Capítulo 1 Allanamiento de morada


Leo





En la actualidad...

Una brisa de aire fresco me revolvió el cabello, impidiendo que fijara la mirada en la ventana que se iluminaba al otro lado de la calle. Mis piernas estaban engarrotadas, todos los músculos tensos y la piel tan fría que apenas podía sentir el contacto de mi pelo sobre la mejilla. Moví los dedos lentamente, soltando la rama en la que estaba sujeta para apartarme el pelo de la cara y  colocarlo tras mi oreja. Otra ráfaga de aire hizo que todo mi cuerpo temblara y los dientes comenzaran a castañear sin poder evitarlo. Resistiendo para no morir de frío escondida entre las hojas de un árbol ,vi como la luz de la ventana que llevaba observando durante horas, se apagaba. Inconscientemente suspiré y relajé el cuerpo permitiéndome unos segundos de alivio. Un grave error. Ya que un tirón en el gemelo me hizo resbalar y casi caer al suelo . Apretando los dientes por el dolor me agarré a otra rama mientras con los pies me impulsaba hacía arriba.
-joder- mascullé cuando oí a dos hombres que se dirigían hacía mi
Subí hasta la última rama, esta vez con mucho sigilo y escuché como los dos guardias hablaban.
-he oído algo por aquí- comentó uno de ellos
-¿Dónde? – preguntó el otro algo aburrido sin ni siquiera molestarse en mirar hacía los lados
Los dos hombres se pararon justo debajo mía, menuda suerte, ya que si hacía el menor movimiento me descubrirían. El árbol, frondoso como era, me proporcionaba un buen escondite pero para nada seguro. Ahora solo  tenía que esperar a que se fueran y rezar para que no tardaran mucho, ya que el gemelo me rabiaba debido al dolor.
-por aquí- respondió el primer guardia señalando la zona donde se encontraban.
Al parecer, al otro guardia le picó la curiosidad, porque también echó una ojeada al jardín , o quizás solo quería verificar que no pasaba nada para volver al calor de la casa. Para mi mala suerte ,miró hacía arriba. Me pegué  aún más al tronco completamente rígida intentando que los colores oscuros de mi ropa no les permitieran ver que yo estaba allí.
Oí como a un par de metros , donde se encontraba otro árbol , cantaba un búho. Dejaron de mirarme para ir hacía allí.
-era un búho, borrico
Escuché un ruido secó no muy fuerte. Creo que el segundo guardia le dio un collejón al otro. Pocos segundos después ,los dos se iban por donde habían venido hablando entre ellos. No sabía que había estado aguantando la respiración hasta que solté el aire con fuerza al verlos lejos de donde me encontraba. Levanté la cabeza por encima de las ramas y vi a mi compañero, Leo,  subido en el otro árbol mirándome con reproche. Le sonreí trémulamente y le guiñe un ojo antes de volver a esconderme. Casi pude ver la sonrisa que intentaba esconder ,antes de que recobrara la seriedad habitual que tenía cuando trabajábamos. El ruido de un motor captó mi atención. Un bmw azul  salía de la casa a toda velocidad. Al fin, pensé  aliviada. Sonreí interiormente y salté al suelo cayendo de cuclillas. Leo ya estaba esperándome.
-pensé que no se iba nunca- le comenté
- llevamos tres horas ahí arriba, ya no sentía ni un músculo
-ah, muy buena idea lo del búho, me has salvado el pellejo- le dije agradecida mientras caminábamos hacía la entrada.
Lo mire ante la falta de respuesta y vi como se encogía de hombros quitándole importancia. Dejé el tema a un lado sabiendo que le incomodaban los agradecimientos. Siempre decía que era su trabajo protegerme. Y es verdad que sin él, habría muerto ya una par de veces, y aúnn así, nunca permitía que sacara a colocación esos incidentes ni que se lo agradezca de ninguna manera. Rodé los ojos para ponerlos en blanco. Manías, todos tenemos unas cuentas de esas.
-yo buscaré en su despacho que esta en el ala este,  tú busca por el ala oeste en su habitación, aprovechemos que se ha ido ¿de acuerdo?- le pregunté
-sí- accedió él- y ten cuidado
-no lo necesito-( vale ,soy algo arrogante, pero es lo que hay)
Leo salió corriendo hacía el otro lado de la enorme casa de dos plantas.  Yo, por mi parte, hice palanca en una de las ventanas. Un chasquido y se abrió. Que seguridad más pésima, aunque no me esperaba otra casa viniendo de mi anfitrión.  Me colé dentro cayendo sobre una alfombra bien mullida. Lo primero que hice fue cerrar la ventana para que no sospecharan. Nadie deja las ventanas abiertas a las dos de la madrugada en pleno invierno. Algo frío y metálico tocó mi nuca haciendo que mis instintos chillaran por la alarma. Quise girarme pero una voz masculina, evidentemente enfadada, me ordenó estarme quieta.
-si te mueves apretare el gatillo- (como si no me hubiera quedado claro)
Levanté las  manos despacio analizando la situación. No tenía miedo, bueno, quizás un poco, pero no era la hija del mayor mafioso de Italia sin haberme enfrentado a situaciones como esta anteriormente.
-tranquilo, no voy hacer nada- le respondí con voz sosegada
Me volví lentamente sin hacer ningún movimiento brusco, lo único que me hacía falta es que apretara el gatillo porque se hubiera asustado. Poco a poco pude ver a mi adversario. Y joder, ahora si estaba asustada. A pesar de que en la habitación no había ninguna lámpara encendida, la luz de la luna se filtraba lo suficiente por la ventana para que me permitiera ver su cabello negro azabache, sus ojos grises como el humo, unas facciones duras con la mandíbula apretada y unos labios carnosos, el inferior algo mas grueso que el de arriba. Debería medir 1´85 y tenía una complexión de atleta, con fuertes músculos y anchos hombros. Ese hombre podría partirme el cuello en dos segundos sin que me hubiera enterado. Pero aún así, pensé irritada, era atractivo, terriblemente atractivo.
Tenía que dejar aun lado esos pensamientos y buscar un modo para escapar y terminar el trabajo que me había traído hasta aquí. No me malinterpretéis, no me importa mucho mi profesión, es algo así como el negocio familiar y cada día lo odio más. Odio las mentiras y los engaños, odio tener que ir siempre armada, odio tener a los guardias siempre a mi alrededor y odio no tener libertad. Y creedme cuando os digo que todos los lujos que poseo jamás lo compensa.
-¿Quién eres y qué haces  aquí?- me preguntó el hombre con voz dura devolviéndome al presente
Mi mente buscó  rápidamente una mentira. Después de tantos años , lo hacía casi inconscientemente.
-lo…lo siento, yo…yo no quería, es que- apreté los ojos con fuerza para que me salieran las lágrimas mientras intentaba que mi voz sonara lo más afligida y asustada posible- un hombre me seguía y ha intentado…- una lágrima calló por mi mejilla ¡bien!- solo estaba asustada, buscando algún sitio donde…esconderme
No suelo jugar con estos temas pero era necesario ,además no me era difícil meterme en el papel ya que… No , ahora no era momento para recordar malos momentos.
-¿qué hacía por aquí a estas horas?- me preguntó con voz a una más dura ,si eso era posible
-estaba con mi amiga, habíamos quedado para cenar…su casa no queda lejos de aquí – me callé para darle algo de drama y limpiarme las lágrimas con la manga- no me di cuenta de lo tarde que era hasta…hasta que me encontré sola en la calle y ese hombre intentaba acorralarme.
El hombre no se creía del todo mi cuento, parecía listo, a diferencia de los que había en el jardín. Pero el torrente de lágrimas que solté a continuación lo obligó a bajar el arma y acercarse a mi para abrazarme mientras intentaba tranquilizarme.
-ya estas a salvo
Mierda, a pesar de que mintiera a menudo ,no me gustaba  hacerlo .Y ahora sentía el dulce sabor de la culpabilidad. No había más remedio, me decía para convencerme. Tenía que hacer mi trabajo.
-lo siento- le dije al oído
Él reaccionó al instante percatándose de que lo había engañado. Pero yo, ya había cogido un jarrón que tenía a mi derecha y se lo rompí en la cabeza. El hombre cayó inconsciente al suelo con una herida sangrándole en la cabeza. Me dirigí a la salida dejándolo ahí, pero tuve un momento de debilidad, y lo miré. Ya no fui capaz de mover los pies hacía la puerta, sino que andaban por si solos  hasta él. ¿Desde cuando tengo conciencia? Al parecer se pone a trabajar de vez en cuando, y esa noche era una de ellas.
Me agaché junto a él y saqué un cuchillo de mi bota. Corte un pedazo de mi camiseta y se la puse alrededor del corte con cuidado. Tampoco era necesario que se desangrase. Quise ponerlo sobre la cama pero pesaba demasiado y no conseguí moverlo apenas unos centímetros. Al mirarle más detenidamente no parecía tan mayor, quizás unos años más que yo, rondaría los 24 , pero no el hombre que me había parecido en un principio. Aunque a lo mejor eso se debía a que ya no intimidaba tanto. De repente me di cuenta del peligro que corría y salí corriendo para encaminarme al pasillo lo más sigilosamente que podía. Según mis espías el estudio debería de estar…
-aquí- abrí la puerta y asomé la cabeza, cerciorándome de que estaba vacía.
Una vez comprobada de que fuera segura entré. Empuñé mi pistola (solo por si acaso) y me acerqué al escritorio para registrarlo. Gracias a la chimenea que aun estaba encendida se podía ver perfectamente la estancia. Las estanterías repletas de libros bien ordenados, un sofá de terciopelo verde junto a una mesita pequeña de cristal donde había un botella de vino y una copa, la chimenea y al otro lado el escritorio. Abrí el primer cajón. Facturas de la luz, el agua, teléfonos, etc. El segundo  más papeles sin sentido. Fui al otro lateral y más de lo mismo. Suspiré y me puse a revisar los que tenía sobre el escritorio, pero solo eran proyectos de trabajo. Maldita fuera, tenían que estar aquí. Revisé los libros de la estantería pasando rápidamente mis manos entre unos y otros. Pero no había nada. Me acerqué al fuego para calentar mis manos  y el danzar de las llamas me hipnotizó. Sabía lo que mi mente hacía. Desconectar para buscar la salida de este embrollo. Pero esta noche no lograba concentrarme y lo único que estaba consiguiendo era perder el tiempo .Al ver que no se me acorría nada volví al escritorio para sacar las facturas de su teléfono y guardármelas, a lo mejor me servían para algo. Un posible socio o simplemente para tenerlo vigilado. Cerré el cajón después de guardar las demás pero algo me lo impedía. Lo volví abrir. (parecía que esa noche no iba hacer más que abrir y cerrar cajones)  palpé el interior para encontrar que lo obstruía. Más no vi nada extraño. Frunciendo el ceño, (gesto que hago cada vez  que me molesto) mire más detenidamente por los rincones y encontré un cajón falso en la parte superior. Sonreí con suficiencia. Saqué el cuchillo y quité la parte de arriba, tan solo era una tablilla de madera y moviéndola varias veces salió con facilidad. Dentro había tres sobres sin cerrar. En el primero solo había un papel con seis dígitos. En le segundo encontré varias fotos de él besándose con una rubia  veinteañera. Alcé una ceja mientras las ojeaba. Esa ,desde luego, no era su mujer y si las tenía significaba que lo había intentado chantajear y había conseguido librarse. Idiota por guardarlas. Me las guarde junto con las facturas y el otro pepelito. El tercer sobre contenía un contrato. Sonreí satisfecha. Esto era lo que había venido a buscar.
La puerta se abrió y apareció un hombre mayor de unos cuarenta años, algo canoso envuelto en una bata burdeos. Dios no quería pensar que debajo no llevara nada. Se sobresaltó al verme y yo le apunté con la pistola.
-Isabella- dijo despacio, evaluando la situación supuse
-Diego ¿sorprendido de verme?- le pregunté socarronamente.
Él miró el folio que sostenía con la otra mano y se puso lívido. Muestra de su nerviosismo fue la mano que aun sujeta al picaporte que comenzó a temblar visiblemente.
-¿pensaste que no nos enteraríamos?- inquirí intentando acobardarlo
Diego no respondió, no se si por falta de respuesta o porque el miedo no le permitía hablar.
-te ofrecemos nuestra casa y tú nos pagas robándonos- no le iba a decir que lo habíamos puesto a prueba para saber si era digno de confianza, evidentemente, no la superó- Diego, entra y sientate
El hombre cerró la puerta tras de si y se dejó caer en el sofá. Yo rodeé el escritorio y me apoyé sobre la chimenea. Leyendo de vez en cuando el contrato
-dime Diego , ¿que me ofreces por dejarte con vida?
-lo…lo que q…quieras- dijo con dificultad debido al tartamudeo
-mmm para empezar quiero la daga escarlata- él  cada vez estaba más pálido-ya he visto el contrato y te han pagado una pequeña fortuna por mi reliquia familiar- enfaticé la palabra mi para que no dará pie a ninguna duda- y la quiero de vuelta
-pero no puedo-se quejó casi con lágrimas en los ojos
-entonces tendré que matarte, te doy tres días, ese es tu límite de tiempo
-¿tres días?-preguntó con voz ahogada- no la encontraré y en todo caso no podré pagarla
Lo miré sin pestañear totalmente seria y cada vez más cabreada. La daga era una joya muy antigua. La hoja estaba hecha en un monasterio de china, forjada con el mejor acero y el mango recubierto de oro con rubíes incrustados de una valor incalculable. Si estaba en el mercado negro, como creía, no sería difícil encontrarla, otra cosa sería poder pagarla pero ese era su problema. Yo quería lo mío, ya que era lo único que me quedaba de mi madre, lo dejó solo para mi y no iba  a permitir perderlo.
-si no lo consigues no solo te torturare hasta matarte, tu mujer se enterara de tu infidelidad y conseguiré que tus hijas te odien, no me hagas perder la paciencia- le amenace y me di cuenta que mi voz refundaba odio
-por favor  solo dame más tiempo
-no, y te advierto que si intentas escapar tu familia pagará por tu deslealtad
Vi exactamente el momento en el que la desesperación se apoderó de él ,y se abalanzó contra mi directo a darme un puñetazo. Lo esquivé girando el cuerpo hacía la izquierda y con mi  pierna estirada hice una arco imaginario en el aire para darle en la mandíbula con toda la fuerza posible. Cayó con un golpe secó agarrándose la barbilla con fuerza. Creo que se la había roto. Me puse en cuclillas apuntándole con la pistola. Chasqueé la lengua varias veces antes de decir.
-eso no ha estado bien- y acto seguido le dio con el mango en la sien.
Al instante comenzó a sangrar. Me levanté y le di la espalda mientras él se incorporaba.
-tres días, no lo olvides
Diego hizo una especie de gruñido,  una mezcla entre dolor y aceptación.
-ah, tienes a uno de tus guardias malherido en la tercera habitación desde aquí- le dije mirándolo por encima del hombro
-no hay guardias dentro de la casa- dijo confuso
Me giré en redondo para mirarle.
-había un guardia esta noche en la habitación- repliqué arrastrando las palabras
-y yo te he dicho que no tenemos guardias dentro de la casa- tenía que ser verdad sino no se atrevería a contradecirme en estas circunstancias.
Salí corriendo del estudio hacía la habitación donde había dejado al hombre inconsciente. Algo me olía mal. Abrí la puerta de un portazo y dirigí mi mirada al suelo donde él ya no estaba

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