Le eché una mirada dura porque odiaba que estando de trabajo no dejara entrar a nadie en ese caparazón que se creaba ,pero le hice caso sin rechistar.
Mi padre apenas tardo unos minutos en
aparecer donde me había dicho. Tras él, dos guardias traían
arrastras a Diego, y guardándoles las espaldas a estos, iban Leo y
su padre.
-¿Qué está pasando?- pregunté
pasando la mirada de unos a otras hasta pararla en Diego
-no pienso permitir que te pongas en
peligro- dijo mi padre- y este cabrón te tenía una trampa preparada
Me acerqué a Diego, quien estaba
bastante magullado con casi toda la cara morada y varios cortes en
los brazos y el cuello. Se había resistido a que lo atraparan.
Apreté los labios hasta que formaron una fina linea, estaba enfadada
con Diego por haberme tendido una trampa, con migo misma porque mi
padre me había vuelto a demostrar que solo era una niña, y me
enfadé con él porque tenía razón. Cogí la botella de whiski que
había en el armario con cristalera y lo rocié sobre Diego para
despertarlo. Sabía muy bien que cuando el alcohol entrara en
contacto con las heridas abiertas el quemazón se le haría
insoportable. Y estaba deseando ver su cara de dolor. Para mi
satisfacción se retorció por le suelo gimiendo y cuando levantó la
cabeza para mirarme con odio le rompí la nariz con mi rodilla, o se
la terminé de rematar, porque dudaba seriamente de que estuviera
intacta después de la pelea. Diego gemía mientras su sangre
chorreaba por la nariz, sin ni siquiera poder limpiársela ya que
tenía las manos atadas a su espalda con una brida.
-¿una trampa, Diego? Creí haberte
advertido de lo que pasaría si no colaborabas- mi voz tenía una
nota de advertencia que era imposible de ignorar, al menos para
cualquiera que tuviera algo más que serrín en la cabeza, Diego, sin
embargo, tenía que ser un espantapájaros porque no captó la
indirecta.
-lo he intentado pero sabía que no me
escucharías-su voz sonaba ronca y áspera
-entiendo-dije a la vez que sacaba mi
cuchillo de la bota y lo pasaba de una a otra-y la única solución
que se te ocurrió fue tenderme una trampa – Diego no contestó, no
se movió, ni siquiera respiró porque sabía que estaba tanteando el
terreno para hacerlo caer.
Mi padre sentado plácidamente en el
sofá observaba la escena y agradecí que me dejara al cargo de la
situación. Su cara no mostraba emoción alguna, mostrando su estaba
de acuerdo con lo que hacía o no, tenía carta blanca. Volví a
mirar atentamente a Diego y una imagen de sus hijas pasó por mi
mente ¿Qué pensarían si vieran así a su padre?¿Qué pensarían
si supieran lo rata que es?¿Qué pensaría mi madre si me viera en
este momento? Esa última pregunta me dejó paralizada. No solía
pensar en mi madre, y menos en momentos como estos. Pero haberlo echó
le salvo un par de dedos a Diego. El cuchillo cayó de mis manos
hasta el suelo donde no hizo ningún ruido debido a la alfombra.
-¿y la daga?-le pregunté
Él no contestó. Leo se adelantó dos
pasos y me mostró un cofre de madera. Lo abrí. Envuelto entre
terciopelo rojo estaba lo que quedaba de mi daga escarlata. Lo único
que me detuvo para no lanzarme contra Diego fue el recuerdo de mi
madre que aún persistía en mi mente. La daga escarlata estaba
desmontada, cada pieza separada de su compañera y todas las joyas
extraídas del mango. Respiré hondo varias veces cerrando los ojos
con fuerza. Cuando los abrí salí de la habitación a grandes
dejando a tres hombres con la boca abierta y a otro suspirando de
alivio.
Me encerré en mi habitación temblando
de rabia. Kaseyi sintió mi estado de ánimo y se agazapó en una
esquina. Podía matarlo, solo tenía que bajar, coger el cuchillo del
suelo y abrirle la garganta. Nadie diría nada, y a ninguno le
importaría. Llevé mis manos a las sienes apretándolas con fuerza.
¿por qué no puedo quitarme a mi madre de la cabeza? Nunca la
conocí, no debería sentir esta sensación de que no hacía lo
correcto.
Alguien dio un par de toques en la
puerta y entró. Llamar era un mera formalidad ya que no esperó mi
autorización para pasar. Yo seguía aun parada en medio de la
habitación con la espalda tensa y ni siquiera me giré.
-si sigues apretando los puños con
tanta fuerza, te vas hacer heridas con las uñas de gata que tienes,
y la culpa será solo tuya por no guardarte tu ira en vez de
desquitarte con ese canalla
La voz femenina me era familiar, tan
familiar que la había escuchado reír, llorar, insultar y regañarme
desde que tengo memoria. Alicia estaba de vuelta. Me volví hacia
ella sonriendo y nos abrazamos fuertemente.
-te eché de menos, ya era hora de que
volvieras- le dije cuando nos separamos para seguirnos con las manos
unidas
-la verdad es que empezaba a gustarme
las playas de Puntacana-
Le pegué un empujón y las dos nos
reímos felices de estar otra vez juntas.
-cuatro meses en Puntacana y sigues
siendo igual de blanca¿cómo es posible?- exclamó bromeando
La tensión de mi cuerpo se había
evaporado e intentaba no pensar en Diego y la daga. Estaba contenta
de poder ver de nuevo Alicia. La había extrañado demasiado, era la
única chica que podía comprenderla.
-yo tampoco lo
entiendo- se quejó ella echándole un vistazo a su brazo
Alicia medía 1'70,
apenas unos un par de centímetros más baja que yo. Nuestro pelo era
igual de negro, solo que el mio llegaba hasta la cintura y el suyo
era muy corto, se lo peinaba con las puntas hacía afuera dándole un
toque chic. Ella era más delgada que yo, parecía que una
ráfaga de aire se la llevaría en cualquier momento. Mis ojos de un
verde grisáceos eran todo lo contrario a los de ella que eran de
color ámbar brillante, eso con el contraste de su piel pálida y el
cabello negro como la noche era una exótica mezcla que no podías
olvidar.
-¿Qué miras
tanto?-preguntó ella entrecerrando los ojos
-a ti, eres igual
que como te recordaba
-solo me he ido un
par de meses, no creo que haya muchos cambios en tan poco tiempo
-¿si? Me pareció
una eternidad ¿cuando regresaste?-inquirí con curiosidad, pensaba
matarla si no había venido a verme en cuanto llegó
-hace apenas una
hora, quizás menos y no volví yo sola- añadí levantándose de la
cama y sonriéndome- tu tío Paolo también está aquí
-¿aquí?¿en casa?
Hace tanto que no lo veo...
-cuando subí iba
hablar con tu padre y Ángel, ya sabes reuniones de emergencia-me
contestó poniendo los ojos en blanco. Barbara se levantó y fue
hacía la esquina donde estaba agazapada mi pantera.
-Kasey, que bonita
estás-le dijo mientras le acariciaba el cuello y la pantera
ronroneaba -estás muy grande
-sí-afirmé-ya
tiene casi siete años, -luego cambié de tema deseando bajar al
salón- voy a ver a mi tío ¿vienes?
Levantó la cabeza
para mirarme y se incorporó dejando de acariciar a Kasey.
-ve tú, yo creo que
voy a buscar a Leo
-se alegrará de
verte
Salí de la
habitación con Kasey detrás mía. No tuve que buscar a mi padre y a
los demás ya que fue bajar las escaleras y encontrármelos de
frente. Mi tío Paolo me sonrió y abrió los brazos para que le
abrazara. Me alegraba mucho de verlo ,pero me sentía incómoda
abrazando a los hombres, aunque fueran de mi familia. Aunque hice un
esfuerzo y acepté su abrazo, si eso se podía considerar abrazo
porque me estrechó entre sus brazos con tanta fuerza que me faltó
el aire en los pulmones.
-mira a mi pequeña
sobrina, aunque ya no es nada pequeña-exclamó soltándome y
mirándome de arriba abajo con una sonrisa radiante en el rostro. Así
era mi tío, todo sonrisas.
-que me lo digan a
mi-murmuró mi padre
Ignorando su
comentario le pregunté a Paolo:
-¿qué haces aquí?
Mi tío vivía en
Turquía, era diez años más joven que mi padre y solo eran mitad
hermanos, por parte de madre. Nunca conocí a mi abuela y ambos hijos
eran reacios a hablar de ella, se comportaban como si el pasado no
importarse. “mira hacía el futuro y olvida el pasado” decía mi
padre cuando yo insistía en saber algún dato sobre su vida de niño,
a lo cual yo le contestaba “el pasado nos hace aprender de
nuestros errores para no repetirlos en el futuro” y así podíamos
pasarnos tardes enteras, sin que ninguno diera su brazo.
-ah decir verdad, ha
sido tu padre quien me ha llamado-contestó mi tío devolviéndome
de nuevo al presente.
Miré interrogante a
mi padre pero éste no contestó, y de repente a mi tío le pareció
fascinante el techo de mi casa
-¿Qué está
pasando?-inquirí ,fulminándolos con la mirada y los brazos en
jarras.
-a mi no me mires,
es tu padre quien tiene que contártelo , lo que sí puedo decirte es
que son buenas noticias
Mi padre siguió sin
decir nada. Aún estaba enfadado por mi escapada y la discusión de
después.
-vamos
Giorgio-exclamó mi tío- deja de ser tan tozudo y cuéntaselo a tu
hija que se va alegrar
-papa ¿esas
noticias de las que habla el tío Paolo son las que viniste a decirme
la noche que me colé en casa de Antonio?
-sí-contestó al
fin mi padre de mala gana- he estado hablando con Ángel y lo he
dejado todo preparado para irnos de vacaciones
Los ojos casi se me
salen de las orbitas por la sorpresa.
-¿va...vacaciones?-pregunté
sin poder creermelo
-sí,-contestó mi
tío-yo he venido para echar una mano, aunque la verdad es que soy
innecesario
-vacaciones-repetí-
todavía estaba sorprendida. Jamás había ido de vacaciones con mi
padre, siempre estaba ocupado con el trabajo, la seguridad, y las
reuniones a altas horas de la noche .Nunca habíamos podido tener
algo de tiempo para hacer cosas juntos. Pero no por eso le quería
menos.
Estaba que no cabía
en mi de gozo, podía hacerme una idea de lo que debía de costar
dejarlo todo preparado para su ausencia. Mi padre lo controlaba todo,
no toleraba que se hiciera nada sin antes pasar por su beneplácito,
un poco autoritario ,pero era la única manera de que el negocio
fuera a la perfección y luego no hubiera improvistos. Improvisto
para mi padre solían ser problemas muy gordos con la policía u
otras mafias menores. Ambos hermanos me miraron preocupados al ver
que yo no decía nada más, y seguía en estado de shock. Comprender,
estás cosas no solían pasarme. Poco a poco una lenta sonrisa
apareció en mis labios y después de que cruzaran una mirada los dos
hombres se relajaron.
-¿te parece buena
idea?-preguntó mi padre pasado un rato
-¿buena idea?¿buena
idea?es genial, oh papa gracias-le agradecí emocionada-¿a dónde
vamos? ¿cuánto tiempo? Podré llevarme a Kasey ¿verdad? Oh claro
que sí no puedo dejarla aquí, y tengo que hacer las maletas
Subí corriendo las
escaleras sin dejarles contestar, al menos llegué hasta la mitad
cuando me di cuenta de que no sabía que meter en la maleta. ¡Si no
sabía donde iba!
-emmm ¿dónde has
dicho que íbamos?
-aun no lo he
decidido, he pensado que te gustaría que viéramos varias
posibilidades
-sí- accedí
contenta
-bien, mañana
miraremos por internet cual te gusta más, ahora es tarde y me
gustaría descansar
-tienes razón-otra
tema totalmente diferente vino a mi mente, algo más importante que
el viaje-¿qué vas a hacer con Diego?
-aun no le he
decidido-admitió mi padre frotándose la barbilla
-déjalo libre- le
pedí
-no puedo, no solo
nos ha robado, sino que ha intentado matarte. Tiene que pagar las
consecuencias, si lo dejara libre otras familias con las que estamos
enemistados podrían tomarlo como ejemplo, no podemos permitir que
crean que estoy perdiendo poder.
Me mordí el labio
inferior con fuerza. Sabía que eso era lo que tenía que hacer, las
reglas en este trabajo eran así y yo me había criado sabiéndolas.
-entiendo-no
podíamos parecer débiles y tener compasión-no quiero saberlo,
hagas lo que hagas no quiero enterarme
Mi padre asintió y
yo me fui a dormir apartando de mi mente la imagen de Diego. Había
sido un estúpido en sus acciones y ahora tendría que pagar las
consecuencias. En esta jungla solo podía sobrevivir los más
fuertes.