Nota de la autora: Aquí va otro capítulo más, sé que es muy cortito y lo siento, pero con todos los exámenes y eso apenas tengo tiempo libre y mucho menos inspiración.
También disculparme por el abandono del blog, sé que tardo mucho en subir capítulos y seguramente tardaré otra eternidad en subir el siguiente :S
Espero que me perdonéis y que disfrutéis con este séptimo capítulo.
Gracias y besos a tod@s los lectores que me leéis y me apoyáis
La lluvia golpeaba
con fuerza sobre mi paraguas para acabar deslizándose por él y
llegar a la tierra, la misma tierra en la que estaban enterrando a mi
padre. El día había amanecido nublado, con el cielo totalmente
encapotado. No tardó en comenzar a llover y pronto llegó la
tormenta. Ángel me rodeaba la cintura mostrándome su apoyo, y tanto
Leo como Barbara no se habían separado de mí, pero a mí más me
daba estar sola o no. Mi interior estaba frío y sin mi padre me
sentía abandonada.
La casa se sumió en
la tristeza, todos vestían el luto, yo incluida, y nadie se atrevía
hablar, solo leves murmullos se escuchaban cuando yo entraba o salía
de una habitación. Pero en ese momento, ante mí, veía el hueco en
el suelo donde introducían el ataúd. El sentimiento de querer
gritar y tirarme al suelo negando que esto no había pasado no
desaparecía de mi interior. Quería abrir los ojos y descubrir que
solo había sido una terrible pesadilla, que Arabelle me prepararía
un taza de chocolate y todo se olvidaría. Pero por mucho que rogaba;
no sucedía.
Cerré los ojos para
no ver esa imagen, los recuerdos que pase junto a mi padre eran los
que debían ocupar mi mente, no el de su cadáver, no el de su pecho
ensangrentado con tres disparos, no el de sus ojos sin vida, y no el
de su entierro. Escuché los sollozos de Barbara y Peggy pero no hice
nada para consolarlas. Otras mujeres conocidas de mi padre también
lloraban, incluso vi a Ángel dejar escapar una lágrima, pero yo no,
mis ojos estaban secos. Salí del paraguas cuando el cura terminó la
misa, la lluvia me empapó la cara y empezó a colarse a través de
mi abrigo, sin embargo ,apenas lo noté. No iba a decir ningunas
palabras, ya no servirían de nada y todo lo que quise decirle a mi
padre ya se lo había dicho en vida. Eso era algo de lo que no me
arrepentía.
La rosa blanca que
cogía entre mis manos se dobló ligeramente por la lluvia. La apreté
contra mi pecho respirando hondo, haciendo que su suave olor me
reconfortara. La deje caer observando como se deslizaba hasta chocar
contra la madera acompañada por el agua de la lluvia. Pero había
algo mal, la rosa no era suficiente. Representaba a mi padre y a
nuestra familia pero no mostraba todo el dolor y sufrimiento por su
perdida, como el que había sentido el jornalero ante la muerte de su
amada. Me agaché sacando de mi bota una daga fina, cogiéndola con
la derecha encerré su filo en mi otra mano y lo deslicé hacia
abajo. Se escucharon exclamaciones ahogadas entre los presentes
cuando abrí la mano y vieron la sangre. Alargué el brazo y
apretando con fuerza dejé que la sangre manchara la rosa . El
símbolo Vettore no era una rosa blanca, en una rosa sangrando. Leo
volvió a acercarse tapándome con su paraguas. Siempre velando por
mi. No recordaba ni una solo vez que no hubiera estado ahí cuando lo
hubiera necesitado, ni una.
-vamos
Yo asentí. No tenía
ganas de escuchar el pésame o las palabras vacías de los que allí
había. No me interesaban sus respetos, solo quería encerrarme en mi
habitación y no salir.
-¿podemos
marcharnos?- le pregunté en un murmullo. Mi voz sonó pastosa y
ronca debido a la falta de uso. No había hablado con nadie más de
lo necesario. ¿para qué? Me preguntaba.
-aún no-se lamentó-
hay alguien con quien tienes que hablar
-no quie...-empecé
a protestar pero él me cortó
-es importante,
luego nos iremos-y mientras lo dijo, vendó mi mano con una trozo de
tela, vagamente me pregunté de donde la habría sacado, tampoco era
importante. Cerró la venda en un nudo para evitar que se escapara y
apreté los dientes ante el dolor.
Callamos mientras
nos alejamos del enterrador. El ruido de la tierra cubrir el ataúd
resonaba una y otra vez en mi cabeza. No el dolor de mi herida ni el
fría de la lluvia, lo que me turbaba y asustaba era las palas de
tierra cubriendo lo que quedaba de mi padre.
Ras...pum...ras...pum...Pala en la arena, arena en el
ataúd...Ras...pum...ras...pum
-Isabella
Vettore,-la voz desconocida que me llamaba interrumpió mis lúgubres
pensamientos- mi pobre niña, me duele en el alma esta pérdida,
Giorgo fue una gran persona-dijo un hombre mayor agarrándome las
manos.
Levanté la vista
para encontrarme un rostro cansado y con arrugas. Se encorvaba
levemente y del ala del sombrero chorreaba el agua. Sus ojos eran
grises apagados, atormentados por la vida, y sus labios eran una fina
línea de no sonreír. No lo habría conocido si no fuera por la
cicatriz en forma de S que cruzaba su mejilla. Si hubiera sido
en cualquier otra situación me habría sentido temerosa, pero hoy
no.
-John Simmons,
actual jefe de la organización mas grande de mafiosos de Estados
Unidos-dije con un timbre irónico-un placer conocerlo
El hombre frunció
los labios y sonrió al notar mi tono.
-no soy de tu
agrado, lo entiendo, al fin y al cabo ¿por qué iba a importarte las
palabras de un viejo como yo que no ha echo nada por ti?-Guardé
silencio. Si estaba aquí era por algo, no por su tristeza ante la
muerta de mi padre-sé lo que pasó-admitió- solo quería hacerte
saber que no descansaré hasta encontrar al culpable de la muerte de
tu padre
-¿por qué haría
usted eso?-exigí saber con la voz más dura de lo que pretendía
-es una deuda que
debo pagar
-no será
necesario-repliqué -de eso se encargará su familia- estaba por
despedirme para salir de allí lo antes posible cuando un nuevo
participante se unió a la conversación. Detrás de mi, Ángel y Leo
flaqueaban mi espalda, ellos también le observaban con atención.
-os presento a mi
hijo, Dereck Simmons
No podía ser.
No era él.
Pero sí lo era.
Por un momento
olvidé el dolor por la muerte de mi padre sustituido por la furia.
Pude ocultar todo eso bajo una capa de indiferencia , pero él no ,y
todos vimos su cara de sorpresa. Tenía ganas de sacar una pistola y
dispararle, por su parte creo que pensaba igual, al menos eso decía
su mirada de rencor. Y es que ambos nos habíamos engañado
mutuamente. Hacía tan solo unos días ,cuando él se había echo
pasar por un guardia en la casa de Diego y yo lo había dejado
inconsciente con un jarrón. Aunque, a decir verdad, había
conseguido engañar al hijo del mayor mafioso de América , aquel que
un día heredaría toda una organización del crimen, me sentía
bastante satisfecha con mis dotes de actriz.
-saluda Dereck, es
que no te enseñé educación-le regañó su padre, pero entonces se
dio cuenta de nuestras miradas cruzadas y empezó a reír- veo que ya
os conocéis-y cuando yo ice una mueca de desprecio ante ese
comentario ,rió aún más , tanto que empezó a toser con fuerza
impidiendo que siguiera con su diversión-me hago viejo-murmuró de
mala gana.
Las personas que
había a muestro alrededor nos miraban con desaprobación pero nadie
se atrevía a comentar. Dereck seguía mirándome con todo el odio
que podía y no lo culpaba, había utilizado un truco muy sucio para
que no me delatara. Sus ojos grises parecían metal líquido y su
mandíbula se apretaba con fuerza. Vale, había herido su orgullo
masculino, pero no era para tanto. Tuve que contenerme para no poner
los ojos en blanco, hombres, todos iguales. Pero la pregunta era
:¿qué hacía él en la casa de Diego?
-es hora de
marchar-intervino Ángel percatándose del ambiente tenso
Yo asentí de
acuerdo con él.
-necesitarás mi
ayuda-añadió John antes de marcharnos-y estaré dispuesto a
dártela, solo ven a verme
-todavía no podemos
irnos-me informó Ángel cuando todos los mafiosos americanos
desaparecieron, incluido Dereck-Mijail Petrov está aquí
Mafia americana,
Mafia rusa ¿qué estaba pasando?
Lo único que sabía
es que no podía darle un desplante,nuestras casas estaban en la
cuerda floja y no quería iniciar una guerra, pero tenía tan pocas
ganas, tan poco energía...
Si embargo no podía
permitírmelo, con Mijail no existían tratos de paz entre una mafia
y otra ,y mucho menos después del incidente de hacía un mes.
-de acuerdo-accedí
llevándome una mano a la sien-no tendrás por ahí una aspirina
¿verdad?
Leo esbozó una leve
sonrisa antes de asentir.
-haré que te la
consigan, no te preocupes
Llamó a uno de los
innumerables guardias que ahí había mientras yo me dirigía hacía
la parte exterior del cementerio, donde me aguardaban la mafia más
extendida y peligrosa hasta el momento. La mafia rusa.
-Isabella, deberás
controlar tu lengua con ellos-me advirtió Ángel adelantando el paso
hasta igualarse al mío, el resto de guardias venían detrás.
-no me siento con
fuerzas ni para pelear
-eso no es lo que
parecía hace unos momentos con el hijo de John Simmons, en algún
momento tendrás que contarme que sucedió con él
-sí, en algún
momento-repetí ausente
Ante mi vista
apareció Mijail, llevaba ese nombre en honor a su padre, el anterior
jefe de la mafia, que para desgracia de todos ,ya que su hijo resultó
ser mucho peor que él, murió hace unos cuatro años. Yo ya estaba
acostumbrada a todo tipo de hombres intimidantes pero Mijail tenía
algo en la mirada que te hacía preferir ir al infierno que
enfrentarte a él. Sus ojos hablaban de terribles torturas y esa
sonrisa sádica mostraba que le gustaba.
Ahora estaba serio,
vestido con un sobrio traje de chaqueta negra. A su lado, un mujer
pelirroja, Tanya, su mano derecha y actual amante, al menos eso
decían los rumores. Al resto de los hombres no los reconocía pero
por la posición en la que se encontraban se deducía que estaban
varios rangos más abajo.
-oh, mi querida
Isabella que placer verte-dijo nada más verme, luego añadió-
aunque deba de ser en esta lamentable situación- y sonrió. Sonrió
con esa sonrisa de tiburón ¿cómo podía tener tantos
dientes?Reprimí la mueca de asco aunque no pude sonreír, no era tan
buena mentirosa.
-es un honor que
hayas venido a presentar tus respetos-dije de forma solemne
-debo admitir que tu
padre sabía hacer bien su trabajo, lo respetaba mucho incluso a
pesar del problemilla que tuvimos hace unos meses
Respeto y un cuerno,
sucia rata. En cambió respondí:
-lo sé, y él
también, te agradecemos tu compresión y ayuda con los problemas del
pasado, no podíamos permitir que algo tan leve causara una brecha
entre nosotros-tuve el descaró de sonreír. Mijail no había movido
un dedo, al contrario, la disputa que se ocasionó por nuestra manera
de solucionarlo casi crea una guerra entre nuestras familias. Él se
tensó ante mi respuesta pero no dejó de esbozar esa sonrisa. Una
lástima, me habría gustado ver como se iba al traste esa fachada.
-señora-me llamó
uno de mis guardias, me traía una aspirina. Le sonreí agradecida y
me la tragué sin agua. Yo no servía para la política, y a decir
verdad, mi padre tampoco, nunca le gustaron estas “reuniones”.
Harta de tener que seguir aquí me excusé de forma casual-creo que
deberíamos irnos, ha sido una tragedia tan inesperada y necesito
descansar- aparentar debilidad frente a ellos era algo que ya había
echo antes, me convenía que me subestimaran ya que con Mijail Petrov
,nunca podías estar segura de lo que pasaría.
-por supuesto, querida mía , espero que volvamos a
encontrarnos- y en esos ojos había una promesa
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