuniones de emergencia-me contestó poniendo los ojos en blanco. Barbara se levantó y fue hacía la esquina donde estaba agazapada mi pantera.
-Kasey, que bonita estás-le dijo mientras le acariciaba el cuello y la pantera ronroneaba -estás muy grande
-sí-afirmé-ya tiene casi siete años, -luego cambié de tema deseando bajar al salón- voy a ver a mi tío ¿vienes?
Levantó la cabeza para mirarme y se incorporó dejando de acariciar a Kasey.
-ve tú, yo creo que voy a buscar a Leo
-se alegrará de verte
Salí de la habitación con Kasey detrás mía. No tuve que buscar a mi padre y a los demás ya que fue bajar las escaleras y encontrármelos de frente. Mi tío Paolo me sonrió y abrió los brazos para que le abrazara. Me alegraba mucho de verlo ,pero me sentía incómoda abrazando a los hombres, aunque fueran de mi familia. Aunque hice un esfuerzo y acepté su abrazo, si eso se podía considerar abrazo porque me estrechó entre sus brazos con tanta fuerza que me faltó el aire en los pulmones.
-mira a mi pequeña sobrina, aunque ya no es nada pequeña-exclamó soltándome y mirándome de arriba abajo con una sonrisa radiante en el rostro. Así era mi tío, todo sonrisas.
-que me lo digan a mi-murmuró mi padre
Ignorando su comentario le pregunté a Paolo:
-¿qué haces aquí?
Mi tío vivía en Turquía, era diez años más joven que mi padre y solo eran mitad hermanos, por parte de madre. Nunca conocí a mi abuela y ambos hijos eran reacios a hablar de ella, se comportaban como si el pasado no importarse. “mira hacía el futuro y olvida el pasado” decía mi padre cuando yo insistía en saber algún dato sobre su vida de niño, a lo cual yo le contestaba “el pasado nos hace aprender de nuestros errores para no repetirlos en el futuro” y así podíamos pasarnos tardes enteras, sin que ninguno diera su brazo.
-ah decir verdad, ha sido tu padre quien me ha llamado-contestó mi tío devolviéndome de nuevo al presente.
Miré interrogante a mi padre pero éste no contestó, y de repente a mi tío le pareció fascinante el techo de mi casa
-¿Qué está pasando?-inquirí ,fulminándolos con la mirada y los brazos en jarras.
-a mi no me mires, es tu padre quien tiene que contártelo , lo que sí puedo decirte es que son buenas noticias
Mi padre siguió sin decir nada. Aún estaba enfadado por mi escapada y la discusión de después.
-vamos Giorgio-exclamó mi tío- deja de ser tan tozudo y cuéntaselo a tu hija que se va alegrar
-papa ¿esas noticias de las que habla el tío Paolo son las que viniste a decirme la noche que me colé en casa de Antonio?
-sí-contestó al fin mi padre de mala gana- he estado hablando con Ángel y lo he dejado todo preparado para irnos de vacaciones
Los ojos casi se me salen de las orbitas por la sorpresa.
-¿va...vacaciones?-pregunté sin poder creermelo
-sí,-contestó mi tío-yo he venido para echar una mano, aunque la verdad es que soy innecesario
-vacaciones-repetí- todavía estaba sorprendida. Jamás había ido de vacaciones con mi padre, siempre estaba ocupado con el trabajo, la seguridad, y las reuniones a altas horas de la noche .Nunca habíamos podido tener algo de tiempo para hacer cosas juntos. Pero no por eso le quería menos.
Estaba que no cabía en mi de gozo, podía hacerme una idea de lo que debía de costar dejarlo todo preparado para su ausencia. Mi padre lo controlaba todo, no toleraba que se hiciera nada sin antes pasar por su beneplácito, un poco autoritario ,pero era la única manera de que el negocio fuera a la perfección y luego no hubiera improvistos. Improvisto para mi padre solían ser problemas muy gordos con la policía u otras mafias menores. Ambos hermanos me miraron preocupados al ver que yo no decía nada más, y seguía en estado de shock. Comprender, estás cosas no solían pasarme. Poco a poco una lenta sonrisa apareció en mis labios y después de que cruzaran una mirada los dos hombres se relajaron.
-¿te parece buena idea?-preguntó mi padre pasado un rato
-¿buena idea?¿buena idea?es genial, oh papa gracias-le agradecí emocionada-¿a dónde vamos? ¿cuánto tiempo? Podré llevarme a Kasey ¿verdad? Oh claro que sí no puedo dejarla aquí, y tengo que hacer las maletas
Subí corriendo las escaleras sin dejarles contestar, al menos llegué hasta la mitad cuando me di cuenta de que no sabía que meter en la maleta. ¡Si no sabía donde iba!
-emmm ¿dónde has dicho que íbamos?
-aun no lo he decidido, he pensado que te gustaría que viéramos varias posibilidades
-sí- accedí contenta
-bien, mañana miraremos por internet cual te gusta más, ahora es tarde y me gustaría descansar
-tienes razón-otra tema totalmente diferente vino a mi mente, algo más importante que el viaje-¿qué vas a hacer con Diego?
-aun no le he decidido-admitió mi padre frotándose la barbilla
-déjalo libre- le pedí
-no puedo, no solo nos ha robado, sino que ha intentado matarte. Tiene que pagar las consecuencias, si lo dejara libre otras familias con las que estamos enemistados podrían tomarlo como ejemplo, no podemos permitir que crean que estoy perdiendo poder.
Me mordí el labio inferior con fuerza. Sabía que eso era lo que tenía que hacer, las reglas en este trabajo eran así y yo me había criado sabiéndolas.
-entiendo-no podíamos parecer débiles y tener compasión-no quiero saberlo, hagas lo que hagas no quiero enterarme
Mi padre asintió y yo me fui a dormir apartando de mi mente la imagen de Diego. Había sido un estúpido en sus acciones y ahora tendría que pagar las consecuencias. En esta jungla solo podía sobrevivir los más fuertes.